El trompetista Gillespi que acompaña a Alejandro Dolina en La Venganza Será Terrible, habló sobre humor, jazz y rock. Y rememoró su experiencia en la banda de Luca Prodan.

Músico y compositor, conductor de radio y escritor de varios libros, Gillespi, como lo bautizó Roberto Pettinato hace más de tres décadas, en alusión a Dizzy Gillespie, emblemático trompetista de jazz que inflaba sus cachetes al extremo cuando soplaba su instrumento, charló con El Eslabón, de paso por Rosario en el marco de la presentación local de La Venganza Será Terrible, el programa radial que encabeza Alejandro Dolina.

En el marco de la gira que lo lleva junto al Negro Dolina, Patricio Barton y el Trío Sin Nombre, Gillespi, nacido en Monte Grande, en agosto de 1965, habló de los guiños humorísticos que lo acompañan detrás y delante de los escenarios. Hizo un poco de historia sobre el jazz, y recordó sus días y noches en Sumo, durante el momento de mayor ebullición del grupo que lideraba Luca Prodan.
Admite, que por estos días, las grabaciones de La Venganza Será Terrible, que se emite en Rosario por AM 1330, “son chinas”. “Es que el programa sale en un horario medio extraño, de 20 a 22, con público presente y en vivo, pero sale grabado a las doce”, comenta.

El músico emparenta estos viajes con el programa radial por provincias argentinas y países limítrofes, incluso con presentaciones en España, con las giras de Sumo por escenarios diversos en los años 80. “Parecemos una banda de rock , incluso los fines de semana estamos yendo a varios ciudades y antes de fin de año también estaremos en Montevideo”, dice Gillespi quien caracteriza a Dolina en relación al pelado italiano que cantaba Fuck You: “Cuando lo veo al Negro en el camarín de refilón, más que un Luca es más bien un Alice Cooper o un Ozzy Ousbourne”, se ríe.

El humor y el jazz
En sus incursiones en la radio, en televisión, en los insert de sus temas, en sus guiños a la hora de contar un anécdota y en sus formas de encarar las charlas, Gillespi trata de evitar el corset y apela al humor. “Yo soy más bien positivo, a mí siempre me gustó joder un poco, desacartonar. También en la música. Porque en el jazz hay un halo culturoso que para mí es demasiado y le hace bastante daño. Cuando vos te empezás a meter en el asunto y escuchar los orígenes de esta música, te encontras con referentes como Louis Armstrong y con grupos de los años 40 que eran muy divertidos y con los que la gente bailaba, algo parecido con lo que pasó con la música pop o rock. Después se fue transformando en un culto de música clásica, momificada. ¡Uy, jazz, qué plomo!”.

Y sigue: “Creo que hay un punto en que los blancos empiezan a meter la cuchara como (George) Gershwin. Empezó a agarrar los ritmos y los llevó a obras de teatro y comedias musicales e hizo la famosa Rhapsody in Blue. Después hubo cantidad de músicos blancos que se empezaron a meter como Bill Evans, un pianista, hay muchos casos como el de Benny Goodman; el blanco tenía toda esa formación más académica, más de la música clásica europea, y ahí empieza a intelectualizarse lo que originalmente era el jazz de New Orleans de los funerales, de las fiestas en la calle que la gente bailaba, que cada uno agarraba un instrumento porque eran instrumentos del ejército porque no había de cuerdas, entonces se hacía todo con vientos y redoblantes, ponele”.

Jazz & rock
Gillespi debutó en los escenarios en un festival de jazz en 1984, a la vez que participó de bandas como Divididos y Las Pelotas, un poco como herencia de Sumo y Pachuco Cadáver, el grupo que Pettinato y Guillermo Piccolini formaron en España. Como solista, grabó ocho discos entre los que se destacan Ultradeforme, su debut discográfico en 1988, Superchatarraespéshal, de 2005; Bell Vill, de 2012; Live From Rulemanía, con Willy Crook, y Desayuno en Ganímedes, de 2015, en sincronía con Daniel Melero.

Dentro del universo del jazz, el estilo bip bob fue el que más lo cuativó. “Es una corriente de los años 40, donde surgió Charlie Parker, Thelonius Monk, el propio Dizzy Gillespie y Miles Davis, que era muy chico pero agarró parte del bip bop. Esa generación se la jugó un poco, el jazz de esos años iba por la autopista, digamos, con las orquestas como la de Glenn Miller y Duke Ellington, y estos eran unos locos que tocaban en clubcitos de jazz y en sótanos. Lo que hacían era deformar, entre comillas, el género. Eran como el punk del jazz, yo me copé con la sonoridad de la época, de esa camada, de ahí salieron grandes y genios totales, fue una época dorada y a la vez maldita porque no era música que los yankis escucharan masivamente, era como un idioma cerrado para intelectualoides, gente de la noche, bohemios y músicos. Para mí ahí se llegó a lo máximo. Los trompetistas de esa época como (Miles) Davis, que reemplazó a Dizzy en el quinteto de Parker. Miles lo iba a ver al tío Gillespie y después subió al escenario. Yo me metí un poco en ese mundo cuando comencé con la trompeta”.

Llegando los monos
De la mano de Roberto Pettinato, Gillespi se metió en el grupo formado por Luca Prodan, ese irreverente personaje que significó un quiebre artístico en el rock vernáculo. Ambos se habían cruzado varias veces en la calle en los 80, y una palabra mágica, el nombre de Olu Dara, otro trompetista norteamericano que le nombró Gillespi al saxofonista, terminó en una invitación para que se sumara a los ensayos.

“Fue un momento en el que había una posibilidad de penetrar en la banda. Yo los había visto y me habían volado la cabeza. Había descubierto una banda completamente distinta a la que venía curtiendo, porque yo era muy del mundo spinetteano, de Serú Girán, de todo lo que era el jazz argentino, Pedro Aznar, toda esa mano. Y cuando fui a ver a Sumo, fue un martillazo en la cabeza que no entendí nada porque la densitud de la banda y todo ese coqueteo con la música funk, el reggae y esos temas como La Rubia Tarada, Los Viejos Vinagres, Disco Baby Disco, eran temas de un funk tipo James Brown, pero más rockero, con más palo, más base. Y yo me imaginaba tocando la trompeta ahí arriba.

Después finalmente lo pude a hacer gracias a Petti y también a todos porque estaban en ese momento con la guardia baja, por decirlo en términos boxísticos. Era un momento donde la banda ya era grande. La manejaba la agencia de (Daniel) Grinbank, tocaban en festivales, y ya estaban más abiertos. Había entrado (Ricardo) Mollo, y después me colé yo el último año, estuve en casi todos los show con mi trompetita, y me subía y tocaba y hasta cobré plata (se ríe). Era como ahora, a nivel de la coyuntura política, los músicos no ganaban en esa época, había que romperse el orto.. era igual que ahora. A nadie le sobraba 5 mil pesos para prestarte. Era una cosa muy loca porque Petti hacía como una colecta para mí y aparecía con un dinero siempre, con lo cual yo ni siquiera pretendía cobrar”.

“A la vez la película que se veía del escenario para atrás era distinta, porque de alguna manera Luca era un líder que venía desgastado de antes, no era Vicentico con 20 años que se llevaba el mundo por delante. Nosotros lo conocimos a Luca ya resucitado de varias muertes, por decirlo de alguna manera. Él venía de Europa castigado y cuando le llega el éxito masivo a la banda era un momento que los juntabas con cucharitas a los músicos. Y paradójicamente, esos conciertos multitudinarios coincidían con momentos de la banda rarísimos. A Luca, por ejemplo, le habían hecho todas las letras de las canciones en afiches que estaban pegados con cinta scotch en el piso del escenario, y el chabón leía los temas de ahí, del disco que estábamos presentando en Obras. Hoy vas a ver a Ciro y Los Persas y el flaco ensayó 70 veces la canción, hay otro profesionalismo, pero en esa época era todo más crudo”.

Noches Negras
El trompetista que editó varios libros sobre música entre los que se destacan Blow! De trompetas y trompetistas, Salsipuedes (Historias de rock argentino), y extrañamente un libro sobre Narciso Ibáñez Menta junto a Leandro D’ambrosio, recuerda que en la radio empezó trabajando con Adolfo Castelo, un viejo socio de Alejandro Dolina en el programa radial Demasiado Tarde para Lágrimas, que con los años se convirtió en La Venganza Será Terrible.

“Yo empecé a laburar con Castelo, había cierto coqueteo con el Negro, pero yo laburaba con su otro socio artístico. Pasan los años, pasó lo que pasó con Castelo, que murió, pobre, de un cáncer de pulmón, en el 2004. Pasaron varios años y haciendo un programa de los míos, le hice un reportaje, le hice una entrevista absurda. Todos saben que Dolina es un gran entrevistado. Yo fui por otro lado, no preparé un porongo, me enfrenté al aire y hablamos de cualquier cosa. Después me llamó su productora para que participara de La Venganza. Ya pasaron once años, fue en el Paseo La Plaza, ante 600 personas. Cuando salimos y fuimos a tomar algo el Negro me dijo que había sido como si hubiéramos trabajado toda la vida, y ese año arreglé dos día a la semana. Era la época de Rolón, y bueno, nunca acordamos nada de lo que vamos a hablar, improviso. Y con la música él es más bien tanguero, del cancionero popular argentino, pero yo con la trompeta le motivé a revisar toda esa música de los años 40 y 50. Y nos mandamos nuestras baladas de los años del pedo y lo disfrutamos mucho, él se pone en pianista y mete los garfios y toda recontra bien”.

La TV
Sobre el final de la charla, Gillespi recuerdo a Anibal Hugo, el personaje que vía telefónica que deliraba con Roberto Pettinato y Gonzalo Bonadeo en el programa de cable Orsai, a fines de los 90.
“Yo tenía respeto por Spinetta y Miles Davis, no por Walter Pico, que era un futbolista de Boca, para mí el deportista el que jugaba la pelota era normal. Entonces desde ese lugar de outsider pude empezar a joder con el mundillo del fútbol, toda esa época fue impresionarte, eran momentos que en TyC Sport que era todo serio, que habia especialista en todos los rubros, y nosotros saliamos a la noche haciendo cualquier cosa”.

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