A lo largo de la semana que va cerrando, las Cámaras de Senadores de Santa Fe y de la Nación estuvieron en el foco de los medios y de la opinión pública. Pasa cada tanto, no muy seguido. Y en ambos casos, sea por la causa de corrupción que involucra al senador Armando Traferri (provincia) o el debate público por la legalización del aborto (nación), la crítica a la institución aparece alimentando todos los discursos. Lo más suave en lo que se hace hincapié es en el nivel de conservadurismo que campea por la Cámara de Senadores. Un activista y periodista en Twitter lo expresó de la manera más brutal y directa: “Propongo abortar de forma clandestina, insegura e ilegal al Senado”. En el medio quedan los grises. ¿Qué es y para qué sirve la Cámara de Senadores? 

Igual a todos 

“En todo el mundo se suele decir que el Senado es conservador. Es un comentario sobre todas las cámaras altas. Por eso se le llama así también, o Cámara Vieja. Se supone que los senadores son los lores (títulos de nobleza inglesa) y que son personas de origen más conservador, más territorial y de mayor edad”, explica el abogado constitucionalista Domingo Rondina en diálogo con este semanario. Rondina oficia de guía para reflexionar sobre los senados más allá de la bronca o la antipolítica. Va y viene entre la historia de la democracia y las particularidades de los pueblos y departamentos de Santa Fe. Porque todo tiene que ver.  

Los senadores, en todo el mundo, están más bien vinculados a las personas destacadas. Su designación tiene que ver con la edad o los antecedentes; de hecho, en algunos casos cada ex presidente o presidenta ocupa un lugar en la Cámara Alta de su país una vez finalizado su mandato. “En líneas generales, ese lugar tiene que ver con el poder económico, pero también con el histórico”, puntualiza el jurista. “Por eso en la génesis de una cámara alta revisora hay una idea de conservadurismo, porque se supone que son los que tienen que poner el embrague frente a la aceleración de la cámara de los comunes, es decir la cámara de diputados”.   

 “Me gusta pensar la política legislativa en relación a estos temas, como el aborto, que dejan en evidencia o nos hacen preguntar qué importancia tiene el Parlamento, el Congreso nacional o el Senado en este caso, que es una de las instituciones relevantes para la dinámica de la democracia y el juego de poderes del Estado”, señala Mariana Berdondini, politóloga y doctora en Ciencia Política. 

 Cada vez que las instituciones están en foco se puede ver el poder que tienen a la hora de pensar en las políticas públicas y cómo van jugando los actores políticos en relación a lo que irrumpe públicamente, dice la docente e investigadora de la Universidad Nacional de Rosario. “Son espacios que deciden políticamente todo el tiempo, porque todo el tiempo son actores políticos de fundamental relevancia, con diferencias a nivel nacional y provincia. Y hay veces que la coyuntura los pone en evidencia y ahí se ve qué tan a la altura están los legisladores en relación a los temas que irrumpen públicamente, que cada vez interpelan más ese acompasamiento entre la dinámica institucional y la dinámica extra-institucional, es decir lo que ocurre por fuera de ese espacio que parece cerrado. Y el Senado con más razón”, sentencia. 

En Argentina, la Cámara de Senadores es el lugar asignado para la representación territorial. Tiene tres representantes por provincia. Son en total 72 senadores y senadoras que concentran el poder de los votos, mucho más que en la Cámara de Diputados, donde las representaciones son en función de la cantidad de habitantes. La Cámara de Senadores de la provincia, por su parte, tiene un representante de cada departamento. Es decir, son en total 19 senadores (hay sólo una mujer ocupando banca).

En Santa Fe vale lo mismo el voto del departamento Rosario (que tiene aproximadamente 1.193.605 habitantes) que el del departamento Garay (que apenas pasa los 21.000 habitantes). “El rol del Senado santafesino es darle entidad gubernativa al territorio. Cada departamento vale un voto. Eso permite que se integre más la provincia, que es profundamente desigual. Al no ser votos relacionados a lo demográfico, se asegura una búsqueda, por lo menos idealmente, de un grado equilibrado de desarrollo en todo el territorio provincial”, explica Rondina. 

La representación así planteada deja ver varios interrogantes: ¿Es el Senado o el territorio? ¿Es una institución conservadora o se trata simplemente de la voz del pueblo? ¿Cuál es la tarea de quien legisla? ¿Representar a sus votantes linealmente o cambiar la realidad? Cada mano alzada está orientada por idearios, partidos políticos y gobiernos. Pero también por los votos, en las reelecciones. Y en los territorios donde el senador se vincula más con los votantes, qué piensan ellos puede marcar una diferencia. 

“No creo que el legislador tenga que ser solamente un transmisor de sus electores. Hay veces que hay que legislar mejor que lo que la gente piensa; de lo contrario no tendríamos leyes como la de divorcio, por ejemplo. Cada legislador o funcionario está, o debería estar, lo suficientemente formado, contar con la suficiente información, para darse cuenta de que, aunque a la mayoría de sus electores pueda no simpatizarle algo, hay leyes, hay normativas, que son necesarias. El problema tiene que ver con los mecanismos de representación política y cómo premiamos o castigamos con el voto”, señala el constitucionalista. 

Si se rastrea cómo se llega al Senado, se advierten ciertas características comunes: ser una persona conocida, originaria de los distritos más poblados (aunque hay excepciones) de cada departamento, tener cierta adhesión de los intendentes y presidentes comunales en la primera elección, al menos para que colaboren en la difusión de la candidatura. Desde que se implementó la boleta única en la provincia, sin embargo, las y los candidatos al Senado están separados de la figura del presidente de comuna y/o intendente. Eso les da una necesidad mayor de mostrarse solos en cada pueblo porque nadie lo puede ayudar. Y a la vez no le deben ayuda a nadie. 

“Los senadores ahora trabajan en relación directa con la ciudadanía. Para su elección o reelección tienen que recorrer los pueblos y lograr que la gente los conozca, porque la boleta única los independizó”, puntualiza Rondina. 

Hay otra característica que define quiénes son estos representantes y su búsqueda permanente de reelección: el dinero con el que cuentan los convierte en una suerte de mini-gobernadores o virreyes, como alguna vez se los definió. “Lo que campea es decir que son todos chorros o viejos chotos que no sirven para nada. Pero el Senado de la provincia es una institución importantísima que hay que reformular, porque no está funcionando bien”, sugiere el abogado consultado. “Yo soy partidario de que reduzca su tarea de acción directa en los departamentos vinculada a repartir subsidios, dádivas, que es una función más propia del poder ejecutivo, y que se concentre más en la labor legislativa y en la tarea de control, que es la tarea esencial que debería tener el Senado en la provincia”. 

 El rechazo al pedido de desafuero del senador justicialista Armando Traferri, señalado como presunto organizador o partícipe de una red de juego clandestino, puso en jaque al Senado de la provincia (ver página 10). En Santa Fe no se habla de otra cosa que no sea la oscuridad que rodea a la Cámara Alta de la provincia. Y no son pocos los que se preguntan por qué sigue funcionando la institución. “Creo que lo de Traferri afecta a toda la representación electiva, porque se está generando el discurso de que son todos corruptos, lo cual es mentira”, señala el abogado Domingo Rondina. 

Hay que agregar el problema de la decadencia del bicameralismo. Rondina se define como un partidario de la unicameralidad “de toda la vida”. “Porque demora, es más onerosa y porque mientras haya dos cámaras va a ser inevitable que una sea conservadora, cualquiera sea su origen”. La clave para él es encontrar en la provincia de Santa Fe una cámara de diputados que a la vez garantice la representación departamental para equilibrar las desigualdades del territorio provincial. Todos, para él, tienen que ser un voto en una misma cámara. 

 Un lugar para la transformación

Mariana Berdondini también remarca un factor esencial: son los partidos políticos quienes deciden quiénes van a disputar las candidaturas para esas bancas. Primero los partidos, después las y los ciudadanos que votamos. Puede ser que la institución tenga un rol asignado históricamente. Pero también puede transformarse a la luz de los actores y actrices que la van ocupando. “No va a perdurar por siempre de una manera. Cambia en relación a quién encabeza la cámara, a quiénes llegan a ocupar bancas, a cómo se organizan las comisiones y quiénes las presiden. Los actores políticos son decisivos siempre”, señala la politóloga. 

Por lo general, el Senado de la nación es el lugar de quienes ya han transitado una carrera política, que han sido gobernadores, que han ocupado lugares ejecutivos en gabinetes provinciales o nacionales. No suelen llegar personas que están empezando su carrera política. Salvo las excepciones que empiezan a mostrar cambios. “Lo que sucede en nuestras cámaras legislativas es que suelen ser lugares de paso. Eso está cambiando un poco. Es importante formarse en la tarea de legislar, aporta calidad y dinámica a los debates”, dice la politóloga. Y da dos ejemplos con nombre y apellido: Miguel Ángel Pichetto y Cristina Fernández de Kirchner.  “No hay que subestimar el rol de los legisladores. Pero a veces hasta la clase política lo subestima y el menosprecio se traslada a la sociedad. Después, cuando tienen que tomar decisiones, te agarrás la cabeza”. 

En ese sentido, cabe pensar también las cámaras legislativas como los espacios donde se producen los debates públicos y políticos. Y no es menor. Es la oportunidad de visibilizar lo que pasa en las casas, en las calles, en los bares, en las movilizaciones. “Una vez que llegan al parlamento, los temas se instalan en la agenda política y pública. Hay un antes y un después de cada debate en términos de pensar un tema como problema político”, sostiene la docente e investigadora. Para ella, esa es la mayor relevancia que tiene el debate político, público y estatal: sacar caretas, interpelarnos individualmente y como sociedad. “Una vez que el debate está ahí no se puede mirar para otro lado y el parlamento tiene que pasar por esa instancia”.  

Para Mariana Berdondini, sea en el Senado de la Nación o de la provincia, apelar a lo que piensan los territorios para condicionar sus votos -en un sentido más conservador- “es una linda excusa”. “Es una simplificación de algunos legisladores para no debatir temas. Porque en ese lugar es más cómodo poder posicionarse que problematizar, sentarse a ver qué pasa en cada provincia. Puede ser que en algunos lugares no sea tan fácil andar con un pañuelo verde, pero eso no significa que no existan abortos. La pregunta es si el legislador no tendría que ponerse a la altura o por delante del problema. Es una forma de enfrentarlo de otra manera”. 

La politóloga asegura que la importancia de que los debates, como el aborto, lleguen a la Cámara de Senadores es que habilitan la posibilidad de ver por qué son importantes estas instancias. Cabe recordar, marca, que el Senado es uno de los poderes donde se gestionan y diseñan las políticas públicas. Que hay mejores o peores legisladores, conformaciones de cámara. “Pero establecen otra pauta para tratar la política pública. Hay un tiempo institucional que tiene que transcurrir para que algo que se escuchaba como ruido pueda hacerse oír como palabra, como discurso”. 

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