El secretario general de los trabajadores de Recolección y Barrido, Marcelo Andrada (46), armó su búnker de campaña en la sede del gremio. En la calle, a la altura de La Paz al 1400, una camioneta ploteada con el rostro del “Pipi” se prepara para salir a girar por la ciudad. El dirigente y pre candidato a concejal por el Partido del Campo Popular atiende a cronista y camarógrafo en su oficina flanqueada por las imágenes de Perón, Evita y Moyano, una iconografía que se repite en cada pared del moderno edificio. Su decisión de “dar un salto a la política”, los 11 años de intensa actividad desde que dio vida al sindicato, y sus orígenes en la casa de chapa de Molino Blanco donde se crió, sin padres, junto a su abuela, fueron algunos de los temas que abordó con Biopolítica.

—¿En qué momento o en qué lugar apareció la política en tu vida?
—La política apareció cuando era muy chiquito. Tenía unos diez años y había una unidad básica del peronismo a la que iba todos los mediodías, también a la noche. Me llevaban los más grandes, para que pueda comer algo. Como no tenía para comer, ocupaba ese lugar para almorzar y cenar. La unidad básica estaba en el barrio Molino Blanco.
Yo vengo de una villa de emergencia. Nací y me crié en ese lugar. La suerte o la mala suerte, como lo llamen, hizo que me abandonaran a los cinco años. No conozco a mi mamá ni a mi papá, me crió mi abuela.

—¿Cuánto crees que pesó en tu camino esa infancia de necesidades y carencias?
—Llevo en el lomo lo que es la necesidad, el no tener, el sufrimiento en un Día del Niño de no tener un juguete, no tener unas zapatillas. He salido a pedir casa por casa algo para comer. Y me acuerdo que para los días festivos en mi casa no había absolutamente nada, porque nosotros vivíamos en un ranchito todo de lata, que era chiquitito, había que entrar agachado para poder dormir. Se llovía más adentro que afuera. Cuando uno habla de necesidades, lo entiende. No solamente a la gente que vive en las villas de emergencia, sino a toda la sociedad.
Al no tener un padre como guía, que te diga que tenés que ir a la escuela, o una madre que te marque realmente el camino, yo no iba al colegio. Iba cuando tenía hambre.
Muchas veces a la vida te la marca el destino. Uno, cuando se acuerda de esos momentos, dice «mira si hubiese sido un abogado, un ingeniero». Estaría en otro lado, no estaría al lado de la gente, me haría el tonto siempre, pero como seguí el camino que tenía que seguir, hoy estoy acá, conduciendo esto.

—¿Y en esa casa con tu abuela, había alguna referencia política?
—Mi abuela siempre hablaba de Perón. De Perón y de Evita. Decía que en aquel tiempo eran los que podían sacar el país adelante. Hablaba muy bien de ellos y eso me quedó marcado.
También había comités radicales, podría haber ido a un comité radical. Pero me llamó eso, había un montón de amiguitos que iban ahí. Hacían choripanes, guisos. Uno frecuentaba esos lugares.

—¿Qué otras experiencias te marcaron previo a ser el referente del gremio de los recolectores?
—Cuando tenía catorce, quince años, me llevaron unos compañeros al Sindicato de la Carne. En aquel tiempo era bastante complicado el gremialismo en La Carne. Yo escuchaba las reuniones, las asambleas, que eran bastante bravas. Y a uno le fue quedando, como cuando el secretario general se dirigía a la cantidad de compañeros que estaban presentes. Eso me fue llegando.
Después leí algún libro como Conducción Política de Perón, porque un poco tenés que leer, y eso me empezó a abrir un poco más la cabeza.
Cuando cumplí los 18 me empecé a insertar y el primer trabajo en blanco fue en el Swift. Estuve militando un año y pico. Después, por una operación que tuve, cuando vuelvo al mes me despiden.
Luego trabajé en la construcción haciendo zanjeo. Ahí también otra vez me tiré de delegado en la Uocra. Me acuerdo que lo acompañamos al secretario general en un par de actos a Buenos Aires, me fui metiendo un poco, aprendiendo conocimientos de ese lado.

—¿Cuándo comenzás a trabajar en la recolección?
—Tengo la suerte de entrar en la recolección a fines del ‘96, en lo más pesado, me mandaron a rasquetear todo el acceso sur. En ese momento trabajaba para una empresa que se llamaba 9 de Julio. Me mandaban a desmalezar, barrer, correr, de todo.
De los distintos lugares como el Swift, o en el zanjeo en Telecom, había aprendido mucho sobre gremialismo, sobre lo que es el compañerismo.
Hice todos los trabajos y estuve en todos los lugares en la recolección. En un momento me empiezan a pasar de galpón en galpón y ahí comencé a militar muy activamente.
A fines del 2005 damos un vuelco muy importante en la historia, cuando me destapo como delegado. La mayoría me vota y ahí dije «acá estoy y vamos a trabajar mucho para los trabajadores».

—¿Cómo se dio el proceso que terminó con vos al frente del sindicato?
—Había empresas con contratos con un sueldo, y otras dos empresas con otro. Nosotros ganábamos muy por debajo.
Por otro lado, cuando fallece mi abuela voy al gremio y me atiende Jesús Merino. Le pido al sindicato una mano, ya que no tenía plata para comprarle el servicio fúnebre. Y obtuve una negativa muy rotunda. «El sepelio te corresponde a vos y a tu familia no», me dijo. Yo quería pedir un préstamo, se los iba a pagar, se los quería devolver. Y me decían que no. Ese momento me dolió mucho. Incluso fui a una entidad de créditos y cuando ven el recibo de sueldo me sacaron disparando.
Después me fui a una cochería y hablé con el dueño. Le dije lo que me pasaba, que no tenía un peso pero que tenía trabajo. Cuando le muestro el recibo me planteó que con eso no pagaba ni una astilla del cajón. Pero igual me dijo que me iba a dar todo porque con eso no se jode. Me hizo un plan de pago, me dio el servicio y la pude velar a mi abuela.
Después de velarla me puse a reflexionar en todos los compañeros que podían estar en mi situación. Y como delegado me puse a trabajar, quería la equiparación de sueldo para todos los trabajadores de la actividad. En ese tiempo prendimos fuego la primer goma y eso marcó un poco la historia de la unidad de los muchachos, de plantarnos y decir que queríamos un cambio. Gracias a esa medida de fuerza ganamos la equiparación de sueldo de todas las empresas de recolección, que para nosotros era un dineral.

—¿Estamos hablando del anterior sindicato, sin el convenio actual de camioneros?
—Todavía no era el convenio de camioneros. Después de ese conflicto fuimos a hablar con el compañero Díaz. Fuimos varios delegados pero no entraba en razón. Nosotros pedíamos un aumento salarial para todos en general. Las paritarias no se peleaban como se tenían que pelear. Siempre tenía un pero. Si había paro, él estaba con la otra CGT, la municipalidad le fijaba las paritarias, no había una discusión salarial de sentarse en una mesa y ver el costo de vida y pelear sobre eso. No había absolutamente nada de eso.
Empezamos a trabajar nosotros para que el sindicato que pertenecía a la recolección se afedere. Nosotros buscamos la federación.
Yo le había dicho a Díaz que quería que fuera el conductor, que yo lo iba a respetar, que se iba él y subía Merino, y que yo los respetaba a los dos. Lo único que necesitaba era que todos los compañeros estuviéramos bien, que tengamos aunque sea para comprar un kilo de azúcar.
Lo llevábamos a Buenos Aires a hablar. Allá decía que sí, después acá decía que no. Hasta que nos cansamos.
Una vez que habíamos viajado con otros compañeros y nos reunimos con (Hugo) Moyano, le dijimos que ya estábamos cansados y no queríamos saber más nada. Entonce Moyano me preguntó: «¿Y qué querés hacer pibe?». Y lo primero que se me ocurrió contestarle fue que quería armar un sindicato nuevo. Ahí me preguntó qué necesitaba. Le dije que lo único que necesitaba era un abogado para que me guíe un poco con los papeles y me consiguió un abogado. Entonces me senté con Mariano Recalde y me armó todo el estatuto del sindicato.
Después tuvimos que empezar a juntar los afiliados, y explicarle a los compañeros que estábamos formando una institución mejor a la que había. Ese fue el desafío, venir a Rosario, hablar con los compañeros. Pero todos entendieron que necesitábamos un cambio de verdad y que el camino correcto era el que habíamos elegido. Lo que nosotros queríamos era llevar el convenio de camioneros a nuestro sindicato. Me sale primero la mutual antes que el gremio. Con la mutual hicimos un montón de obras.
Fuimos creciendo, alquilamos una casa en Roca y Urquiza. En 2011 empezamos a hacer los descuentos sindicales y en 2014 compramos la casa donde funcionamos actualmente. Nosotros pensamos que le tenemos que dar todos los beneficios a los compañeros mediante la mutual.
Y eso pasa también por lo que me pasó a mí con mi abuela. Hoy acá les damos el servicio de sepelio a todos. A mí no me interesa si es la abuela, el primo o el sobrino. Basta que sea familiar del trabajador. Y también les damos los medicamentos al cien por cien, no interesa cuanto cuesten. Antes, nosotros para ir al médico íbamos a parar a los hospitales públicos, porque si íbamos al privado no nos alcanzaba para comprar los remedios. Todos mis hijos nacieron en el Roque Sáenz Peña, y yo teniendo una obra social.

—¿Por qué decidiste dar este paso hacia una pre candidatura a concejal?
—Primero arrancamos con el tema social. Me acuerdo que un día, que alquilamos un galpón en calle Ayacucho para que la gente no se tenga que trasladar y podamos hacer las asambleas ahí, aparece un nene que me hizo acordar a cuando yo era chiquito, y me pregunta qué iba a poner ahí. Y me dice: «¿Por qué no ponés un comedor?». Lo miro al compañero gremial y le digo: «Y si el nene necesita comer, ¿por qué no ponemos un comedor?». Así que empezamos a hacer todas las gestiones y pusimos el primer comedor comunitario ahí. Después pusimos otros en otros barrios.
Y eso es lo que realmente te lleva a decir que no podés salir de tu pasado. Siempre tu pasado se hace presente.

—¿Qué mirada tenés de la ciudad, cuáles son para vos sus principales problemáticas?
—Está muy abandonada, se ha abandonado muchísimo. Yo pienso que hay un desgaste político, cuando un político ya está desgastado no le importa el qué vamos a hacer. También me hizo mucho ruido el tema del endeudamiento. ¿Otro endeudamiento? Necesitamos una discusión seria en el concejo.
Por otro lado no hay una política realmente para la inclusión de los barrios. Hay muchas cosas lindas que hicieron, no hay que decir que no hicieron absolutamente nada porque se han hecho un montón de cosas, en lo que es el centro, en las plazas. Gastaron un montón de plata, pero quedaron lindas. Las veredas nuevas en el centro. Pero no hay una política para la inclusión de los barrios.

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