La brutal opresión que sufren las afganas no estuvo entre las preocupaciones de los yanquis. Tenían otras prioridades, y órdenes precisas de dejar pasar las atrocidades cometidas contra ellas durante la invasión. 

Cuando EEUU invadió Afganistán, la situación de opresión de las mujeres no estaba entre las preocupaciones del imperio. La realidad de ciertas tradiciones ancestrales permaneció sin cambios antes, durante y después de la invasión: las mujeres siguieron siendo casadas sin su consentimiento y vendidas por un rebaño de vacas. 

La nota titulada “Afganistán: Vendidas por un rebaño de vacas” (“Afghanistan: Sold for a Herd of Cows”) publicada por el Instituto de Reportes sobre la Guerra y la Paz (IWPR) (Institute for War & Peace Reporter) deja en claro que durante la invasión de EEUU, las mujeres sufrieron la misma violencia machista que hoy sufren, y que los avances en sus derechos dependían, y todavía dependen, de la lucha de las propias mujeres. La idea misma de invasión contiene un carácter profundamente patriarcal y paternalista.

Las mujeres afganas sufren, desde siempre, una  persecución difícil de imaginar. Son consideradas seres inferiores, y se las vende como un objeto más. Esto sucedió también durante la permanencia de EEUU, situación que pasó inadvertida para los medios hegemónicos de todo el mundo. 

Es obvio que la opresión de las mujeres es todavía peor, y más brutal, con los talibanes en el poder. En este momento, las mujeres pueden ser asesinadas por no cumplir con las leyes que los talibanes imponen. Muchas de ellas recurren al suicidio para evitar ser ejecutadas. La joven poetisa apodada Zarmina se prendió fuego en 2010 (con los yanquis en el poder) después de un altercado con sus hermanos. La habían sorprendido leyendo un poema por teléfono y creyeron que sus palabras iban destinadas a un hombre al otro lado de la línea.

La situación de subordinación de las mujeres afganas, que es un hecho incontrastable, suele ser instrumentalizada y utilizada por medios hegemónicos para justificar la invasión estadounidense. Para buscarle “el lado bueno” a la prepotencia imperial que costó la vida de miles de niñas, niños, mujeres y hombres de Afganistán. 

Los invasores no hicieron nada cuando presenciaron abusos y violaciones de niñas, niños y mujeres. Muy por el contrario, la política de EEUU en este sentido era dejar hacer y callar. “Durante años, miembros de la policía afgana han abusado sexualmente de niños. Los soldados estadounidenses desplegados en ese país, quienes trabajan y viven mano a mano con los agentes locales, saben lo que pasa dentro de los cuarteles. Pero no pueden decir nada. Órdenes de arriba”, señala el diario español El Mundo en la nota titulada “El silencio de EEUU ante los abusos de niños en Afganistán”, publicada el 21 de septiembre de 2015.

«En general, las acusaciones de abuso sexual a menores por parte de personal militar o policial serían un problema de la ley penal afgana», afirmó el portavoz del Ejército estadounidense en Afganistán, Brian Tribus.

Las mujeres como botín

Los talibanes que hoy oprimen a las mujeres fueron armados y entrenados por EEUU desde 1979 (o incluso desde antes) para combatir a los soviéticos. Yanquis y talibanes fueron amigos durante un tiempo. Luego del atentado a las Torres Gemelas, EEUU invadió Afganistán y convirtió a sus amigos en enemigos. Tras una guerra de 20 años, EEUU sufrió una derrota humillante, pactó con los talibanes y entregó a la población de Afganistán a los monstruos que ellos mismos crearon. La rendición incondicional se firmó el 29 de febrero de 2020 y los invasores derrotados le concedieron todo a los talibanes. Las reservas naturales, las armas, y las mujeres son parte del botín que los derrotados entregaron a los vencedores. 

Si bien es cierto, de acuerdo al testimonio de muchas mujeres, que durante la invasión su situación fue menos mala, esto poco tiene que ver con acciones de EEUU. En todo caso, fue un efecto colateral, una ventaja táctica que las mujeres aprovecharon para conseguir derechos. Pero los consiguieron con lucha. Los derechos no se regalan, nunca. Y menos cuando un imperio arrasa un país.     

La invasión fue una cuestión geopolítica, geoestratégica, además del objetivo de saquear los recursos naturales de Afganistán: petróleo, gas, oro, hierro, cobre, cobalto, litio, y fundamentalmente, opio, del que sale la heroína, un negocio de miles de millones de dólares para los traficantes y los bancos que lavan su dinero. 

Por otra parte, las mujeres de Afganistán no son víctimas pasivas. Se ponen de pie y luchan, jugándose la vida, para obtener más derechos. Son un ejemplo paradigmático de feminismo. Esta lucha se da en el contexto de los movimientos feministas de todo el mundo, que en los últimos años se convirtieron en una fuerza política muy dinámica.

Las protestas no se detienen

En septiembre del 2021, las mujeres organizaron una de las tantas marchas de protesta contra los talibanes. “A pesar de las restricciones, las movilizaciones en Kabul fueron impulsadas por mujeres que buscaron alzar su voz y retar al nuevo Gobierno que no sólo las excluye de los cargos públicos, sino que también ha comenzado a restablecer restricciones del pasado como la prohibición a muchas mujeres de salir de sus hogares a trabajar o las restricciones a las niñas que asisten a las escuelas.”, señala la nota de France 24. Es fundamental escuchar las voces de las mujeres de Afganistán. Ellas dan testimonios de la violencia machista e inhumana, de la falta de derechos y de su secularización en una sociedad de tradiciones misóginas arraigadas.

En una nota publicada por Radio Francia Internacional (RFI), una mujer afgana se refiere a la educación: “A las mujeres les gustaría poder continuar su educación, pero depende de la situación del país”, comenta Shkula Zadran, ex representante de la ONU para la juventud afgana. “Si los talibanes no les permiten ir a la universidad, ¿cuál es la alternativa para ellas? Tal vez por ahora sería bueno continuar con los cursos en línea, como lo hicimos por la Covid-19. Esto permitiría a las niñas continuar sus estudios desde casa hasta que la situación política y de seguridad mejore”.

Otra mujer, de minoría hazara, ofreció un testimonio que conmovió al mundo. Dijo que fue perseguida por los milicianos y ahora ve cómo los sueños que tenía fueron reemplazados por el miedo, e incluso no descarta el suicidio. “Es algo que no puedo expresar con palabras, honestamente. Todo, todo lo que soñé, todo por lo que trabajé, mi dignidad, mi orgullo, incluso mi existencia como mujer, mi vida, todo está en peligro. Puedo sentir el miedo en mis huesos cuando salgo, los talibanes están en todas partes”, dijo. “Quién sabe cuánto tiempo les tomará venir y registrar casa por casa y llevarse a las niñas, probablemente para violarlas. Puede que me suicide cuando vengan a mi casa. He estado hablando con mis amigas, esto es lo que todas, todas, estamos planeando hacer. La muerte es mejor que ser tomadas por ellos. Todas estamos asustadas hasta los huesos”, señaló la mujer en declaraciones a la BBC reproducidas por el portal de noticias colombiano Semana.

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