Donald Trump está haciendo realidad todas aquellas frases de campaña que defendían una más injusta distribución de la riqueza, menos y más precarios puestos de trabajo, y menos impuestos para los más ricos. Nada de esto había sido anunciado claramente (Trump no se expresa con claridad), e incluso muchas de sus promesas iban en sentido contrario. Pero se podía entrever hacia dónde irían sus políticas en realidad, no sólo por tratarse de un millonario, sino también por sus colaboradores, además de la historia del Imperio y su continuidad.

Está cumpliendo a rajatabla, y esto sí lo dijo, claramente, hasta el cansancio, con desactivar el plan de salud implementado por Barack Obama, conocido como Obamacare.

Lejos de ser la panacea, el Obamacare facilitaba, un poco, el acceso a la salud, un tema crucial en EEUU, a un número mayor de ciudadanos. Y aquí sí Trump lo hizo: destruyó el plan de Obama, que para la derecha estadounidense siempre fue una suerte de aberración colectivista-estalinista. Va a dejar a más de 20 millones de personas sin cobertura.

Pero hay otro aspecto de las políticas de Trump que fue desde siempre claro, indubitable. Desde un principio Trump fue cristalino, coherente, rectilíneo con relación al medio ambiente en general y al cambio climático en particular. Trump se plantó siempre como un enemigo del medio ambiente. Acérrimo.

El triunfo de Trump es un grave peligro para el planeta. Sus lazos con las industrias petroleras, del carbón, y de los agroquímicos son muy fuertes. Su militancia por el retorno a las energías más sucias atrasa un siglo.

Las contribuciones de EEUU a la destrucción del planeta tienen antecedentes. Por ejemplo, por sólo tomar uno muy reciente, George W. Bush se retiró en 2001 del Protocolo de Kyoto, antecedente de los acuerdos firmados en París en 2015.

Trump se cuenta entre los negacionistas del cambio climático. Dice que tal cosa no existe. Aunque a esta altura las pruebas científicas son abrumadoras, afirma que es un invento de los chinos para ganar la guerra comercial.

El yanqui pudrió todo en la reunión del G7 en Sicilia

El Grupo de los Siete (G7) se creó en 1973 y nuclea a Alemania, Canadá, EEUU, Francia, Italia, Japón y el Reino Unido, La Unión Europea (UE) también participa. Los países que lo conforman representan más del 64 por ciento de la riqueza global.

En la última cumbre, que tuvo lugar en la ciudad siciliana de Taormina, fueron más los desacuerdos que los consensos. En verdad, la denominada “guerra contra el terrorismo”, ese comodín que hace aumentar el terrorismo, la venta de armas, y los controles a la ciudadanía, fue lo único en lo que todos coincidieron plenamente.

En lo demás, hubo diferencias, sobre todo en lo económico y en el tema refugiados. Pero en un tema en particular, Trump tuvo un papel protagónico: fue el responsable de hacer fracasar el consenso sobre cambio climático.

Los líderes del G-7 debieron reconocer que no hubo consenso porque EEUU se negó a comprometerse con el Acuerdo de París contra el calentamiento global.

Fiel a su estilo, el presidente estadounidense tuiteó al término de la cumbre que decidirá la próxima semana si se retira o no del histórico acuerdo pactado en París en el 2015 con el fin de reducir las emisiones mundiales de carbono.

Pese a las presiones de los europeos (Alemania, Francia, Italia, Gran Bretaña y la Unión Europea), de Canadá y de Japón, Trump no cedió.

“EEUU está revisando su política sobre cambio climático así como el Acuerdo de París y por lo tanto no se llegó a un consenso sobre ese asunto”, señala la declaración final.

“Los jefes de Estado y de gobierno de Canadá, Francia, Alemania, Italia, Japón, Reino Unido y la Comisión Europea ratificaron su compromiso para aplicar prontamente el Acuerdo de París”, señala el documento para marcar el contraste.

Quien con más énfasis expresó su disgusto contra Trump fue la canciller alemana, Angela Merkel, gran defensora del Acuerdo de París, que reconoció ante la prensa su gran “insatisfacción por el resultado de las discusiones sobre el clima”.

Trump parece decidido a enfrentarse con la mandamás de la UE. Horas después de la cumbre del G7, el magnate dijo ayer que la política comercial y militar de Alemania es “muy mala” para su país y que eso “va a cambiar”.

Hacer América grande de nuevo a costa del mundo

Luego de hacer fracasar la cumbre de Sicilia, ya en su patria, Trump volvió a la carga y reafirmó que retirará a su país del Acuerdo de París sobre el cambio climático, según informaron fuentes de la Casa Blanca.

EEUU es actualmente uno de los mayores emisores de dióxido de carbono en el mundo, por lo que la medida sería un golpe importante para un acuerdo cuyo objetivo es evitar el peor efecto del cambio climático, que tiene consecuencias catastróficas para el futuro de la vida en el planeta.

Como ya lo hiciera tras la cumbre del G7, esta semana Trump volvió a tuitear que anunciaría su decisión sobre el Acuerdo de París “en los próximos días” seguido por su lema de campaña “Haga América grande de nuevo”.

Tras la decisión del magnate están los intereses de grandes corporaciones, y la presión de sus lobistas en el Congreso: 22 senadores republicanos le enviaron una carta al mandatario, incluido el líder de la mayoría, Mitch McConnell, pidiendo la inmediata salida de EEUU del Acuerdo de París.

También hubo voces en contrario dentro del entorno presidencial, pero no las escuchó. Ignoró los consejos de su propia hija Ivanka Trump, del secretario de Defensa, James Mattis, y del secretario de Estado Rex Tillerson, quienes abogaron por mantenerse dentro del acuerdo.

Fuente: El Eslabón

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