La devaluación pos electoral dispuesta por el gobierno y exigida por el Fondo le pegó de lleno a los precios y provocó un shock inflacionario, abonando al descontento social frente a la situación económica, donde hace base el discurso regresivo de la derecha.
Después de las Paso, mientras se rumiaba el resultado (sorpresivo y no tanto) de esta especie de gran encuesta rumbo a las elecciones generales de octubre, con abstención creciente y con muy buena cosecha para el ultraderechista Javier Milei en todo el país, la incertidumbre y el malestar que bañaban las primarias se amplificaron. El lunes por la mañana, bonos y acciones se derrumbaron en Wall Street. Antes de la apertura de “los mercados”, el oficialismo, con su ministro de Economía como candidato, anunció una devaluación del 22 por ciento que rápidamente impactó en precios de bienes, insumos y servicios, azuzando más angustia. Según confirmó Sergio Massa 48 horas después del salto cambiario desde la señal TN, el gobierno tiene en carpeta medidas destinadas a reforzar ingresos para al menos amortiguar el estruendo devaluatorio en la economía real, que estalla principalmente en sectores populares.
En el conteo por frentes, el oficialismo terminó tercero en el podio, pero a un punto de Juntos y a tres de Milei, el candidato más votado en las Paso. Mapa de tres tercios, o cuatro cuartos si se suma el ausentismo. En esa foto, el oficialismo perdió la mitad de los votos en cuatro años. Juntos también sufrió una fuerte hemorragia de electores. La primera reacción del gobierno del FdT/UxP pos elecciones primarias, con la espada del FMI en la cabeza, fue hacerse un gol en contra, en medio de un partido dificilísimo y con el árbitro comandado por Estados Unidos inclinando la cancha. La devaluación, que recorta todavía más el poder de compra de salarios y aviva el fogonazo inflacionario, fue instruida por el Fondo Monetario Internacional como parte del reciente acuerdo con la Argentina y como condición para concretar los desembolsos prometidos pos Paso. En una de sus primeras declaraciones públicas tras su buena performance en las urnas, Milei, el falso profeta rebelde del anarcocapitalismo y el libre mercado, prometió, por si acaso, un ajuste fiscal mayor al que reclama el Fondo.
Massa deslizó la posibilidad de una suma fija para después de las Paso, pero primero llegó la devaluación. A lo mejor, el costo económico y social de romper la relación tóxica con el FMI y su extorsión permanente sea a esta altura para el país menor al de seguir a rajatabla sus imposiciones en derredor a la devolución del cuestionado préstamo que el organismo concedió a Mauricio Macri. Pero esa posibilidad parece no estar en discusión en el oficialismo, menos con un nivel bajísimo de reservas en el Banco Central, el mismo que Milei, legitimado en las urnas y con chances de ser el próximo presidente de la Nación, invita a quemar.
Desde el gobierno venían contando que la devaluación exigida por el Fondo primero era del ciento por ciento, y luego bajó al 60 por ciento, con la idea de llevar la cotización del dólar oficial más cerca del paralelo. Fue del 22 y el dólar ilegal se volvió a disparar y se amplió la brecha. Las presiones devaluatorias pegaban por todos lados desde hace tiempo. Se vio en la última semana antes de las Paso con la corrida blue, repetida en la primera semana posterior a los comicios. El gobierno resistió hasta el lunes negro, cuando, algo aturdido por el ruido de las urnas, comunicó la devaluación pedida por el Fondo, y la cotización del billete verde oficial pasó a 360 pesos, valor que en principio quedaría fijo hasta octubre, acompañada de un alza de la tasa de interés (plazo fijo y préstamos) hasta el récord de 118 por ciento anual en términos nominales.
El FMI celebró la medida. Sin la boleta de Kirstalina Georgieva en el cuarto oscuro, en las Paso también ganó el Fondo. Los del FMI ya se contactaron con el envalentonado Milei, de La Libertad Avanza, y con Patricia Bullrich, de Juntos. “Convivimos con un acuerdo con el FMI que dejó a la Argentina hipotecada”, dijo Massa, que viaja a Washington para terminar de abrochar los dos desembolsos comprometidos por el organismo a fin de fortalecer reservas: uno de 7.500 millones de dólares que llegaría cerca de fin de este mes y otro por alrededor de 3 mil millones para la primera semana de noviembre, antes del eventual balotaje. Quizá el gobierno espere los fondos del Fondo para encarar medidas tendientes a mejorar la situación de los bolsillos de trabajadores y trabajadoras, formales e informales, los más castigados por la nueva aceleración en el índice de inflación.
Pos devaluación, varios sindicatos fueron elevando pedidos de reapertura de negociaciones paritarias. El malestar social, que sabe interpretar bien la derecha, tiene que ver, en parte, con lo que cuestan las cosas en comparación a los ingresos del grueso de la población. La dupla Milei y la negacionista Victoria Villaruel irrumpió en el tablero, desdibujó la polarización que conocíamos y resultó una patada en el estómago para el campo nacional y popular, también para el macrismo. Expresa de alguna manera un fastidio social acumulado desde tiempos de Macri, el ex presidente del PRO admirado por el loco en ascenso. El gobierno tiene la urgencia de mejorar ingresos de sectores medios y bajos de la población para seguir con vida. Pero una devaluación va en el sentido contrario. Y se suma a las subas de tarifas y la devaluación fiscal de antes de las Paso, lo que encareció el precio del maíz y, por consiguiente, la producción de alimentos. Más inflación, más pobreza, más desigualdad.
El Indec informó la inflación de julio, 6,3 por ciento y 113 por ciento la interanual, pero enseguida quedó vieja, ya que en ese mismo momento se remarcaba al ritmo de la devaluación y más también. Se estima que en agosto el índice de precios al consumidor podría alcanzar los dos dígitos. Alimentos, como carne, pan, lácteos, y combustibles, encabezaron los incrementos de los últimos días. El comercio se quedó sin precios, luego hubo festival de remarcaciones y desabastecimiento en cadenas de producción. También maniobras especulativas de grandes empresas oligopólicas, las que se abusan en las góndolas y abultan ganancias a costa del pueblo. Medio tarde, el gobierno creó la Unidad de Renegociación de Precios para intentar contener la corrida inflacionaria. Pactó una nueva etapa de Precios Justos, con subas mensuales del 5 por ciento promedio por noventa días.
Como solución facilista se le escucha a Milei, con su perfil rockstar ultraconservador, proponer una dolarización, un remix de la convertibilidad de Menem-Cavallo (uno a uno), como salida a la inercia inflacionaria. El triple salto del dólar ilegal está relacionado al magma dolarizador que el candidato engendrado en estudios de televisión y redes sociales difunde pero sin explicar demasiado cómo sería su efectiva implementación. En rigor, ex funcionarios menemistas en Economía están trabajando junto al líder místico de la antipolítica, al que se lo nota fascistoide, con una narrativa antiderechos y anti Estado, subido a la ola de ultraderecha mundial de época, que se instaló con fuerza en medio de la pandemia y sus efectos sanitarios, políticos, sociales y económicos, que aún se padecen.
El/la votante de Milei, sobre todo joven, empobrecido, dice “peor no se puede estar”. Es el discurso de los medios de comunicación dominantes. Una sensación de caos y desánimo que se monta a una larga lista de carencias y marcado deterioro en las condiciones de vida de las mayorías. El gobierno se dio la estrategia camino a octubre de intentar explicar que, en economía, en pérdida de derechos y en la vida, como lloraría un tango, siempre se puede estar peor. Las propuestas económicas de Milei/Bullrich no harían más que agravar el cuadro de situación actual. El plan motosierra y dinamita que pregona Milei, privatizando salud y educación, empeoraría las cosas. No cualquier cambio siempre es para mejor.
El líder libertario, diputado nacional desde 2021, tiene llegada a trabajadorxs precarizadxs, muchos del nuevo mundo laboral de las plataformas. Habla de libertad y de casta, y suena creíble. Quienes votan a Milei lo hacen con enojo, pero también con esperanza y expectativa de cambio, siguiendo “lo nuevo”, “la ilusión encantadora”, aunque sus políticas resulten reformas regresivas para el conjunto de la población. Hay un voto antisistema, que se rebela ante la distancia que separa a la política tradicional de problemas mundanos. Tienen sus razones, y no sólo por el lado económico. El tema es lo que representa y expresa Milei, quien interpreta el hartazgo social, entre el combo pandemia-mal gobierno. Algo así como “no sé lo quiero, pero lo quiero ya”. Que pase algo distinto, se convencen sus futuras víctimas, después de la frustración vivida ante dos gobiernos diferentes pero bajo los condicionamientos del FMI. El macrismo lo trajo, el peronismo lo heredó, pero también adoptó, aunque no tan gustoso como Macri, las recetas del Fondo.
“Somos conscientes de que la promesa de vivir mejor a partir de recuperar los ingresos de los asalariados registrados y no registrados que habían sido destruidos por el gobierno de Macri, no pudo cumplirse en los cuatro años de gestión del Frente de Todos. Hubo crecimiento de la economía y generación de empleo, pero no hubo distribución efectiva de la riqueza. No pudimos recuperar el brutal retraso salarial que dejaron los cuatro años del gobierno de ricos para ricos”, analizaron en un documento de la CTA de los Trabajadores de Hugo Yasky, donde se remarcó: “No hay tiempo que perder en la implementación de medidas que sirvan para recuperar el ingreso de los sectores populares particularmente afectado por los incrementos de precios que genera la devaluación y la conducta especulativa de los formadores de precios”.
El economista Juan Valerdi observó: “Por ahí los jóvenes dicen yo igual no tengo trabajo formal, estoy siendo repartidor recontra informalizado, no tengo nada para perder. Bueno, cuando casi nadie pida un delivery porque no hay un mango se va a poner peor. El que reviente todo le pega a todo el mundo. Milei sigue un guión de gente que lo auspicia (grandes grupos económicos y fondos buitre), con el marketing (reversionado) del que se vayan todos, pero el guión está basado en teorías económicas que tienen cien años y que son para otro planeta. Es el mismo tipo que te dice que podría haber un mercado legal de venta de bebés, o de órganos o de armas”.
El panorama es grave, con urgencias de bote en bote. El gobierno pide perdón. Entre las internas del peronismo y las idas y venidas de la gestión de Alberto Fernández, la política de aguantar el empate, de no confrontar con el poder real, de no cuidar los dólares de la balanza comercial, de sumirse a los dictados del FMI, de lo políticamente correcto, llegó a las elecciones presidenciales con casi 120 puntos de inflación anual, crisis de ingresos y 40 por ciento de pobreza en la Argentina pujante. Suele decirse que las urnas envían señales. La ultraderecha puede ser gobierno. La carta está en el mazo. El remedio resultaría peor que la enfermedad. Para impedirlo y a la vez dar respuestas a las demandas del pueblo, ¿será tiempo de la reinvención?
Nota publicada en la edición impresa del semanario El Eslabón del 19/08/23
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