Incluso aunque en las elecciones de este domingo Sergio Massa sea el que obtenga más votos, el interrogante sobre el futuro de la democracia argentina debería seguir en pie. Aunque en los diarios del lunes que viene Milei, Villarruel y compañía ya no copen los titulares, que sí los hayan copado estos últimos meses parece motivo suficiente para sostener alertas, movilizaciones y reflexiones ante el avance electoral de la derecha argenta, que tuvo su máxima expresión con el triunfo de Mauricio Macri en las presidenciales de 2015.

Desde mediados del siglo pasado hasta el balotaje aquel que se perdió por medio punto, el liberalismo cipayo no había logrado en las urnas el aval para poner al Estado al servicio de sus recetas, objetivo que sí había podido alcanzar varias veces entre 1955 y la década del 70 vía proscripción del peronismo y dictaduras militares. 

Ya desde los 80, sus modales fueron distintos. Durante el mandato de Raúl Alfonsín, supo neutralizar atisbos de progresismo con presiones que terminaron con los hipersaqueos de 1989. 

Después, metió su (Domingo Felipe) Cavallo de Troya durante el período de gobierno peronista-menemista primero y también durante la posterior presidencia del radical Fernando de la Rúa, que completaron la tarea de instauración del neoliberalismo iniciada por el ministro de la última dictadura José Alfredo Martínez de Hoz y generaron niveles de desocupación, pobreza y fragmentación social enormes, que eclosionaron en el hiperestallido de 2001

En el arranque del nuevo siglo, los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner reorientaron el Estado hacia otro rumbo y reanimaron la esperanza de combinar desarrollo económico nacional y popular con democracia. 

La respuesta no se hizo esperar y aprovechó los efectos todavía vigentes de la era de la Hoz y el Cavallo para condicionar el proyecto de recuperación democrática, basado en el fortalecimiento de las organizaciones libres del pueblo y la revalorización de la militancia política, a las que se comenzó a demonizar y estigmatizar cotidiana y sistemáticamente desde los grandes medios de comunicación.

La embestida mediática representó y expresó a los poderes económicos y las corporaciones conservadoras que comenzaban a ser afectados por “los K” y sumó sectores políticos y sociales fáciles de arriar para revitalizar el antiperonismo ancestral, realimentado por la traición menemista. 

Así, con un “empresario exitoso que no va a robar porque ya tiene plata” como mascarón de proa, los golpistas y explotadores de siempre se autopercibieron y erigieron como garantes de la democracia y la república, y con legitimación electoral restablecieron el sojuzgamiento al Fondo Monetario Internacional y las recetas de ajuste y entrega del patrimonio nacional, apenas cuestionados durante el posterior gobierno de la pandemia, la sequía y la exacerbación de la interna dirigencial del peronismo, en la que floreció la proscripción del siglo XXI de la que es víctima Cristina, acorralada a fuerza de operaciones mediáticas y judiciales y hasta a punta de pistola en la cabeza.

Este panorama de pérdida de derechos sociales y simbólicos, vale insistir, obliga a sostener y profundizar el reagrupamiento activo registrado estos últimos meses porque, aunque Unión por la Patria gane el domingo, el retroceso no se va a revertir mássicamente. Claro que si ganan los otros, el contexto va a empeorar y se va a agigantar el desafío que asoma como más urgente: defender la democracia que hoy por hoy, bajo coacción de monopolios potenciados con nuevas tecnologías que usa como espejitos de colores para confundir y someter a las indiadas rebeldes, necesita también ser recreada.

Para eso, es evidente que no alcanza con ganar elecciones. De hecho, en los últimos días de campaña, se reavivaron diversas maniobras para cuestionar y deslegitimar un eventual triunfo de Massa. Así opera la derecha liberal y cipaya. Ojalá este domingo se coma una buena paliza que le ponga aunque sea un poco de límite.

Nota publicada en la edición impresa del semanario El Eslabón del 17/11/23

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