En medio de la hecatombe de los precios, en especial de los alimentos, Roberto Feletti dejó la Secretaría de Comercio nacional por “discrepancias” con el plan económico del gobierno. La interna oficialista y la mesa de los argentinos en un contexto mundial complejo.

Con alta inflación y crisis alimentaria a escala mundial por el valor de la comida y el acceso a la misma, entre la peste que no se va y una guerra lejana y no tanto que se extiende en el tiempo, el nivel de precios y el poder adquisitivo de la población están entre las principales preocupaciones económicas domésticas. Las diferentes herramientas y estrategias a seguir para tratar de resolver la cuestión tensan la convivencia política en el gobernante Frente de Todos, tal como lo reflejó Roberto Feletti en su carta de renuncia a la Secretaría de Comercio Interior.

Su dimisión fue considerada “esperable” a partir de algunos encontronazos a cielo abierto con sus superiores, pero igual hizo mucho ruido. El ex funcionario referenciado en la vicepresidenta CFK marcó “discrepancias” con la dupla ministerial Guzmán-Kulfas (Economía y Producción) en el manejo del tema precios de los alimentos, con su consecuente huella en ingresos y el (mal)humor social.

El lunes 23 de mayo, mismo día que se conoció la renuncia de Feletti, quien estaba abocado al control de precios en el mercado interno, cooperativas y organizaciones en el Frente Barrial de la CTA de los Trabajadores realizaron un “panazo” callejero en distintas ciudades del país. Ofertaron pan a 150 pesos el kilo, la mitad de lo que cuesta en panaderías y otros puntos de venta. La movida fue en protesta por la descomunal suba en los valores de la harina y productos derivados, todos alcanzados por la evolución de la cotización del trigo en la plaza internacional. A la vez, el Frente Barrial buscó visibilizar la “especulación” de grandes grupos concentrados y, como salida, propuso crear una empresa nacional de alimentos.

En la misma sintonía, la jornada de lucha nacional realizada por la CTA Autónoma junto a organizaciones sociales en la víspera del 25 de Mayo, además de rechazar la “injerencia del FMI en la Argentina y sus políticas de ajuste”, incluyó reclamos para que los salarios le ganen a la inflación, por un ingreso universal y mayor control a los formadores de precios. La central sindical pidió generar nuevos esquemas productivos, control de precios en toda la cadena de valor y que se convoque nuevamente al Consejo del Salario.

Un informe estadístico del Indec dio a conocer que las ventas de alimentos en supermercados se estancaron. El dato oficial sobre retracción del consumo popular es de marzo pasado comparado con el mismo mes de 2021 y coincide con el pico de inflación del 6,7 por ciento. Las ventas por cantidades en los supermercados, fundamentalmente de productos alimenticios, cayeron levemente un 0,1 por ciento interanual, después de nueve meses de variación positiva. Además, en un año, crecieron 57 por ciento las compras de alimentos financiadas con tarjetas de crédito.

El piso de inflación va en ascenso. El dream team macrista, sin pandemia ni guerra, duplicó en cuatro años el nivel inflacionario anual y lo dejó por encima del 50 por ciento. El gobierno de Alberto Fernández primero lo bajó, pandemia mediante, y después, con la recuperación económica, volvió a estar arriba del 50 por ciento. Y este año, por el impacto de la guerra, el acuerdo y las exigencias del FMI y la falta de medidas internas para frenar la inercia, subiría otro escalón: se estima entre 60 y 70 por ciento de inflación anual.

Nicolás Pertierra, del Centro de Estudios Económicos y Sociales Scalabrini Ortiz (Ceso), opinó que “la inflación no va a bajar sola si no hay un programa contundente, no sólo en supermercados, sino también en otros rubros como la construcción. Con acuerdos de sólo una canasta de determinados productos en grandes cadenas, lo único que se logra es generar más inflación”.

En declaraciones radiales, consideró: “Aunque la economía crezca, los salarios están desactualizados y los trabajadores siguen perdiendo terreno, más allá de que las paritarias ya sean trimestrales y no semestrales. Mientras, otros se quedan con todo ese crecimiento. La realidad es que desde 2018 los sectores concentrados de la economía han tenido márgenes de ganancia como nunca antes, y eso es lo que hay que revisar casi tan urgentemente como los salarios”.

Fierro caliente

Feletti asumió en octubre de 2021 en lugar de Paula Español. La inflación del año pasado fue del 51 por ciento, regada por los precios de los alimentos, que ya subían fuerte antes de la guerra. El ex viceministro de Economía cuando Amado Boudou estuvo al frente de esa cartera durante el gobierno de CFK renunció siete meses después de asumir el cargo y fue reemplazado por Guillermo Hang, un economista de bajo perfil bien cercano al ministro Martín Guzmán. En rigor, el propio Guzmán asumió toda la responsabilidad de la política de precios y el desafío de mostrar resultados en el corto plazo.

La gestión Feletti, por momentos solitaria y ninguneada, apuntó a tejer acuerdos con monopolios y oligopolios de la alimentación que abusan de su posición dominante en el mercado. Con pocas herramientas y con dificultades para aplicar sanciones, Feletti intentó que las grandes empresas transparenten sus costos de producción para saber cómo forman los precios, en una economía híper concentrada, donde el Estado debe regular y establecer reglas de juego, pero para eso no alcanza sólo con diálogo y buenos modales. “Milagros uno no hace”», aclaró por si hacía falta el ex secretario de Comercio, misión que seguirá recayendo en curas sanadores.

“Destaco la consolidación del programa Precios Cuidados (…); el afianzamiento del programa Cortes Cuidados; la incorporación de una oferta de frutas y verduras a las canastas vigentes; la renovación de Ahora 12; la puesta en funcionamiento del Fondo Estabilizador del Trigo, del fideicomiso privado para la harina y los fideos secos en góndola, y la actualización del fideicomiso privado para el aceite de girasol y el aceite de mezcla, entre otras medidas”, enumeró Feletti en su carta de renuncia.

“Sin embargo –continuó–, estas herramientas regulatorias (…) se tornaron insuficientes a partir del inicio del conflicto bélico en Ucrania y el consecuente impacto en el precio internacional de los alimentos. La situación actual exige el desarrollo de nuevos instrumentos, principalmente con relación a la necesidad de desacoplar el precio de los alimentos a nivel mundial de aquel que pagamos las argentinas y los argentinos”.

La renuncia de Feletti se conoció 48 horas después del pase de la Secretaría de Comercio, que funcionaba en el Ministerio de Desarrollo Productivo, a la órbita del Ministerio de Economía. Primero Feletti decidió continuar en el cargo aunque buscando aplicar otros mecanismos para batallar (aunque sea sin municiones) contra la inflación, como crear un comité de crisis, acortar la brecha entre precios cuidados y los que están afuera del programa, y subir retenciones o fijar cupos a la exportación de granos, principalmente trigo, girasol y maíz.

Desde la mesa de enlace y otros sectores del agro celebraron el paso al costado de Feletti, a quien señalaban con el dedo por promover la suba de retenciones. También, desde las patronales ruralistas le recordaron al ex funcionario que el Fondo Estabilizador del Trigo “fue rechazado por casi todo el sector molinero” y que terminó siendo un fondo para “compensar a la concursada Molinos Cañuelas”. Los tiempos y las formas en que se distribuyó lo recaudado por el fideicomiso del trigo, según Feletti, tuvo más que ver con dificultades por los altos volúmenes de venta en negro de parte de molinos harineros, como ocurre en casi toda la cadena agropecuaria.

Tensiones y retenciones

El gobierno nacional reconoce a la inflación como un problema grave, empuja paritarias y refuerza ingresos, pero faltan medidas regulatorias más de fondo para contrarrestar la suba de precios internos, según señaló Feletti. El presidente Alberto Fernández admitió que “no está bien que los precios internacionales se apliquen al mercado interno”, y propuso “un debate público sobre las retenciones”. La mesa de enlace salió a torearlo, aunque Alberto aclaró que no quiere dar ninguna pelea que intuye va a perder.  

El pan, la carne, los fideos, entre otros alimentos, están en la dieta base de la mayoría de las y los argentinos. La disparada de los precios internacionales de las materias primas vinculadas al agro, como trigo, soja, girasol, sorgo y maíz, y también en la energía vinculada al petróleo y al gas, dolariza los precios internos de los alimentos. En este plano resurgió la discusión sobre las retenciones (derechos de exportación) a los embarques de cereales y oleaginosas, siempre con un deja vu del conflicto de 2008 por la resolución 125 de retenciones móviles.  

El problema de la inflación en alimentos no es exclusivo de Argentina. A contramano del poder económico mundial, varios países toman medidas proteccionistas. El caso de India fue el más comentado en los últimos días. El gigante asiático, con 1.400 millones de habitantes, uno de los países más poblados del mundo junto a China, cerró la exportación de trigo, priorizando el consumo de su población. India, con alrededor de noventa millones de toneladas anuales, de las cuales exporta diez, es el segundo productor mundial de trigo, detrás de China y por delante de Rusia.

En Argentina ya comenzó la siembra del ancestral y noble cereal de la espiga, lo que se denomina campaña fina, con algunas demoras por la sequía que viene de recortar la campaña gruesa (soja y maíz), aunque el vuelo de los precios más que compensó la menor cosecha. Argentina produce unas 20 millones de toneladas de trigo al año, de las cuales siete millones se destinan al mercado interno y el resto se exporta. El país está en el puesto número diez del ranking de exportadores de trigo. Ucrania en el séptimo. Por la guerra en la región del Mar Negro, este año se comercializará en el mercado mundial la mitad del volumen de trigo que se consume habitualmente. Menor oferta, mayor precio.   

La salida de lo peor de la pandemia fue con incesante suba de precios, con ganancias siderales para las compañías productoras y comercializadoras de alimentos, y luego se sumó al complejo cuadro de situación el estallido de la guerra entre Rusia y Ucrania, dos países vecinos. En efecto, desde el comienzo del conflicto bélico el precio de la bolsa de 25 kilos de harina se triplicó. El valor internacional del trigo saltó más del 50 por ciento en lo que va de este año. En apenas un mes, su cotización trepó 6 por ciento en dólares.

“La tonelada de trigo cotizaba en Rosario a 1.200 pesos en diciembre de 2015, cuando la alícuota de retenciones era 23 por ciento. Hoy, cotiza a 45 mil pesos, con una alícuota de 12 por ciento”, señaló la economista Fernanda Vallejos. “La escalada de precios internacionales de los alimentos e insumos críticos, que comenzó a fines de 2020, en la salida de la pandemia, y se ha agudizado fuertemente a partir del conflicto geopolítico entre la Otan y la Federación de Rusia, en Ucrania, trae hambre a nuestro pueblo”, escribió la ex diputada nacional del FdT en un hilo de Twitter.

“El riesgo alimentario recorre el mundo. Los alimentos, en un escenario que es asimilable al contexto de la segunda guerra mundial, son una variable de disputa. Los países, según la idiosincrasia de sus gobiernos, adoptan medidas para asegurar el abastecimiento y los precios internos”, continuó Vallejos, poco después de la renuncia de Feletti.

“Argentina produce alimentos para más de diez veces nuestra población. Es inadmisible que no sea garantizado el alimento de los argentinos a precios accesibles”, evaluó y afirmó: “Hay que subir retenciones. Por supuesto, el instrumento más eficiente son las alícuotas móviles. Y, obvio, dejar de devaluar (ojo: una mayor devaluación dejaría sin efecto una hipotética suba de retenciones). ¡El FMI no puede mandar en la mesa de los argentinos!”.

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