Se ha escrito mucho últimamente sobre Arturo Jauretche. Fallecido hace más de cuarenta años, su figura no ha cesado de crecer con el tiempo, hasta uno de los grupos de rock nacional más importantes de nuestro país (Los Piojos) le ha dedicado un tema de difusión masiva (San Jauretche).

Nació en la ciudad de Lincoln, provincia de Buenos Aires, en 1901, fue desde su niñez un curioso por las cosas que sucedían a su alrededor. Como él mismo afirmó, le interesaba más lo que decían los paisanos que las enseñanzas que daba la escuela normalista: la capacidad para escuchar los veneros profundos del pueblo fue una de sus características esenciales.

En su juventud fue dirigente del partido Conservador, pero la figura de don Hipólito Yrigoyen lo acercó al Partido Radical, donde comprendió que sin el apoyo de las masas no había ninguna posibilidad de cambio social.

El golpe de 1930 lo encontró, como siempre, del lado de la resistencia a la dictadura de Uriburu y su política de entrega. En la década del treinta, con otros radicales intransigentes de la época funda F.O.R.J.A. (Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina), que constituyó el núcleo más importante del pensamiento nacional del siglo veinte.

En sus diez años de vida, F.O.R.J.A. esta agrupación analizó con escalpelo la realidad del “estatuto legal del coloniaje”. El naciente peronismo lo encontró entre sus entusiastas y defensores; sin embargo, y a pesar de ser uno de los políticos más lúcidos que tiene la Argentina, ocupó un cargo menor en la provincia de Buenos Aires. Esta “exclusión” privó al movimiento nacional de quien podría haber sido uno de los grandes ministros del interior de nuestra historia.

Caído el peronismo y como no podía ser de otro modo, militó en la resistencia contra la revolución “fusiladora”; publicó por ese tiempo su libro “Los Profetas del Odio”, en el que diseccionó a la antipatria.

El carácter polémico de su estilo es uno de sus sellos particulares. Pero es en su Manual de Zonceras Argentinas, donde encontramos al mejor Arturo Jauretche, genio e ingenio en la república del pensamiento y las letras. Es sin duda uno de los clásicos del ensayo político argentino, su prosa “hablada” lo emparenta con su gran rival en el terreno de las ideas, Domingo Faustino Sarmiento.

Arturo Jauretche fue ante todo un militante de lo nacional, bregó por una Argentina para todos, sin excluidos ni olvidados. Nos sigue enseñando a pensar y sobre todo nos ilumina con una vida sin fisuras, es de esos personajes a los que siempre recordamos con cariño y respeto.

Fuente: El Correo de Firmat

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