El grupo rosarino lanzó su primer larga duración con un prolífico trabajo secuenciado que no dejó de lado el pulso humano, fuera de lo digital.
El malvón es una de las plantas más populares. Como se sabe, prolifera en balcones y canteros de la ciudad; es salvaje, y sus flores, salen a la luz con descaro aún desde los adoquines. A raíz de esto, la imagen acústica de Malvón, la idea, espíritu, y juego estético que denota la palabra, fue bautizando a este grupo rosarino que asomó la nariz a mediados del 2016.
Malvón había surgido en sus comienzos como un proyecto más ligado al tango electrónico, pero en base a investigaciones y búsquedas sonoras se convirtió en otra cosa. “Nada pasa por casualidad”, dice una de las letras, parafraseando al Tata Martino. “Si pasa, es porque lo estamos buscando”, concluye.
La banda lanzó en 2019 su primera producción discográfica, su disco homónimo, que fue cargado en las redes sociales (está subido en YouTube). Consiguieron un subsidio del Instituto Nacional de la Música (Inamu), en el marco de una convocatoria a nivel regional, que les permitió pagar la grabación, edición y masterización en un estudio profesional.
El material se construyó en base a estructuras de sintetizadores, que ejecutó Alejandro Garro; bajos eléctricos a cargo de Germán Franke; guitarras eléctricas por Ezequiel Abaca, y vocalización de Marina Calvagna.
Garro explica que el disco nació desde un laboratorio casero, lugar de composiciones y ensayos. “Nuestra formación es de estudio. Como no usamos percusión –tracción a sangre– y usamos máquinas de ritmo o en vivo, disparamos archivos wav A la hora de grabar tuvimos un importante trabajo previo, hubo que reforzar detalles y en el estudio de Ezequiel Fructuoso, donde grabamos el material definitivo, hicimos un poco y un poco, cosa que haya toque en vivo, para que no sea súper editado. Está lleno de cosas que se resolvieron en el vivo”.
El disco de Malvón tiene ocho temas con una impronta intimista; melodías serenas que van ganando intensidad; rítmicas y sonoridades que remiten al electro pop, o al indie rock, sin dejar de lado la música popular. Tal vez por eso sumaron un sólo tema fuera de su autoría: No te animas a despegar, una versión de la canción de Charly García, que pudo significar un gusto pero permitió en definitiva “uno de los lugares para donde apuntar”.
De la cosecha propia se desprendieron Enjambre, Salvaje, Los iones, Siempre Lejos, Una Noche en Soldini, Tonalidad, y El Alesis.
El bajista Germán Franke admitió que al prescindir de elementos percusivos clásicos, “estaba perdidísimo al principio. En realidad es otra cosa, es un rol distinto. Me costó un poco adaptarme porque lleva su proceso, pero es una cuestión para investigar. La grabación estuvo muy buena, exploramos varias sonidos con diferentes bajos”, contó y subrayó “la cuestión humana, carnal, fuera de lo digital, el contraste”, que se dio entre el bajo y la guitarra, entre otras microrelaciones.
Sobre la experiencia de cantar en un formato cargado de programaciones, también se expresó la vocalista Marina Calvagna, quien habitó diversas formaciones en su trayectoria y que actualmente integra también la agrupación Chiquita Machado.
“Yo estoy re contenta, es como un juguetito nuevo. No tiene nada que ver con lo que venía haciendo, es otro paradigma esto de las fuentes electrónicas. Yo estuve cantando en murgas y en bandas de formaciones casi orquestales, y al principio de Malvón me faltaba el baterista». «¡Por favor, poneme un baterista!», clamaba la cantante aunque después afirma que «todo se fue conformando en algo muy lindo para investigar”.
El proceso de grabación duró unos dos meses, con un dato; el guitarrista Ezequiel Abaca plasmó sus guitarras en el disco y se fue a vivir a otra ciudad por cuestiones personales.
El dejo de lejanía que tiene gran parte de las líricas de las canciones de Malvón, se hacen carne en la partida del guitarrista: “Nos conocemos desde hace mucho, estudiamos juntos, hay un factor humano muy grande”, expresa Garro, y Marina, aclara que lo van a extrañar.
Se puede achicar el formato pero no el potencial. Por eso afirman que la partida del compañero terminará diluyendo las guitarras por completo, y los sintetizadores ganarán aún más poder. El cuarteto se convierte en un trío, y Marina canta y toca las teclas. Una banda en constante mutación.
Presentación en vivo
Malvón se presenta la noche del 22 de junio, en Bon Scott, junto a Carmela y Ambrosia. La velada será acompañada por proyecciones, entre las que se destaca un corto de Estefanía Piedrahita sobre la lucha del Movimiento de Mujeres por la aprobación de la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo.