Entre la gestión y la vorágine de la campaña, el ministro de la Producción de Santa Fe, Luis Contigani, hizo un alto para pasar por la redacción de este medio y contar su historia política. Las “lecturas desordenadas” en su Arequito natal, el paso por la Federación Agraria Argentina y la Facultad de Derecho de la UNR, su experiencia en las gestiones de Antonio Bonfatti primero y de Miguel Lifschitz en la actualidad y la pre candidatura a diputado nacional en la lista del Frente Progresista Cívico y Social, son algunos de los tópicos que abordó en una extensa entrevista con Biopolítica, el segmento audiovisual que puede verse completo en el diario digital Redacción Rosario y cuyo adelanto puede leerse cada sábado en las páginas de El Eslabón.

—¿En qué momento de tu historia ubicás la aparición de la política?
—Aparece entre los 13 y los 14 años. De manera no buscada, me encuentra más a mí que yo a ella. Yo vengo de un hogar de padres trabajadores, humildes, donde la energía número uno al levantarse a la mañana era llegar a fin de mes o al día mismo. Yo fui hijo único, mi papá ya ha fallecido, pero en Arequito, que es mi pueblo, mi casa estaba rodeada de un ambiente de trabajo, de simpleza de vida, de mucha felicidad, de compartir la vida con mucha sencillez, con el vecino, con el barrio. Según las épocas de la Argentina estábamos un poco mejor, o un poco peor. No encuentro en mi casa ese ambiente intelectual o de la política, es como que me vino de afuera, por amigos, por búsquedas también de relaciones sociales. Y también por una cuestión generacional.


—¿Qué referencias te signaron políticamente?

—A mí me marca mucho el doctor Alfonsín, me agarra justito en esa primera etapa democrática. Me llamó la atención, me queda mucho una impronta ochentista y eso me llevó a empezar a leer, a empezar a tener curiosidades, preguntas, a vincularme con el medio social de mi pueblo, a estar relacionado con un movimiento agrario que es la Federación Agraria Argentina, con las cooperativas. Entonces me empecé a relacionar con los amigos que me llevaron a esos ámbitos, con los dirigentes. Tengo ahí una formación política cercana al contexto de los ‘80, a esa apertura democrática de la Argentina. Tengo también una impronta del agrarismo argentino, del movimiento cooperativo. Y tengo por parte de mi mamá una herencia muy fuerte de formación social-cristiana, que conservo aún hoy día, que es una formación para mí muy importante, que me hizo madurar, ampliar la visión.
Yo siempre digo que a la formación social cristiana que tengo le debo haber comprendido los movimientos populares, de latinoamérica. Me llevó a conocer la teología de la liberación, el rol del pueblo, la dinámica de las organizaciones sociales. Y a tener sintonía con otros movimientos y otras maneras de pensar. Después vino la universidad, vine a estudiar Derecho, en verdad vine a trabajar a Rosario y después a estudiar.

—¿Qué lecturas recordás que te hayan marcado?
—Empecé a leer desordenadamente un poco de todo. Algo de la literatura del boom latinoamericano. También las novelas históricas. Después empecé a leer ensayos, de economía, de política, de los ‘70, tenía mucha avidez sobre lo que había pasado en los ‘70 y los ‘60. Félix Luna que estaba a mi alcance, algo de filosofía, sobre todo la aristotélica, los griegos. (Juan Bautista) Alberdi en la Argentina, biografías de personajes y líderes históricos de Argentina, Yrigoyen de (Manuel) Gálvez me marcó mucho. La influencia krausista española en la dirigencia radical de principios de los años 20.
En mi casa no se leía, eran gente sencilla, con una gran dignidad, y me criaron con un sentido de la vida muy lindo. Yo ahí comprendí que la felicidad es compartir la vida. Pero no se leía siquiera los diarios. Y cuando mi cabeza o mi alma explota por esta avidez política del conocimiento, de la acción, el mundo, latinoamérica, la transformación, empiezo a leer. Y entre las lecturas, obviamente agarro el diario, lo incorporo a mi vida. En el marco de Arequito, lo que tenía más cerca era La Capital, La Nación y Clarín. Hasta que apareció Página|12. Los diarios me marcaron mucho, ese Página|12 donde escribían un grupo de intelectuales como (José María) Pasquini Durán, (Horacio) Verbitsky, para citar algunos. Realmente uno se educaba leyendo.

—¿Que te dejó el paso por la universidad?
—Fue extraordinario. Un momento de mi vida de mucha felicidad, de mucha plenitud. Me conecté con el Derecho, la filosofía del derecho, la filosofía política, me abrió la cabeza. No me recibí, soy un abogado frustrado, pero no me arrepiento de haber hecho esos cinco años de la carrera porque puso luz en la oscuridad, me abrió la cabeza. Conocí profesores y profesoras emblemáticos, gente extraordinaria que me enseñó a leer, a ordenarme, a profundizar. Estuve cercano en ese momento a lo que era el mundo de la Franja Morada, sin ser un militante orgánico ni importante. Habré estado cercano a ese mundo un año, un año y medio, porque además yo trabajaba, estudiaba y no había mucho tiempo. Era un militante periférico.
También conocí militantes estudiantiles de izquierda y peronistas, extraordinarias personas, creo que la juventud en ese momento de fines de los ‘80, principios de los ‘90 fue una generación de militantes y estudiantes extraordinarios.

—¿Cuánto incidió en tu formación política la Federación Agraria?
—Es una gran escuela política. Yo le debo mucho a la entidad, porque desde chiquito, sin ser hijo de productor ni productor agropecuario (mi papá llegó a tener una herrería como trabajo cuando tuvo algo propio), pero me sentía como el más federado de todos, sin tener campos ni historia dirigente. Y conocer a sus dirigentes históricos me marcó mucho. Estar en asambleas, en charlas debate. Federación Agraria es una organización que en ese momento sobre todo era muy poderosa, con una estructura muy grande. Era una entidad que tenía una gran agenda gremial y de actividades intelectuales.
Ese agrarismo me marcó, el que hace centro en el uso y tenencia de la tierra, en el hombre, en las problemáticas del acceso a las tierras, en la problemática de la comercialización cooperativa, todo ese paradigma que después va a tener un fuerte golpe con el paradigma liberal conservador que lo va desplazando, que pone en el centro de la cuestión la eficiencia productiva, la competitividad del sector, la escala, el impacto tecnológico.
Yo tengo aquella formación agrarista, que además recoge corrientes socialistas, anarquistas, cristianas. Detrás del agrarismo están todas esas corrientes, también del peronismo y del radicalismo.
Me vinculé desde adolescente con ese agrarismo, y las vueltas de la vida hicieron que después, en 2002, entre en calidad de funcionario en una relación de dependencia a trabajar en distintos roles de la organización y estuve muchos años vinculado a eso.

—¿Cómo terminaste siendo ministro de la Producción de Santa Fe?
—Ahí hay una impostura de la historia, porque explicarlo no lo puedo explicar. Lo que yo puedo decir es que la historia puede comenzar un poco así: en el marco del conflicto de 2008, entre el gobierno y las entidades, el conflicto agrario de 2008, 2009, la 125, y toda la historia que conocemos. Aquellos días, el gobierno de Santa Fe, en ese momento el gobierno del doctor (Hermes) Binner, había convocado una mesa de diferentes entidades para tratar de generar una propuesta de desarrollo agropecuario, un intento que después terminó en el gobierno nacional. Esa propuesta se la lleva el doctor Binner a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, como un intento de no quedar entrampado ni en una u otra postura y salir con una idea propositiva. Se hizo un muy buen trabajo y yo estuve representando a la Federación Agraria Argentina. Ahí conocí al doctor Antonio Bonfatti, que era ministro de Gobierno, y establecimos una relación más cercana, más de intimidad. Yo seguía en mi curso de acción en Federación Agraria, y cuando él gana la gobernación en noviembre de 2011, me convoca, me propone ser secretario de Agricultura de la provincia, donde estuve cuatro años. Luego termino de ministro de la Producción, que es un poco el rol en el que ahora estoy todavía. Supongo que una cosa fue llevando a la otra, posicionamientos, negociaciones políticas, la particularidad de que yo no vengo de una tradición política definida en forma orgánica en ningún partido y como que le cierro a todo el Frente. Pero siempre digo convencido que fue un poco más sorpresa de la vida que algo buscado por mí.

—¿Qué balance hacés de esta experiencia al frente del ministerio, con un contexto nacional desfavorable para la producción y el trabajo?
—El contexto para mí fue muy desafiante. Difícil siempre es. Yo creo que la política para aquellos que entendemos que es una pasión, un servicio, y que es una tarea que nos tiene que convocar para transformar nuestro país, nuestra provincia, y que la sentimos así con sentido militante, siempre es difícil. Los teóricos políticos nos enseñaron que la dinámica del conflicto hace crecer a la democracia, por la sencilla razón de que los bienes que puede proporcionar el Estado son terriblemente escasos frente a una demanda y que ahí viene la puja de intereses.
Eso lo sabía de antemano, pero me tocaron un par de elementos extras: dos crisis hídricas muy fuertes. Una nunca antes vista, la de abril de 2016, con 18 departamentos sobre 19 inundados, y que llueva quince veinte días seguidos. Y después un cambio macroeconómico y la reinstalación en Argentina de una agenda de la derecha neoliberal. Yo fui uno de los primeros que advirtió el impacto que podría tener esto en los esquemas, sobre todo industriales, del mercado interno en la Argentina. Y eso está fundado en cuestiones objetivas, o sea, si atacás a la inflación con un sistema monetarista clásico en desuso en el mundo, que te va a enfriar la economía, que le generás un esquema de rentabilidad financiera al gran capital pero le sacás a los sectores mayoritarios para dárselo a otro, si endeudás a tu país, si por otro lado abrís las economías y se introduce la problemática de la importaciones, si frenás o no creés en la intervención del Estado, la regulación de intereses. Si además los que toman las riendas del Estado son las corporaciones que antes peleaban con la intermediación política, y ahora no necesitan hacerlo porque están en el poder, que es una gran diferencia con los noventa, porque en los noventa yo fui antimenemista por convicción y los combatí desde donde estaba, pero había una intermediación política muy eficaz, tan eficaz que transformó la argentina inclusive hasta el día de hoy: la intermediación política del PJ menemista. Pero estos tipos (por el gobierno nacional) ni siquiera necesitan esa intermediación, son ellos en el poder.

—¿Cómo definís el actual modelo económico nacional?
—La macroeconomía, que yo la defino como una clásica agenda de derecha, en este caso neoliberal, me llegó al estar como ministro en todas las fronteras de crisis que iba generando esa macroeconomía: en las importaciones, la crisis de las pymes industriales, crisis sociales, empleo. Y eso me encontró a mí con un fuerte compromiso, y además con la responsabilidad de desarrollar políticas en el margen que hoy tienen las provincias, es decir, en el poquito margen que uno tiene porque las provincias no definen el modelo. Es lo que creo que mejor nos salió, sobre todo en términos de políticas económicas de intervención contra cíclica, apuntalando a las pymes en términos crediticios, conteniendo alianzas con los gremios para ir a procedimientos de crisis y patear para adelante con problemas de empleo, procesos de inversión de bienes de capital, infraestructura, hemos tenido el tema tarifas y energía, hemos dado una pelea muy grande en forma contracorriente de cómo venía la macroeconomía.
Con buenos, malos o regulares resultados, pero la posición nuestra fue intervenir a contracorriente de lo que se venía. Y creo que en algunos casos, por lo menos logramos ganar tiempo.

—¿Qué ocurrió en el Frente Progresista para que alguien como vos, que no es orgánico del Socialismo, sea quien encabece la lista de pre candidatos a diputados?
—Una vez más me pasa algo curioso en la vida, una vez más estoy en un lugar donde no lo elijo ni lo busqué. Porque no busqué ser diputado, la propuesta vino hacia mí. Yo la acepté con la responsabilidad y el riesgo de haberla aceptado. Tengo la confianza de muchísimos dirigentes, compañeros y correligionarios que confiaron en mi persona para este desafío electoral. Mi primer desafío electoral en la vida, por otra parte, porque siempre estuve en tareas ejecutivas.
Que yo sea candidato supongo que tiene que ver con lo que está ocurriendo en la Argentina en términos macroeconómicos y sociales, y que el rol mío en este año y medio de gestión implicó que tenga un perfil alto, un posicionamiento alto en todos los conflictos. Y que una cosa llevó a la otra, además mi perfil abierto, integrador hacia adentro del frente, me parece que pudo haber contribuido a que a todos un poco les cierre esa alternativa y yo creo que por ahí puede venir.

—No vas a representar el único discurso opositor al gobierno nacional, ¿cómo encarás la campaña teniendo en cuenta eso?
—Por un lado tengo una ventaja que en algunos casos puede ser una desventaja, al ser yo candidato y a la vez parte del oficialismo provincial, no sólo hago un discurso crítico y diferenciador sino que tengo la posibilidad de demostrar en los hechos concretos que intenté hacer algo alternativo.
También tengo una desventaja, porque con algunos sectores o actores que no pudimos desarrollar toda la política pública que hubiéramos querido desarrollar, me pueden decir: «bueno pero no alcanzaron, no lo hicieron». En mi caso estoy convencido de que hemos hecho un trabajo suficiente como para mostrar que tengo diferencias con el gobierno nacional, pero además que puedo fundamentar un camino alternativo que tiene que recorrer la Argentina, en la experiencia que hicimos de gestión en Santa Fe.
En segundo lugar estoy convencido de que uno de los temas que la Argentina necesita replantearse urgente es la agenda federal. La agenda del centralismo, gobierne quien gobierne, en la Argentina está agotada. Las provincias deben recuperar la capacidad de definir el modelo junto con la agenda del centralismo. No estoy hablando de un federalismo desintegrador como planteó alguna vez la derecha en este país, sobre todo en los noventa. Estoy hablando de un federalismo integrador donde las provincias tengan la capacidad fiscal, política, de definir el modelo de abajo hacia arriba. Esto también implica el reparto de recursos públicos nacionales y también implica al sistema tributario sustancialmente. Sino replanteamos eso en la Argentina, yo no creo que podamos realizar un modelo desde la agenda del centralismo de abajo hacia arriba. Pretendo ser un militante en el Congreso de la Nación que defienda una agenda federal.
Por otra parte, yo tengo la convicción de que si no generamos una nueva mayoría en la Argentina, y esa nueva mayoría no logra frenar a este proceso de derecha neoliberal y que esta nueva mayoría no logre proponerle al país un nuevo proyecto de desarrollo industrial, no creo que tengamos alternativa para recuperar al país, integrarlo, incluir a los sectores sociales postergados, revertir la pobreza estructural, el desempleo estructural. En definitiva yo creo que la verdadera disyuntiva del país es entre el modelo de reconstrucción industrial y un modelo de valorización por acumulación financiera.
Y las nuevas mayorías que nos tenemos que encontrar es a partir de un proyecto de reconstrucción industrial integral y obviamente eso implica desde el aparato científico, cultural, educativo, de salud, hasta los temas productivos, tributarios, fiscales. Y ahí hay que incluir al peronismo, al desarrollismo de izquierda, la intransigencia radical, y a sectores de izquierda social y nacional entre otros.

 

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