Liliana Sanjurjo

Liliana Sanjurjo es doctora en educación, dirige tres carreras de posgrados, ha trabajado en diferentes niveles del sistema educativo, es una referenta indiscutida de la formación docente a nivel nacional e internacional; una especialidad que vuelca en seminarios, congresos, charlas y encuentros pedagógicos. Y que también ha llevado a cientos de publicaciones, además de catorce libros de educación de los cuales es autora, coautora o directora de colección, por citar una apretada síntesis de su rica trayectoria. Ella, sin embargo, dice orgullosa que tiene la camiseta de “Maestra”, porque es un trabajo tan comprometido que se mete en la piel. 

A principio de marzo, el Consejo Superior de la Universidad Nacional de Rosario (UNR) aprobó la designación de Liliana Sanjurjo como “Profesora Honoraria de la UNR”. Una distinción que también alcanza a Graciela Cariello, además del reconocimiento post mortem a Cristina De Bernardi. Las tres, educadoras de Humanidades y Artes. 

“Tengo un cariño muy especial por la Universidad Nacional de Rosario, en particular por la Facultad de Humanidades y Artes”, dice Liliana Sanjurjo al enterarse de la distinción, además de celebrar la política de reconocimientos que desde hace tiempo lleva adelante esta Facultad. Como la designación es bien reciente, aún no se ha fijado la fecha para formalizarla en un acto. 

Liliana Sanjurjo
En el ECU, en el congreso de la Asociación Iberoamericana de Docencia Universitaria (2019).

La historia de Liliana y la educación comenzó en el jardín de infantes de la Normal N°1, la misma escuela donde hizo toda su escolaridad hasta el secundario, donde se graduó como maestra normal nacional (fue la última promoción de egresadas con el título docente).  

Comenzó de inmediato a trabajar de maestra, como la mayoría: haciendo reemplazos. En este caso fue en la Escuela N°1.032 La Argentina, una primaria privada de la zona sur de Rosario. Poco tiempo después, participó de un concurso de ingreso a la docencia y tomó cargo en la Escuela N°100 José Ingenieros, de Pueblo Nuevo; luego trabajó en la Escuela N°81 Juan José Paso, de Rosario. “Y simultáneamente a mi desempeño como maestra hice el profesorado, en el ámbito privado porque pedagogía no existía en el ámbito público en Rosario”, repasa. Trabajar en el aula y graduarse de profesora le abrió el camino –en 1974- para enseñar en los institutos de formación docente del Normal 1 de Rosario y en el Profesorado N° 3 de Villa Constitución.  

Liliana Sanjurjo
Liliana con sus alumnos de 4° grado de la Escuela 100 (1969). Foto: gentileza L. Sanjurjo.

Fueron 10 años los que Liliana trabajó como maestra de grado. “Me costó dejar la primaria, me gustaba, pero llegó un momento en que empecé a trabajar también mucho en los profesorados. Lo que me decidió a dejar la primaria fue que me pesqué fiebre tifoidea en la Escuela 81. Era plena dictadura (1976). Fue a causa de que se había venido abajo el pozo ciego que estaba en el medio del patio, y lo único que hizo el Ministerio fue poner un cerquito”, relata sobre lo que en la docencia significa poner el cuerpo, para nada una metáfora. 

Liliana Sanjurjo
Enseñando en el primer grado de la Escuela N°100, en 1971. Foto: gentileza L. Sanjurjo.

La trayectoria sostenida en la formación permanente y en la práctica en el aula es la que la ubica a Liliana en un lugar de autoridad para opinar sobre la educación y el accionar docente. Ella agrega un dato sustancial sobre el ejercicio del magisterio: “Tuve la suerte de arrancar casi simultáneamente la militancia gremial”. 

¿Cómo comenzaste tu militancia gremial? 

-Comencé porque justamente trabajaba como maestra de grado y estaba recién recibida de profesora, cuando fue el gran paro docente de 1971. Además en la escuela de Pueblo Nuevo hicimos un grupo bien interesante, en gran parte gracias a la directora que fue Susana Llera, y quien además fue subsecretaria del Sinter (Sindicato de Trabajadores de la Educación de Rosario) durante muchos años. Nos entusiasmó. Y el trabajo en ese tipo de escuelas –urbano marginales- también te politiza. 

Viene muy bien este reconocimiento, en un momento donde la oposición busca descalificar todo el tiempo a los sindicatos docentes. 

La antipolítica es un discurso bien de derecha, para que no nos comprometamos y los grandes intereses actúen solos, sin ninguna presión. Es el discurso propio de la derecha. 

¿Cómo te formó la participación en el sindicato docente? 

Fue uno de los hitos más importantes de mi formación política. Yo estuve desde la primera hasta la última comisión directiva del Sinter, que fue uno de los pilares de la Ctera. Claro tenía 22 años, así que era la última vocal. Pero no importa estuve desde el principio y para mí es un orgullo. Un poco cargándome, Ovide (Menin) siempre me decía: ‘Mirá qué linda formación tenés: de la Escuela Normal, después las monjitas te dieron una buena formación aristotélico tomista, y además simultáneamente militar en el sindicato. Qué buena formación hizo todo esto’. Mucho tiene que ver en mi formación trabajar en escuelas urbano marginales, con realidades muy complejas, además de encontrarme con un muy buen grupo, una muy buena directora, con quienes nos fuimos politizando en grupo. Cuando estaba en la Escuela 100, empezó a trabajar allí como maestro alfabetizador a la noche y como maestro de la primaria Raúl García, que era un antropólogo y venía de formarse en la línea de los curas del Tercer Mundo. Y entonces conocimos a Paulo Freire en el 70, 71 cuando su primer libro sabemos que Freire lo publicó en 1968. Raúl García había hecho las experiencias de alfabetización en los círculos de cultura de Freire y nosotros hicimos también esa experiencia, pero con los chicos de la primaria común, algo sobre lo que me adeudo aún escribir. Al maestro Raúl García lo mataron en la dictadura. Y en esta escuela también tenemos otra educadora desaparecida (1976), la bibliotecaria Elvira Márquez Dreyer. Habíamos entrado todas juntas, de jovencitas a trabajar. 

Liliana Sanjurjo
Liliana disertando en una charla en defensa de la lucha docente. Escuela Itinerante de Ctera (2017).

Rosita, Olga y Leticia 

El primer concurso docente en el que Liliana participó era tan masivo que los ofrecimientos de cargos se hicieron en la Fundación Astegno. “Ahí es cuando sucede esa anécdota que yo siempre cuento, de la maestra que pasaba por las filas, mientras esperábamos el llamado, diciéndonos; ‘No elijan el circuito de la Ziperovich porque se trabaja mucho’. Era el circuito de la zona norte. Yo no lo elegí porque vivía en Saladillo, la escuela de Pueblo Nuevo me quedaba bien y había un montón de vacantes”. Tiempo después Liliana conocería a Rosita, quien se convertiría en lo que llama “una de sus maestras”. 

Liliana Sanjurjo y Rosita Ziperovich
La profesora Sanjurjo en el acto de graduación de Ciencias de la Educación (1991). En primer plano, la gran Rosita Ziperovich. Foto: gentileza L. Sanjurjo.

Uno de los libros que escribiste es el de Rosita Ziperovich, una vida para la vida (junto a Ana María Molino, de Ediciones Amsafé). 

Hay que reconocer a quienes fueron los maestros de una. Aprendí mucho de Rosita, mucho de Ovide y de Leonor Bella de Paz cuando trabajé en la Escuela de Ciencias de la Educación. A Rosita la conocí primero de oídas; luego de “grande”, a sus 70 años. Ahí nos encontramos en grupos de estudio, en la apertura democrática. Formalmente trabajamos juntas en la Facultad. Está esa anécdota tan conocida de cuando ella se fue a inscribir con sus 70 años como alumna a Ciencias de la Educación, y Ovide la sacó de la fila para ese trámite y la llevó como profesora de la carrera. Empezó en la cátedra de currículum y ella luego pidió pasar a la de residencia. Donde trabajamos juntas.  

Otras educadoras en las que se referencia tu trabajo son las hermanas Cossettini. 

Sí. Me acerqué mucho a las Cossettini sobre todo cuando Ovide, como director nacional (de Educación Superior), saca una resolución para que los institutos no tengan solo números sino nombres. Siendo vicerrectora del Instituto N°28 organizamos un concurso para proponer un nombre. Ganó ampliamente el de Olga Cossettini. A quien no conocí personalmente y ya había fallecido. Había conocido su experiencia por el Irice, por Amanda Paccotti, por otras personas. Sin embargo es ahí cuando empecé a tener una relación muy cercana con Leticia, a quien invitábamos a todos los actos y ella venía siempre. Nos invitó a la casa, la mimábamos un poco cuando cumplía años, y nos acompañó en uno de los últimos actos a los que asistió, que fue en la inauguración del edificio (del Instituto Olga Cossettini, en 2001).  

Al inicio de esta charla hablaste de tu amor por la Universidad pública, por la Facultad en la que trabajás. ¿Y cómo impacta este reconocimiento de Profesora Honoraria en tu carrera docente? 

Me decía un amigo que en la docencia es como que una se la pone de camiseta. Cuando charlábamos a propósito de esta designación, su esposa le preguntó qué era yo. “Es maestra”, le dijo. Hay como una tendencia en la docencia a no sacarse el rol, a metérselo en la piel, porque es algo que te compromete tanto..! La formación docente es importante. Es uno de los pilares a los que debería dedicársele más atención porque es lo que sostiene al sistema educativo después. Entonces haberme dedicado a eso, me produce y me ha dado mucha satisfacción. Siempre fui defensora de la educación pública, creo que hay que valorizar, sostener y valoro a quien decide libremente por la escuela pública, no que “cae en la escuela pública”. Y que decide porque lo ve como un valor.  

Liliana Sanjurjo y Ovide Menin
Con uno de sus maestros: Ovide Menin, apenas doctorada en educación. Foto: gentileza L. Sanjurjo.

Apasionada del oficio  

Tanto se apasiona Liliana Sanjurjo con su oficio que arranca esta charla resaltando la experiencia educativa desarrollada plenamente en la virtualidad en 2020 –inédita, a raíz de la pandemia- con sus estudiantes de residencia de Ciencias de la Educación, quienes se graduaron cursando en dicha modalidad. Actualmente, la Profesora Honoraria es directora de las maestrías práctica docente y en docencia en el campo de las prácticas profesionales, además de la especialización en práctica docente. Todos posgrados de Humanidades y Artes de la UNR.  

También integra la comisión académica del doctorado en educación y participa en la comisión del cambio de plan de estudio de ciencias de la educación. También es parte de la tarea de elaboración de una nueva normativa para los diseños curriculares, que encara el Área Académica y Aprendizaje del Rectorado de la UNR.  

Además fue supervisora del nivel superior en el sistema educativo santafesino, y rectora del Instituto de Educación Superior N°28 Olga Cossettini de Rosario. “Otras de las cosas importantes en mi vida, además de la universidad, es el Olga Cossettini. Otro hijo académico. Uno de los institutos más grandes del país, con todo lo que conseguimos: el reglamento democrático, el edificio propio. Es otra de mis patas profesionales importantes”, disfruta Liliana Sanjurjo de estos logros en sus 54 años de trabajo que lleva unidos a la enseñanza. 

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