«Estás corto de mujeres” fue la primera observación de la titular del Fondo Monetario Internacional (FMI), Christine Lagarde, a la delegación argentina que llegó a Washington para consumar una nueva entrega de la soberanía argentina, que traerá más ajuste, destrucción de la industria y el trabajo nacional, a cambio de 30 mil millones de dólares que volverán rápidamente a ese país, fugados, como los 88 mil que ya se fueron desde que llegó Mauricio Macri a la Casa Rosada.

Correr por izquierda al gobierno de Cambiemos no es ninguna hazaña. Que lo haga la directora del FMI –ese “engendro putativo del imperialismo”, como lo definió Perón–, que sólo defiende los intereses del capital financiero, llevando a la quiebra a las naciones del tercer mundo y sometiendo al hambre a millones de personas, pone de manifiesto el trato que le dan a sus cipayos los banqueros de los mandarines.

Pero para la banda encabezada por el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, que viajó a EEUU para cumplir con el mandato presidencial de poner al país de rodillas, lo trascendente no es el único audio que se conoció del encuentro, sino la foto y el “mensaje” que “calme a los mercados”. El viejo y conocido chamuyo noventista que quienes tiene más de más de 25 años recuerdan vívidamente cómo explotó en 2001.

Por eso, en redes sociales y encuestas de opinión rápidamente la imagen del gobierno, del propio Macri y hasta de la gobernadora de Buenos Aires María Eugenia Vidal (el plan B del establishment), sufrieron una fuerte caída que ni los medios recontra oficiales que integran el dispositivo de comunicación que acompaña a la gestión Cambiemos pudieron ocultar. Clarín incluso habló de “la mochila Macri” que arrastra para abajo la imagen de la mandataria bonaerense.

El fantasma de la Alianza –que en joda apareció multiplicado en memes en Twitter, Facebook y Whatsapp–, fue agitado por el anuncio de la vuelta al FMI y la fuerte escalada del dólar, que escaseó en bancos y casas de cambio al punto que varios de los que fueron a buscar los verdes atesorados en sus cuentas recibieron como respuesta un rotundo: “se acabaron”.

Las condiciones del FMI son las mismas de siempre: más recorte para jubilaciones y pensiones, programas sociales y empleos públicos; más apertura de la importaciones y extranjerización de la economía, flexibilidad laboral, privatizaciones, libre entrada y, sobre todo, de salida de divisas. “Cuando un país solicita un préstamo al FMI, acuerda ajustar sus políticas económicas para superar los problemas que lo llevaron a tener que pedir financiamiento en primer lugar”, informa el propio organismo en su página web, como para evacuar cualquier tipo de duda.

El modelo de Mauricio Macri, que hasta hace semanas se mostraba como ejemplo en los foros económicos, porque venía a desterrar el populismo kirchnerista y a volver al mundo bajo el viejo mandato neoliberal, acelera la entrada a su fase más brutal, y cada vez más argentinos y argentinas lo perciben, a pesar de los esfuerzos de las corporaciones de medios por distorsionar su visión de la realidad. Pero el bolsillo y el estómago no engañan. Las tarifas, el incremento de los alimentos y el sueldo que no alcanza, tampoco; como recordó más de un legislador opositor esta semana en la Cámara de Diputados, donde se le propinó una dura derrota política al oficialismo tras dar media sanción al que congela la suba de los servicios públicos.  

Tal vez por eso, en la calle, en la panadería o en el banco, en vez de seguir con la cantinela del se “robaron todo”, vecinas y vecinos abordan otros tópicos, o chistes, como el siguiente escuchado en la cola de un supermercado de barrio Parque.

Un tipo le pregunta a otro:

—¿Y vos, cómo te hiciste kirchnerista, con Néstor o con Cristina?

—Con Macri.

 

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