Foto: DYN.
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El macrismo puso en marcha un acelerado ciclo de reendeudamiento destinado a financiar fuga de capitales y déficit del sector público, en un contexto de ajuste y recesión económica.

Este mismo plan aplicado en los 90 derivó en una de las peores crisis de la historia del país.

“Se terminó el verso del desendeudamiento K”, sentenció sonriente el ministro de Hacienda Alfonso Prat Gay antes de rumbear hacia un nuevo proceso de endeudamiento externo bajo el eslogan neoliberal “volvimos al mundo”. El tema de la deuda no está dentro de las principales preocupaciones del grueso de la población, pareciera que no afecta el día a día, que es un problema exclusivo del gobierno, que hay cosas más importantes por las que alarmarse. Sin embargo, la deuda externa ha sido y es un fuerte factor de condicionamiento del desarrollo que afecta la autodeterminación política y económica de un país.

“El año 2016 marcó el inicio de un nuevo ciclo de endeudamiento externo, destinado a financiar la fuga de capitales y el déficit del sector público, tal como aconteció en la década del 90. Cabe recordar que dicho proceso culminó en una de las peores crisis de la historia de la Argentina”, se señaló en el último informe de coyuntura que difundió el Centro de Investigación y Formación de la República Argentina (Cifra), que depende de la CTA que conduce Hugo Yasky.

“Desde la asunción del gobierno macrista el régimen económico experimentó mutaciones significativas que se manifestaron en la desviación hacia la valorización financiera como eje del proceso de acumulación. Las nuevas colocaciones de deuda acumularon 52.000 millones de dólares en los primeros 10 meses del año si se contabilizan las emisiones de los gobiernos nacional y provinciales y la considerable deuda emitida por grandes corporaciones”, se indicó en el reporte de Cifra.

El informe, que resume el modelo económico del macrismo, detalló que de enero a octubre el ingreso de divisas, a través de la colocación de deuda externa, alcanzó los 52.138 millones de dólares. De este monto, casi 40.000 millones fueron emitidos por el gobierno nacional, 6.275 millones por las provincias, y 5.908 millones por grandes corporaciones, como YPF, Irsa, Arcor, Cablevisión, Petrobras, Banco Hipotecario y Galicia, entre las principales.

“De este modo, la baja relación deuda externa con privados/PBI, producto de más de una década de la política de desendeudamiento, se encuentra en una acelerada reversión. En el cuarto trimestre de 2015, dicho ratio era del 10,3 por ciento para elevarse al 19,5 en el segundo trimestre de 2016. Por su parte, la deuda pública total, que alcanzaba el 33,9 por ciento del PBI, trepó al 45 por ciento en el segundo trimestre de 2016. Se trata de un vertiginoso incremento que registra límites en el corto plazo”, advirtieron en el documento ya citado que elaboraron los investigadores Nicolás Arceo, Mariano Barrera, Mariana González y Pablo Manzanelli.

Las maniobras de especulación financiera desplazaron a la inversión productiva y abrieron las compuertas a la fuga verde. “De allí que en lugar de una reactivación de la inversión, como esperaba el gobierno, la fuga de capitales al exterior trepó a 11.000 millones de dólares en los primeros nueve meses del año”, destacó el trabajo que está publicado en la página web de Cifra, y añadió: “La deuda pública nacional sirve para refinanciar vencimientos de deuda y cubrir el déficit fiscal, al tiempo que garantiza las divisas requeridas para la fuga de capitales al exterior”.

“La desregulación del mercado cambiario, las elevadas tasas de interés y las escasas oportunidades de inversión productiva condujeron, al igual que en la década del 90, a que la fuga de capitales sea financiada a través del endeudamiento externo”, abundó el informe.

Y continuó: “Desde la asunción de la alianza Cambiemos, el stock de Lebac creció en dólares el 57 por ciento hasta septiembre, lo que implicó que en ese mes se alcance un stock acumulado de 42.295 millones de dólares. (Lebac) se trata del activo financiero por excelencia que promovió el desplazamiento de la inversión en la economía real hacia la financiera. Sus altos rendimientos en dólares, que alcanzan el 23,7 por ciento en 2016, y el ancla cambiaria, constituyeron un escenario propicio para la valorización financiera de capital”.

Garante del modelo

En la misma sintonía, el Centro de Economía Política Argentina (Cepa) estimó, en un artículo firmado por Leandro Ziccarelli, que el gobierno de Mauricio Macri duplicó la deuda heredada. La deuda en relación al PBI estaba en torno al 13 por ciento y actualmente supera los 20 puntos. “Todo esto con el único fin de financiar la fuga, engrosar momentáneamente las reservas y re-pagar deuda”, se resaltó en el informe.

“La deuda vuelve no como un cliché sino como otro garante necesario del modelo económico de Cambiemos. La principal problemática de su actual presentación es que los dólares que faltan no se necesitan para financiar importación de insumos, energía para las fábricas o productos que el país no produce; sino todo lo contrario. Los dólares que faltan son los dólares que algunos actores quieren llevarse de la economía. O los dólares equivalentes a los pesos que faltan de las arcas públicas por las «gauchadas» impositivas del gobierno con algunos sectores (no justamente pymes)”, se lee en la nota sobre el regreso de la deuda externa.

“Dado el nivel prácticamente inexistente de endeudamiento en divisa heredado, la situación aún no es terminal ni mucho menos. Lo alarmante es el rumbo. Una economía en recesión y que se endeuda en divisas a ritmos crecientes, configura un esquema que alberga un riesgo sistémico elevado”, se remarcó en el artículo del Cepa publicado en Nuestras Voces.

Después del pago al Fondo Monetario Internacional (FMI) y la renegociación de deuda en default, el kirchnerismo encaró una notable rebaja del peso de la deuda externa con respecto al producto bruto interno, en un contexto de crecimiento económico, industrialización, recuperación del trabajo, expansión del mercado doméstico. “Crecer y después pagar, porque los muertos no pagan”, es la frase que se recuerda de Néstor Kirchner sobre el tema. Esa política de desendeudamiento heredada le permitió al actual gobierno salir a tomar créditos “baratos” a la plaza internacional.

Endeudarse no es malo ni bueno en sí mismo: depende para qué se usen los fondos prestados y en qué contexto se da ese proceso. Pero no hay que olvidar que la subordinación financiera vuelve más vulnerable la política económica de un país. El macrismo pegó un volantazo, se arrodilló ante los grupos de poder, desmanteló los controles en el mercado financiero, retomó relaciones carnales con el FMI, trazó metas de inflación, y al mismo tiempo destrozó el mercado interno, con caída de salarios, mayor desempleo y contracción de la actividad económica.

Las perspectivas no son alentadoras. El consumo privado se vio perjudicado por la caída en el poder adquisitivo de los bolsillos y del empleo. A su vez, persiste la recesión en el mercado local, con apertura de importaciones, apreciación cambiaria, inflación en alza y políticas productivas que brillan por su ausencia. Todo esto sumado al endeudamiento externo. En rigor, el apuro del gobierno por aumentar el gasto público para intentar pasar las fiestas de fin de año en paz y contemplar el escenario electoral 2017 es apenas un remiendo en una rotura mayor.

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