Obama winner
Foto: Jewel Samad / AFP

“Frenar al bastardo que se hizo millonario despidiendo trabajadores”. La consigna permite pensar el triunfo de Obama y sintetiza su contexto: se optó por el menor de dos males, pese a la decepción por las promesas incumplidas. Afroestadounidenses, latinos y jóvenes votaron a Obama sin entusiasmo ni esperanzas, porque Romney significaría un peligroso retroceso. Pero el Imperio seguirá invadiendo y matando, Guantánamo seguirá abierta y los drones continuarán asesinando niños en Paquistán. Esto nunca estuvo en juego en esta elección.

En esta etapa del capitalismo tardío, muy especialmente en Europa y Estados Unidos, la democracia se reduce a emitir un voto para elegir quiénes pondrán la cara, es decir quiénes administrarán los intereses de los que realmente tienen el poder, que no se someten a votación alguna: los denominados poderes fácticos.

Bajo la máscara cada vez más débil y vacía de la “democracia”, EE.UU. es el típico estado “consensual-policial” en el que una elite maneja los recursos económicos y el Estado administra y gestiona la “inseguridad”, conjugando ciertas formas de relativa «libertad de expresión» con las estrategias más férreas de censura y los más totalitarios controles de la población.

En este marco, el ciudadano debe elegir entre males de distinto calibre, tenor y hedor, sin esperanzas de mejorar su nivel de vida, intentando apenas no empeorarlo. Las informaciones que por estas horas llegan desde los EE.UU. hacen presumir que este fue el caso, precisamente, en la reelección de Obama.

Ponerle freno al “plutócrata bastardo que se enriqueció especulando y despidiendo trabajadores”, según dijo el cineasta Michael Moore en referencia al candidato republicano, Mitt Romney. Y sacar del Congreso a gente como el legislador republicano Todd Akin, el que aseguró que el cuerpo de la mujer tiene formas de evitar un embarazo en caso de «violaciones legítimas».

Las elecciones en EE.UU ofrecen además una oportunidad inmejorable para reconfigurar y resignificar el imaginario vigente acerca de la democracia estadounidense. Organismos de derechos humanos y asociaciones civiles de los EE.UU. vienen denunciando que el sistema “pone trabas para que negros y pobres expresen su voto”. Y son decenas de miles los ciudadanos que se quedaron sin votar el último supermartes.

Según se denunció, en Pennsylvania, por ejemplo, cuando un votante tocaba la tecla de “Obama”, la máquina electrónica marcaba “Romney”, y no había vuelta atrás ni posibilidad de reclamo. Porque a diferencia de otros países con voto electrónico, por ejemplo Venezuela, donde el ciudadano se lleva un comprobante impreso, un ticket  con su voto, y lo deposita en la urna, en EE.UU. no hay ningún control sobre el voto electrónico por fuera de la máquina, y no hay manera de revertirlo.

Sería deseable que en las próximas elecciones en EE.UU. se movilicen veedores de todo el mundo y concurran a poner sus democráticas lupas sobre el sistema, tal como hicieron, por ejemplo, en Venezuela.

Pero más allá del intento del electorado estadounidense de ponerle freno a los más retrógrados, racistas y elitistas dirigentes republicanos, se erigen intactas, intocadas e intocables, las miserias y los crímenes del Imperio, que seguirán adelante. Estas cuestiones están más allá de la decisión del poder político. El gobierno no las gobierna.

Continuará abierta la ilegal e ilegítima prisión de Guantánamo, denunciada por organismos de derechos humanos estadounidenses y también internacionales. Continuarán los asesinatos selectivos. El premio Nobel de la Paz Barack Obama tiene su lista negra y a diario apunta a quién liquidar, discrecionalmente, sin juicio, sin pruebas, más allá del derecho y las instituciones.

Obama no sólo siguió con esta práctica de asesinatos selectivos, sino que la profundizó. El diario The Washington Post denunció que el presidente reelegido desarrolló secretamente en los últimos dos años un listado de presuntos terroristas de todo el mundo –EE.UU. incluido– a secuestrar y/o ejecutar extrajudicialmente. Ya existía esa práctica, y las listas también, señala el diario, pero el actual mandatario estadounidense ha decidido convertirlas en políticas de Estado.

En Paquistán, Afganistán, Yemen, Somalia, y Libia, los ciudadanos comunes tendrán que seguir mirando al cielo, temerosos, antes de salir a la calle para trabajar o hacer compras. Los aviones no tripulados, denominados drones, vienen haciendo estragos en esos países. Y seguirán asesinando.

Más de 100 niños fueron asesinados por estos pequeños aviones dirigidos a control remoto, desde miles de kilómetros de distancia, como si se tratara de un videojuego. Los bombardeos de EE.UU. con el uso de drones en Pakistán, Afganistán, Yemen, Somalia, Libia podrían durar «unos 14 o15 años más», denunció el periodista estadounidense y mánager de la organización Stop OTAN, Rick Rozoff. “En 2001, cuando EE.UU. comenzó su denominada guerra contra el terrorismo, el Pentágono disponía de solo 200 aviones no tripulados. Pasados once años el Pentágono y la CIA tienen en total unos 8.000 drones. Es un aumento de 40 veces», sostuvo el militante por los derechos humanos.

Según un reciente informe sobre la guerra con drones de EE.UU. en Pakistán, publicado en Democracy Now, «el porcentaje de militantes ‘de alto nivel’ asesinados es muy bajo: se estima que es un 2% de todos los muertos».

La política imperial de los EE.UU. no fue sometida a votación. En las cuestiones de política interna, en cambio, pueden percibirse algunas diferencias, en muchos casos sutiles, entre la propuesta de Obama y la de Romney. Pero estas diferencias, que desde fuera de EE.UU. lucen débiles, resultaron suficientes, a la hora de votar, para algunos ciudadanos estadounidenses.

Los estadounidenses eligieron al “amigo que te traicionó”. Optaron por darle otra oportunidad al que prometió mucho pero no cumplió, porque no pudo, no quiso, o no se animó. La explicación es sencilla: lo que estaba enfrente era peor, mucho peor.

Una consigna demócrata que circuló mucho durante la campaña asumía, por un lado, que el electorado pueda estar disconforme con la gestión de Obama, pero a la vez, alertaba sobre aquello que está enfrente: “No le gusta el gobierno, bueno, pero ¿quiere que las grandes empresas manejen su vida?”.

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Un comentario

  1. Orda de Pérez

    08/11/2012 en 12:01

    Clarito Doc.

    Responder

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