El oficio de informar con ética y compromiso, ante los grupos monopólicos que concentran la información, es parte de la historia de un proyecto que no se entrega.


Insistía con su idea don Manuel Belgrano, secretario del Consulado de Comercio. Hasta el mismísimo virrey Gabriel de Avilés y del Fierro, lo escucha: era necesario tener un periódico. Creado en 1794, el Consulado es un organismo destinado a organizar la economía de la colonia, por ejemplo: controlar a los comerciantes para que no aumentaran injustificadamente sus precios. El joven Manuel conocía las nuevas teorías económicas y aconseja a las autoridades el fomentar la industria y las artes productivas. Pero, en ese Consulado había comerciantes y defensores del monopolio portuario, con apellidos luego conocidos: Anchorena, Martínez de Hoz, Arana, Agüero, Ramos Mejía y Alzaga.

En ese marco nació «El Telégrafo Mercantil, Rural, Político, Económico e Historiográfico del Río de la Plata”, conocido como el primer periódico porteño. Don Manuel José “Plataforma” Lavardén difundió en el primer ejemplar su “Oda al Paraná”, también había artículos de Domingo de Azcuénaga, además de Belgrano, Castelli, Luis José de Chorroarín, entre otros.

El Telégrafo fue fundado por un español que había ejercido el oficio en Lima: Francisco Antonio Cabello y Mesa (1764/1814). Era abogado y militar, organizó la Sociedad Patriótica, Literaria y Económica (con brillitos iluministas), y pregonaba la difusión del arte y la ciencia laicos. También fue una tribuna por el desarrollo agrario, una impronta que dejaría herencia en los diarios masivos.

El periódico tenía 236 suscriptores: 159 porteños y 77 en las provincias, contenía 8 páginas, salía los miércoles y sábados, pero luego sólo los domingos. Al cumplir los 110 números fue censurado por el Virrey del Pino en octubre de 1802,ya que se sentía agraviado por las notas del diario.

Pionero de tránsfugas
La Invasiones inglesas de 1806 y 1807 resquebrajan la calma colonial, crece la brecha entre criollos que buscan el libre cambio y los españoles fieles al monopolio real.
Cuando en 1764 se expulsa de Sudamérica a los jesuitas, la imprenta armada con maderas guaraníticas va a la Casa de los Niños Expósitos en Buenos Aires. En ella se imprimió el Telégrafo.

Don Cabello inaugura una raza de empresarios que manipulan a la prensa en pos de intereses privados. Con ellos, la hegemonía del discurso concentró y promovió a la comunicación en beneficio del poder económico y político de minorías.

Tras aprender mañas del oficio en el «Diario curioso, erudito, económico y comercial», de Madrid, en 1789 llega a Perú y se casa con María Dolores Rodríguez Blanco, hija del relator de la Real Audiencia y consigue permiso para sacar en 1790 el «Diario de Lima, curioso, erudito, económico y comercial», sólo por un año.

En 1800 desembarca en Buenos Aires, y con apoyo oficial edita el Telégrafo. Al producirse las invasiones inglesas se ofrece como colaborador de ellos. Pero, tras la Reconquista es procesado por ser letrado del comandante William Carr Beresford.
Ante la segunda invasión aparece como voluntario en la defensa de Montevideo. Pero allí es herido, detenido y llevado a Londres.

Regresa a Madrid con la paz Franco-británica que enfrentar a Francia. Publica una carta instando a obedecer al Rey, pero cuando Napoleón invade la península, es acusado ahora de instar a la sumisión al emperador.

Cabello se instala en París y luego protege en Cádiz. Con la vuelta de Fernando VII a España es condenado y en 1814 lo fusilan en Sevilla.
Muros de adobe

En tanto y sin traiciones, manuscritos e impresos clandestinos burlaban al monopolio del virreinato.

Los mensajes eran clavados en muros de adobe y en postes de Buenos Ayres. Había bronca, algunos querían mantener los privilegios, otros buscaban más beneficios, y no faltaban los que apostaban a una revolución.

De boca en boca o con lecturas en voz alta -no todos sabían leer- en esquinas, plazas, pulperías, reuniones masónicas o tertulias, se difundían las noticias con pasión de conjuras.

Para el historiador César Díaz: “Al hablar de periodismo en la región hay que mencionar que en diciembre de 1759 aparece el primer manuscrito con informaciones. “Era una suerte de gacetilla”, explica en “Periodismo y comunicación en los inicios de la modernidad rioplatense 1759-1810”.

Natalia Vinelli en “Una experiencia de comunicación clandestina orientada por Rodolfo Walsh», advierte que “en 1795 los pasquines sediciosos fueron el órgano popular de expresión de la llamada «conspiración de los franceses», primera irrupción popular en la política argentina en tanto figuran hombres procedentes de las clases populares”.

“Los escritos pegados en esquinas de la ciudad eran el soporte adecuado para la difusión de las consignas revolucionarias”, explica Vinelli.

Esos pasquines aportaron con su compromiso al derecho de informarse y expresarse, así la noticia maltratada por los grandes medios empresariales retomaba protagonismo. Ya la prensa, con rigor informativo y ética, era una herramienta popular.

Artículo publicado en la edición 137 de El Eslabón.

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