El superministro fue a EEUU a ofrecer energía y alimentos. Se trajo aval del FMI, apoyo político, dólares e inversiones. Un premio a la agro-especulación en pos de las reservas, mientras los precios internos no paran de subir y ajustar ingresos.

A Sergio Massa no le duró mucho la cara de felicidad tras concretar su primera y extendida gira por Estados Unidos, a la que calificó de “muy positiva”. A poco más de 24 horas de aterrizar, el ministro de Economía se dio de bruces con una realidad nativa atravesada por emergencias más palpables que la estrechez del Banco Central. Y ahí nomás tuvo que tragar el 7 por ciento de inflación de agosto que informó el Indec, donde el rubro alimentos volvió a (re)marcar una de las mayores subas que debieron afrontar las familias argentinas.

En el país del norte, Massa cosechó respaldo político de la administración Biden y captó inversiones millonarias del poder económico transnacional en torno a la producción de energía y alimentos, lo que el mundo demanda, mientras acá las grandes mayorías esperan mejorar sus ingresos frente a las remarcaciones que no dan respiro al bolsillo.

Massa consiguió aval del FMI y nuevos préstamos de otros organismos de crédito para atender el problema de la falta de reservas. Antes de viajar, el superministro de Economía concedió un tipo de cambio especial por todo septiembre a la exportación de soja, con un dólar a 200 pesos contra 147 del oficial, una devaluación de hecho o el equivalente a eliminar retenciones aunque sea por un mes, en beneficio de los grandes jugadores del agronegocio, sector que aporta el mayor superávit comercial.

El flamante ministro de Economía se trajo de Estados Unidos un “te felicito” del Fondo Monetario por el plan de estabilización y ajuste fiscal que viene desplegando, con el objetivo de respetar el acuerdo por la refinanciación de la deuda heredada de Macri. Estas metas, al cumplirlas, como lograr recortar el déficit al 2,5 por ciento del PBI para este año y del 1,9 en 2023, habilitan un próximo desembolso de 4 mil millones de dólares, como parte de la aprobación de la revisión trimestral que el Fondo hace de las cuentas públicas nacionales, dinero que se destinará a… pagarle al mismo FMI. Es que en el programa firmado por el ex ministro de Economía Martín Guzmán y que ratificó el Congreso se estableció que el organismo daría los fondos a la Argentina antes de cada vencimiento y nuestro país comenzaría a devolver lo prestado en 2026.

Massa llegó a Washington con una nutrida agenda. Acompañado por su equipo económico, el superministro se movió como pez en el agua. Consiguió dólares frescos que habilitaron otros organismos multilaterales, como el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y el Banco Mundial, en total unos 3 mil millones de dólares para engorde de las flacas reservas del Banco Central.

En tanto, sigue la calma chicha en el mercado cambiario después de semanas de corrida y presión devaluatoria, al tiempo que se reducen las distancias entre las diferentes cotizaciones del dólar, aunque esto, al contrario de lo que pasó cuando subió el llamado dólar blue, no se ve reflejado en una rebaja de los precios internos.

Tras encontrarse con Massa, el cubano estadounidense Mauricio Claver Carone (de piedra), titular del BID, cambió de parecer y liberó un préstamo para la Argentina que venía reteniendo. Massa se reunió con funcionarios, entre ellos la secretaria del Tesoro Janet Yellen y el asesor especial del Departamento del Tesoro, David Lipton, ex número dos del FMI en la gestión de Christine Lagarde y hombre clave en el mega-préstamo que el organismo le concedió al gobierno de Macri. También se vio con Jake Sullivan, consejero de Seguridad Nacional de la administración Biden.

Massa se trasladó a Houston, en el estado de Texas, donde mantuvo una serie de encuentros con inversores y empresarios, con ejecutivos de las principales compañías energéticas del mundo, como Exxon Mobil y Chevron, que tienen la mirada puesta en el yacimiento de la cuenca neuquina Vaca Muerta, en la producción de gas y petróleo y en su exportación. El gobierno de Estados Unidos junto a grandes empresas también están interesados en minería y, en especial, minerales raros, como el litio, metal del presente y del futuro.

Vale recordar que el embajador de Estados Unidos en la Argentina, Mark Stanley, quien acompañó a Massa en su gira, viene diciendo bien clarito que su país está encantado con nuestros recursos naturales. En la misma sintonía se había pronunciado la generala Laura Richardson, jefa del Comando Sur de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos, cuando dijo que le preocupaba la “injerencia” china y rusa en el noroeste argentino, región muy rica en litio.

Massa volvió a Washington para reunirse por primera vez con la directora del FMI Kristalina Georgieva, quien lo elogió por “los fuertes pasos que ha dado para estabilizar los mercados y revertir un escenario de alta volatilidad”. La mandamás del Fondo celebró “los esfuerzos para estabilizar la economía y asegurar un crecimiento sostenible e inclusivo, bajo los principios del orden fiscal y la mejora de la cobertura de reservas”.

En esos “esfuerzos” y “ordenamiento” se inscriben la rebaja de subsidios y los aumentos de tarifas en servicios públicos, más los recortes presupuestarios en áreas sensibles como salud, vivienda y educación para bajar el déficit, y también el dólar soja, una concesión a los que retuvieron granos. El objetivo oficial es recaudar por esta vía de exportación sojera en todo septiembre unos 5 mil millones de dólares, mientras otros sectores productivos ya piden igual trato. De lo reembolsado, trascendió que el gobierno pagará una ayuda social por tres meses a los más necesitados.

La matriz y el modelo

“Argentina lo que más exportó fueron granos. A esta altura, son los más grandes los que tienen granos acopiados, ya que los pequeños liquidaron casi todo. No liquidaron con la medida anterior porque no buscaban dólares sino una devaluación, y la devaluación sucedió, aunque sea por un mes. Por eso el precio de pizarra de la soja pasó de 50 mil a 73 mil pesos la tonelada, una ganancia del 40 por ciento”, indicó Ernesto Mattos, economista del Centro Cultural de la Cooperación (CCC).

“Pensado en gas y litio, por lo que se vio en la gira de EEUU, Massa está vendiendo energía. Me preocupa el lineamiento de querer exportar GNL (gas natural licuado) como una suerte de estrategia exportadora que no tiene otro fin más que llevarse el gas. Si Argentina se quiere meter en la disputa mundial por el gas, en el contexto de la guerra, vale preguntarse si alguien está pensando en garantizar gas para los argentinos, porque encima vamos a pagar un aumento de tarifas, con salarios que están retrasados y con una inflación del 78 por ciento anual”, advirtió el director del Instituto de Estudios para el Desarrollo Productivo y la Innovación en la Universidad Nacional de José C. Paz (Idepi-Unpaz).

Consultado para esta nota, Mattos consideró que “no hay cambios en la matriz productiva”, ya que “estamos reafirmado la idea de que queremos ser el granero del mundo y le sumamos la exportación de gas. Ahí no se ve el objetivo de integrar al mercado interno. Dos buenas noticias son la reactivación de los trenes para integrar mejor a la Argentina a través del ferrocarril y no sólo el camión, y la reactivación de una mina de hierro en Malargüe (al sur de la provincia de Mendoza), ya que Argentina no tiene hierro y lo tiene que importar desde Brasil”.

Sin embargo, el economista del CCC, insistió: “Exportamos todo lo que se necesita para la mesa de los argentinos. Entonces, vamos a proveer de energía y alimentos al mundo, pero… ¿qué pasa con el salario? Con el dólar soja generaste una devaluación, donde te endeudaste como gobierno mediante el Tesoro (más emisión) para cubrir un subsidio a la exportación de la oleaginosa, mientras la mayoría espera mejorar sus ingresos. Ahí el gobierno tiene un debe”.

Mattos consideró que “el secretario de Comercio (Matías Tombolini) se reúne con la Copal (coordinadora de la industria alimenticia) siempre en los mismos términos de políticas de precios, cuando es evidente que falta más intervención del Estado. Estamos garantizando al mercado externo nuestros recursos, energía y alimentos. En todo caso, si vamos a ofrecer más recursos, que esto repercuta en una baja de los precios internos. Si el modelo es crecimiento de la economía con salarios bajos, con estabilización del consumo, ¿qué nos queda hacia 2023?”, se preguntó.

Y reflexionó: “Si el modelo es de ajuste por salarios, subiendo la tasa de interés para incentivar a depositar plata y que eso genere más plata, mientras en el supermercado se vende todo caro y se va frenando el consumo, por más que de lo recaudado con el dólar soja repartas 16 mil pesos por mes de acá a diciembre para unas dos millones de personas de los sectores más vulnerables, eso puede calmar pero seguís teniendo el problema de las siete millones de personas que pidieron el último IFE (ingreso familiar de emergencia). Hay una cuestión social que no explota porque la gente no se muere de hambre, pero no puede disfrutar de tantas otras cosas como lo haría en caso de tener un buen salario”.

En Estados Unidos no se consigue

En una entrevista concedida a una agencia internacional pos encuentro con Massa, la titular del FMI Kristalina Georgieva reconoció que la Argentina afronta problemas “muy significativos”, incluida una “inflación devastadora”.

Si bien el fuerte proceso inflacionario es una problemática a escala mundial, en la Argentina, con una inflación en valores récord, más todavía, con el consecuente impacto en los niveles de pobreza e indigencia. La inflación de agosto fue de 7 por ciento, más alta de lo que se esperaba, impulsada por alimentos, indumentaria y transporte, informó el Indec. Comparada con agosto del año pasado, la variación trepó a 78,5 por ciento.

El número de agosto desaceleró apenitas frente al pico de julio (7,4) pero está entre los registros mensuales más elevados de las últimas tres décadas. A este ritmo, la inflación proyectada para todo el año supera el 90 por ciento, una cifra que distorsiona la idea de sostener un crecimiento económico con inclusión social. 

Entre la inercia y la falta de un plan antiinflacionario que limite el abuso de posición dominante de grandes empresas, los aumentos de precios al consumidor y, en particular, el encarecimiento de la comida, resultan el principal problema que debe enfrentar buena parte de la sociedad argentina, pero más que nada los sectores populares que están perdiendo poder de compra con relación a la canasta básica alimentaria.

Mil días

Después del raid al norte del río Bravo que realizó un Massa frenético, con aires de primer ministro, el presidente Alberto Fernández viajará este fin de semana a EEUU, donde participará de la Asamblea General de Naciones Unidas en Nueva York, al tiempo que mantendrá reuniones con empresarios del sector energético. Estaba en veremos una posible reunión bilateral con Joe Biden, encuentro que fue pospuesto hace más de un mes tras el positivo de covid del mandatario estadounidense.

El gobierno nacional envió el Presupuesto para el 2023, año que transcurrirá al pulso de las elecciones presidenciales. “Nos tocaron muchas adversidades, pero les hicimos frente”, dijo Alberto Fernández al cumplirse los mil días de gestión del Frente de Todos, conmovido por el atentado contra la vicepresidenta CFK.

El neoliberalismo macrista dejó recesión económica, alta inflación, fuerte poda del salario y al FMI, después vino la crisis pandémica y trascartón la guerra. El gobierno del FdT consiguió, en algunas variables económicas, revertir el derrumbadero y darle otro sentido a las políticas, aunque de manera insuficiente y con sabor a poco.

Según el último informe de coyuntura del Mirador de la Actualidad del Trabajo y la Economía (Mate), en los primeros diez trimestres transcurridos del mandato del FdT, en cuatro se produjo una mejora de los salarios reales y en seis hubo caída. Hay números positivos, como el crecimiento económico o la baja del desempleo, que, como se dijo, se conjugan con alta inflación y pérdida en la capacidad adquisitiva de vastos sectores de la población, en un cuadro general de distribución regresiva del ingreso.

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