La agudización de la concentración que exhibe el mapa mediático provincial tras la reciente venta del conglomerado de La Capital exige posar la mirada sobre el devenir de las opciones con que cuenta el pueblo a la hora de informarse y las organizaciones libres del pueblo a la hora de informar lo que hacen y lo que piensan.

Por un lado, vale advertir que el megamonopolio conformado tiene todas las de ganar en términos de mercado. Y esta liebre lejos está de ser la que se distrae y permite que avance la tortuga. “A mi me gustaría tener opciones para publicar los avisos de venta y alquiler, pero cuando puse uno en otro diario, en La Capital me dijeron que me quitaban las bonificaciones que me hacían por los que publicaba con ellos. Y si hoy no salís en La Capital, es mucho más difícil alquilar o vender algo”, contó no hace mucho el propietario de una inmobiliaria de la ciudad.

La extorsión se extiende a varios rubros y con particular perversión al afán no comercial de los partidos políticos. En plena nueva campaña, una de las comidillas de operadores de todos colores es sobre las millonarias cifras exigidas por el Decano para publicar notas de candidatas y candidatos, que razonan más o menos igual que el hombre que vende y alquila propiedades: “Si no salimos en La Capital, no podemos ganar una elección”.

Esos millones que van para allá, son los que necesitarían para su desarrollo otros medios que garanticen la pluralidad de voces tan necesaria para esta etapa de la democracia argentina, tan en pañales todavía para cumplir su función de satisfacer las necesidades de las ciudadanas y los ciudadanos, entre las cuales están poder informarse y expresarse en lugar de someterse al mercadeo noticioso y el tarifario publicitario de los grandes grupos.

Ahora bien, con mirar a los costados del Uno que ahora es todavía más que Uno, se podrá apreciar que la asfixia económica no ha sido suficiente para silenciar todo otro sonido, letra o imagen. La angurria desenfadada de los medios más poderosos, su permanente alianza con los otros poderosos de la política y la economía que saquean y empobrecen a las mayorías, hacen que los medios que no entonen esa misma melodía tengan cada vez mayor demanda, y entonces nuevas posibilidades, y también cada vez más responsabilidad y conciencia de la necesidad de mejorar en calidad, en capacidad de llegada. Si la carne está cada vez más cara, no se puede ofrecer a cambio pasto. Se trata de pelear para bajar el precio del asado y garantizar su presencia en cada vez más parrillas sobre fuegos encendidos con papel que no sea de un solo diario.

Entre los afortunadamente varios ejemplos de medios que cantan otras verdades, se cuenta el que usted ahora está leyendo. En septiembre de este año, este periódico va a cumplir 20 años de presencia en tan árido ecosistema, con caparazón y paciencia de tortuga, que sabe que la liebre es rápida y no se va a distraer como la de la fábula, pero tiene patas cortas, como la mentira. Y no hay mentira que dure cien años.

Entre los imperativos de la hora para medios como el eslabón, está el de consolidar redes con otras expresiones periodísticas también afectadas por la concentración, mal extendido de Usuahia a La Quiaca. De allí la participación de quienes hacemos estas páginas, a través de la Cooperativa La Masa, en organizaciones como la Federación Asociativa de Diarios y Comunicadores Cooperativos de la República Argentina (Fadiccra) y la cooperativa de provisión de servicios Diarios y Periódicos de Santa Fe (Dypsa). En esta última confluyen experiencias de la autogestión con periódicos familiares y de pequeñas empresas que no se resignan a la extinción de la especie.

En cuanto a los manejados horizontalmente por sus trabajadoras y trabajadores, en los últimos años aparecieron en la provincia de Santa Fe, por lo menos, tres nuevas expresiones que reconfortan y fortalecen a quienes ya llevan más tiempo en la carrera. Se trata de las cooperativas de trabajo que sostienen el diario rosarino El Ciudadano y los periódicos El Correo de Firmat y Pausa, de la ciudad de Santa Fe.

En otras provincias también brotan nuevos espacios y se sostienen muchos que tienen más antigüedad. Unos y otros confirman que ya no se trata de locuras o afición por la aventura, ni de meros manotazos de sumergidos en los lodos patronales. Se trata de que donde hay una necesidad, hay un derecho, que eso son, derechos, los del acceso a la información y la libertad de expresión.

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