Camilo Gómez, director del documental Buscando a Andresito, reivindica la figura del hijo adoptivo del general José Artigas. Memoria colectiva y autopercepción ante la versión oficial o invención mitrista.

“Andrés y su padre adoptivo, don José Artigas, siguen generando incomodidades evidentemente. O, en una de esas, para algunos es mejor no revisar la mitrista historia oficial, que tiene más de oficial que de historia”, dijo Camilo Gómez, director del documental Buscando a Andresito (2012). 

Este documental, realizado por la productora correntina Payé Cine con producción del INCAA relata, con presencia de reconocidos historiadores regionales, quién ha sido este importantísimo personaje de la Patria Grande y bucea también en aquellas razones y causas por las cuales ha sido silenciado y escondido a lo largo de tantos años. Alberto Gómez, el padre de Camilo, fue un gran militante artiguista y peleó por crear un monumento en la ciudad de Corrientes. Esa idea contagió a Camilo quien retomó la idea de su padre.

El documental del cacique guaraní, que se puede ver en plataformas como Youtube, fue destacado en su momento por la entonces presidenta Cristina Fernandez, quien nombró a Andrés como “General post mortem”. 

La obra habla de otra historia, no la mitrista. Una demostración de quién es el “padre del liberalismo” se puede observar cuando Mitre dice en 1865 en la guerra del Paraguay: “En 24 horas en los cuarteles, en 15 días en campaña, en tres meses en la Asunción (Paraguay)”. Ante ello, el historiador Milcíades Peña indica en su libro La era de Mitre que “el plan anduvo bien las dos primeras fases, pero la última sufrió una ligera demora de cuatro años y meses, que significaron para el país 500 millones de pesos y la sangre de 50 mil hombres. ¿Se equivocó Mitre en el pronóstico? Errar es humano, pero mentir a ciencia y conciencia es típicamente mitrista”.

“La historia de Andresito y de José Artigas llega a los ciudadanos por vías que no son las académicas. Existen excepciones, por nombrar un caso: en alguna escuela privada de la ciudad de Corrientes han incluido a Andrés Artigas en sus manuales. Pero sigue sin hablarse de Andrés en las aulas, inclusive en las públicas. La constante es no visualizarlo, que el alumno, el niño y el joven no sepan de él”, aseveró Camilo Gómez. 

Es una cuestión educativa, pero con fines políticos, como perder conciencia de nuestro pasado. Al perder conciencia del pasado quedamos excluidos de nuestra historia e identidad. La transmisión oral supera a la transmisión escrita porque no hay editores ni editoriales, y así, evita la censura. Esto permitió que José y Andrés perduren en el tiempo. Hay una memoria colectiva, una autopercepción basada en hechos reales (y leyendas) que fueron testimoniados por gente de la época y compartidos mediante el boca en boca, generación tras generación. Como remarca Camilo, “mantener vivos a Guacurarí y a Gervasio es una batalla cultural”.

Estos hombres tenían una cosmovisión en pos de la Patria Grande Indoamericana. Ambos, uno nacido en una familia acomodada de Montevideo pero criado en la campiña, y otro guaraní de nacimiento de las Misiones, tuvieron aprendizaje y observación junto a los originarios, los gauchos y los mulatos, y no se quedaron en la teoría sino que pasaron a la acción para modificar el sistema opresivo que amenazaban a su gente. Ambos, revolucionarios de pies a cabeza.

Como sostiene el cineasta correntino: “No se puede comprender a Andresito ni a Don José Artigas sin conocerlos. Y mucho menos quererlos, porque nadie puede querer aquello que ignora. Y es una pena. Cuando llegan a ser conocidos, inmediatamente son queridos, comprendidos y admirados”.

Seguimos Buscando a Andresito. Con los testimonios lo vamos reencontrando. Por una canción de León Gieco, escuchamos a multitudes cantar: “Gente que avanza se puede matar, pero los pensamientos quedarán”. También, en otra gritan: “Búsquenme, me encontrarán en el país de la libertad”. A la historia la escriben, la poesía de la gente y Gieco, mucho mejor que el traficante de mentiras de Mitre. Y suponemos que el país de la libertad está habitado por los “pueblos libres”.

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