Foto: Javier García Alfaro

El PRO necesita borrar el pasado para prosperar. La historia lo desnuda y lo vincula al neoliberalismo. Para hacer frente a esa operación, hay que hacer memoria: “ajustes”, “desocupación”, “deuda externa”, “devaluación”, “FMI”, “rebajas en sueldos y jubilaciones” son las palabras claves.

No es la primera vez y seguramente no será la última. La batalla cultural muchas veces se configura de esta forma: por un lado la memoria, la historia, el testimonio; por el otro la desmemoria, la amnesia, el borramiento de la historia.

La suerte del PRO depende en buena medida del éxito de esta operación de borramiento cultural. La operación no es nueva, es permanente. Está siempre en marcha, y forma parte de la batalla de ideas, la batalla cultural, la disputa por los sentidos, los símbolos y las palabras. Pero esta lucha, siempre presente, en determinados momentos cobra una visibilidad particular.

Cada uno en su distrito, cada uno a su manera, los candidatos Mauricio Macri y Miguel del Sel necesitan, como respaldo, como condición de posibilidad para mantener sus respectivos lugares, el despliegue de contundentes operaciones de devastación cultural. Entre otras cosas, porque ambos fueron paridos por operaciones de esa naturaleza. Por eso la tarea de los medios hegemónicos a su servicio es tan importante.

De otra manera, ni Macri ni Del Sel podrían sostenerse. Ni siquiera contarían con la posibilidad de mentir, balbucear y disimular en público, con total impunidad, como hacen a diario. Ambos son hijos de la devastación cultural, de las derrotas culturales de la Argentina.

La operación amnesia es una operación cultural de gran envergadura, que contribuye a la desmemoria y el encubrimiento.

La idea es borrar el pasado de la Argentina, el reciente y el remoto. Se trata de ocultar el pasado colectivo, el pasado de la sociedad, para así crear confusión en el presente e incidir sobre la decisión del votante con vistas al futuro.

La operación en marcha implica manipulación, ocultamiento, y altos grados de violencia simbólica y desprecio por la ciudadanía. Se intenta negar, incluso, el ser mismo del PRO, su esencia, su pasado, su presente, su pertenencia, su lugar en el mundo.

Porque la manipulación también incluye el borramiento del pasado, las ideas y la pertenencia, de los dirigentes del PRO y de sus tan sobados “equipos técnicos”.

Justamente, uno de los ejes de la operación de manipulación PRO es el intento de hacernos creer que los “técnicos” no tienen ideología ni defienden intereses de algún sector particular.

Los “técnicos”, dice el discurso antipolítico, están capacitados para tomar decisiones que son correctas para el bien común, y que están más allá de los intereses particulares, las clases sociales, las ideologías y la política. “La gente quiere que le solucionen sus problemas, más allá de las ideologías”, dice el discurso de la derecha argentina. Mienten. Toda acción es política y conlleva una carga ideológica. Las ideologías no son sólo discurso. Por el contrario, la ideología está, fundamentalmente, en la acción. Los actos son ideológicos. Desde los más cotidianos a los más complejos. Más aún la acción de un gobierno. La solución de “los problemas de la gente” se encara desde una ideología. Y es que desde la ideología, y sólo a partir del acto, se descubre qué se quería decir, en verdad, y qué se ocultaba detrás de la ambigua y polivalente expresión “solucionar los problemas de la gente”.

El PRO necesita borrar la historia de la Argentina. Y también su propia historia. Su propio pasado lo condena. Lo vincula a las formas más brutales de los ajustes neoliberales, la destrucción de puestos de trabajo, la devaluación, la pérdida de soberanía y de derechos ciudadanos, y un esquema de distribución de la riqueza que defiende la concentración de cada vez más recursos en cada vez menos manos.

Como el PRO defiende lo que para muchos es indefendible, y necesita de esos muchos para ganar las elecciones, tiene que ocultar su pensamiento, su plataforma y su ser. Por eso todo es cotillón y disfraz, lugar común sin contenido, balbuceo y bailecito.

Por eso, la proyección futura del PRO depende en gran medida de esta operación cultural, que se apoya en las derrotas culturales que ha sufrido el campo nacional y popular.

Pero no todas fueron derrotas para el campo nacional y popular. La memoria es parte del legado de este campo. La memoria es resultado y testimonio de sus luchas. Por eso, por estos días, la batalla cultural enfrenta a la memoria contra el olvido inducido.

Medios hegemónicos y desmemoria

Los medios hegemónicos al servicio de los poderes fácticos son actores fundamentales en esta operación de manipulación cultural. El borramiento de la memoria es una de las especialidades de los medios corporativos. Sus cortinas de humo son de aliento breve. Apuestan a la inmediatez del impacto, que debe ser efímero pero contundente. Sin razones ni argumentos, sus operaciones se caen solas, con el tiempo. Por eso apuestan al plazo corto.
Los medios hegemónicos detestan la memoria. El pasado de Clarín y La Nación es oscuro, hediondo y sangriento. Los intereses que defienden dependieron siempre de la amnesia social para sostenerse y prosperar. Por eso hoy se erigen en instrumentos fundamentales para realizar la operación amnesia que beneficia al PRO.

Las próximas elecciones presentan un escenario definido en estos términos. De un lado, la tecla “borrar”, pulsada una y otra vez, con fruición, para que no quede nada de memoria histórica. Del otro, los inapelables archivos de la historia.
De un lado, el olvido inducido, la amnesia. Del otro, la necesaria inscripción de las palabras claves: “ajustes”, “desocupación”, “deuda externa”, “devaluación”, “FMI”, “rebajas en sueldos y jubilaciones”.

Fuente: El Eslabón

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