Era cierto: el mejor equipo de los últimos 50 años que dirige Mauricio Macri no tenía plan B, tenía plan F. Que la “salida” a la crisis cambiaria-económica de los últimos días sea un “apoyo financiero” del Fondo Monetario Internacional (FMI) no hace más que oscurecer un panorama futuro que ya pintaba sombrío. Las condiciones regresivas y recesivas que el organismo impondrá al momento de desembolsar el crédito están gastadas y reprobadas en el mundo entero: flexibilización laboral, privatización del sistema jubilatorio, apertura comercial, recorte del gasto público. El Fondo le da letra a Cambiemos desde hace dos años, por eso algunas reformas estructurales ya se vienen aplicando. La “receta” es conocida, sus consecuencias también.

A poco de haber asumido, la alianza PRO-UCR permitió al FMI que vuelva a auditar la marcha de la economía. Fue el FMI quien recomendó avanzar con la reforma jubilatoria y llevar el valor del dólar a 22 pesos. También, el organismo que comanda Christine Lagarde está detrás de la reforma laboral que el oficialismo envío al Congreso para que sea debatida en pleno Mundial de fútbol. Otro pelotazo para los trabajadores.

El anuncio de recurrir otra vez al FMI, en medio de la estampida del dólar, tuvo como objetivo aquietar las aguas en los denominados mercados, intentar recuperar la confianza en un gobierno que se devalúa como el peso. Difícil que el chancho chifle: los mismos que piden confianza tienen sus riquezas depositadas en el exterior. La decisión de la nueva Alianza de agacharse ante el FMI está lejos de atender las problemáticas sociales y económicas que afectan a gran parte del pueblo argentino, como sostuvo Macri.

Tales desastres son en buena medida efectos de un programa económico basado en el endeudamiento externo y la especulación financiera, con despidos masivos, achatamiento salarial, depresión del mercado interno y desindustrialización. El macrismo y sus voceros definen al actual plan económico de ajuste y shock recesivo como “gradualista”. Con el Fondo digitando las decisiones económicas se vendrá, entonces, un “raudo gradualismo”.

En un discurso grabado de apenas tres minutos, el presidente Macri le habló a los argentinos para contarles que inició “conversaciones con el FMI para que nos otorgue una línea de crédito” porque “dependemos del financiamiento externo”. En marzo pasado, Argentina volvió a pasar la gorra con el objetivo de colocar más deuda y se comió un “no” rotundo. Entonces Macri disimuló el desgarro financiero diciendo que el país no tomaría más deuda. Wall Street cortó el chorro de financiamiento y fue un duro golpe para el programa económico macrista, sustentado en el endeudamiento externo. El mercado cambiario tomó nota y enseguida empezó la corrida alrededor del dólar.

El retorno al Fondo se da a doce años del cancelamiento de la deuda con ese organismo de 9.500 millones de dólares, con reservas del Banco Central, por decisión del gobierno de Néstor Kirchner. En portales, programas de radio y TV y redes sociales, el anuncio de Macri fue parangonado con el discurso que dio el ex presidente Fernando de la Rúa al presentar el denominado Blindaje, cuando Argentina recibió un crédito por 40.000 millones de dólares del FMI para “blindar” su economía de los males financieros. Pasó casi un año de aquel anuncio y el gobierno de De la Rúa saltó por los aires. Suele decirse que la historia se repite como tragedia.

Una pregunta que debe hacerse todo ciudadano de a pie es dónde irán a parar los dólares que preste el Fondo. ¿A la economía real? ¿Al desarrollo productivo? ¿A las pymes? ¿A las economías regionales? ¿O irán a la timba financiera? ¿O a la fuga de capitales? El salvataje del Fondo –que será en cuotas y condicionado–, al que Macri negaba recurrir en campaña, no tranquiliza a casi nadie, al contrario, trae más incertidumbre. Ratifica la visión de Cambiemos de que los argentinos “no podemos vivir de lo nuestro” y, en lugar de solucionarlos, agrava problemas preexistentes.

Ir a Washington a ponerse de rodillas, como sucedió en los 90 durante el menemismo y su plan de convertibilidad y continuó en las puertas del nuevo siglo con el gobierno de la Alianza, es la muestra fiel de un fracaso político y económico, o quizá es parte del mismo plan de negocios que representa Cambiemos. Como sea, el auxilio financiero del FMI, la reducción del gasto, la suba de la tasa de referencia del Banco Central en torno al 40 por ciento, la meta de inflación para tener “paritarias cuidadas” del 15 por ciento y la venta de reservas no alcanzaron para domesticar el precio del billete verde. Desde el gobierno dicen que no hay nada de qué preocuparse. Pequeños ahorristas temen por sus depósitos y prefieren el colchón.

Crisis financiera

“La inestabilidad cambiaria de las últimas semanas tiene sus orígenes en una multiplicidad de causas, algunas internas y otras exógenas. Entre las más importantes, se cuentan la presión sobre el dólar de los fondos que desarmaron posiciones en Lebacs, el fortalecimiento del dólar por la suba de la tasa de interés en Estados Unidos y la inestabilidad local posterior a la última ronda de aumentos tarifarios”, se indicó en un informe que elaboró la Universidad Nacional de Avellaneda sobre la crisis financiera de las últimas semanas, que, devaluación mediante, derivará en un nuevo envión inflacionario que profundizará el deterioro del poder adquisitivo de trabajadores, jubilados y beneficiarios de la asignación universal por hijo.

“El «error no forzado» del Banco Central, que abandonó su esquema de libre fijación del tipo de cambio en pos de intervenciones sistemáticas, sin dudas contribuyó a potenciar las presiones devaluatorias. Con un mercado financiero interno ávido de rentabilidad de corto plazo, el preanuncio de una posición compradora no logra más que los fondos hagan uso de esa información para correr contra la moneda. Un manejo torpe de la política de tasas, con tribulaciones desde el anuncio de fines de año pasado en clara tensión Jefatura de Gabinete-BCRA, también llevó a los agentes a buscar resguardo en moneda dura”, se explicó en el reporte antes citado.

“El resultado de la secuencia nos posiciona en el peor de los mundos –se alertó–: la tasa de interés de referencia toca su techo en los últimos quince años, el tipo de cambio se incrementa un 15 por ciento y el stock de reservas disminuye más de 6.000 millones de dólares en lo que va de año. Los más de 5.100 millones de dólares que se perdieron en abril dan cuenta de la cuarta caída en magnitud desde inicios de siglo. La olla a presión del sector externo rebalsó en las últimas semanas, a partir de la devaluación del 9 por ciento del último mes. El salto cambiario del cuatrimestre ya acumula un 20 por ciento y es el tercero más grande de los últimos quince años. Con todo, el tipo de cambio actual ya superó la estimación presupuestaria proyectada hasta el año 2021”.

Endeudadores y fugadores

La Universidad Metropolitana para la Educación y el Trabajo (Umet) viene haciendo un seguimiento de las emisiones de deuda y la fuga de capitales desde el comienzo del gobierno de Cambiemos. “La deuda total emitida recientemente por los gobiernos nacionales, provinciales y el sector privado en los mercados externos o locales, alcanza los 141.948 millones de dólares según el último informe del Ministerio de Finanzas. Aunque estos datos pueden ser algo superior cuando se actualice la información a diciembre de 2017, no hará otra cosa que confirmar la velocidad y tamaño del endeudamiento iniciado por Cambiemos en su gestión comenzada en 2015”, se señaló.

Según el informe de la Umet, ese dato implica un crecimiento del stock de deuda del 29 por ciento entre 2015-2018 que medido con relación al PBI significa un crecimiento de 17 por ciento, pasando de 37,6 en 2015 a 54,6 en 2017. Para la historia reciente significa que hubo un crecimiento nominal de deuda de una cifra cercana a 100.000 millones de dólares, en 24 meses, lo que es el doble del aumento de deuda realizado por la dictadura entre 1976-1983. O lo que es lo mismo, es tres veces el presupuesto educativo o veinte veces el recorte realizado a los jubilados”.

Los números son más estremecedores cuando se analiza la fuga de capitales desde el inicio de la gestión Macri hasta el presente. “Los datos presentan un número muy alto para una economía que no tiene rumbo cierto y exhibe la fragilidad de estas cifras. Desde enero de 2016 a fines de marzo de 2018 la fuga total fue de 88.084 millones de dólares, pudiendo alcanzarse 32.257 millones el primer año, 40.873 millones en el segundo y 11.112 millones en lo que va de 2018”.

A falta de dólares, Argentina decidió pedir plata al FMI. El Fondo no hace beneficencia, no cambió, no es más bueno. El Fondo presta dinero a cambio de seguir sus recetas ajustadoras.

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