Según historiadores misioneros, el intento presidencial por ningunear la historia regional y la huella de la identidad, manifiestan un trasfondo ideológico.

“Discúlpeme que le escriba estas líneas, presidente Mauricio Macri, pero no puedo dejar pasar su desconocimiento sobre uno de los tantos motivos de orgullo que tenemos los misioneros”, le escribió el historiador Pablo Camogli, licenciado y profesor de Historia por la Universidad Nacional de Cuyo, al Jefe de Estado.

“Eso que usted no supo ni siquiera nombrar correctamente y definió como «ese lugar de los jesuitas», se trata de uno de los Patrimonios de la Humanidad que posee la provincia de Misiones. Ni más ni menos que eso, un Patrimonio de toda la Humanidad que queda acá, en nuestra tierra colorada”, indicó el autor de Batallas por la libertad (Aguilar, 2005), Batallas de Malvinas (Aguilar, 2007), Batallas entre hermanos (Aguilar, 2009) y Nueva Historia del cruce de los Andes (Aguilar, 2011).

Sucede que en el marco de su campaña electoral, el mandatario visitó el jueves pasado la provincia de Misiones. Al encabezar el acto de Cambiemos, con su facilidad de palabras y profundos conocimientos históricos, cuando quiso alabar las rutas aerocomerciales señaló que los misioneros se verían beneficiados con el arribo de turistas para gozar de sus bellezas.

“Cosas” de un mandatario

A Macri se le ocurrió nombrar los atractivos de la región. “Cada vez más gente de todo el mundo va a venir a Misiones, a conocerlos, a disfrutar de su amistad, a conocer esas cataratas y las… las… esas cosas de los jesuitas… ¿cómo se llaman?», tartamudeó el mandatario hasta que desde el público le gritaron: “¡Las ruinas!”.

Con su cintura de estadista formado en el sillón de Boca, Mauricio remarcó: “El lugar de los Jesuitas y todas las cosas maravillosas que tienen ustedes para mostrar”, expresó intentando referirse a las famosas Ruinas Jesuíticas de San Ignacio Miní, uno de los principales destinos turísticos de la provincia”.

Por ello, Camogli señaló en su carta: “Está bien, uno entiende que Ud. no puede saber todo y que en su cabeza hay miles de cuestiones urgentes e importantes por resolver. Sólo que duele que Ud. venga a nuestra provincia y no sea capaz de nombrar más que cataratas del Iguazú como un lugar digno de conocer. Quizás hasta allí llegó su memoria, su capacidad oratoria o su conocimiento de la provincia, no lo sé. Pero duele. Nos duele a los misioneros”.

“Le cuento qué fueron las Misiones jesuítico-guaraníes, aunque dudo le interese: fueron una de las más extraordinarias experiencias de la conquista, con todo lo terrible y dramático que ello implicó. Los padres de la Compañía de Jesús lograron el apoyo de los caciques guaraníes a partir de un acuerdo que era bastante simple: los guaraníes aceptaban el evangelio y los jesuitas les aseguraban que no serían encomendados por los españoles ni esclavizados por los portugueses”, explicó Camoglio, quien también participó en la investigación y redacción del libro Misiones, de Silvia Torres (1994).

Una fuerte huella regional

También señaló Camogli que “a partir de allí, se desarrolló en la región de la selva paranaense una particular experiencia de sincretismo cultural que pasó por momentos diversos. Desde la crisis provocada por los Bandeirantes y que los guaraníes resolvieron victoriosos en la batalla de Mbororé, que descuento Ud. desconoce por completo. Hasta el auge de mediados del siglo XVIII, cuando más de 150 mil personas vivían en los 30 pueblos históricos. Las guerras guaraníticas y la posterior expulsión de los jesuitas, marcaron el fin de aquella experiencia en 1769”.

“Hoy nos quedan los vestigios arqueológicos que usted no supo nombrar. Esos restos, que también se encuentran en Paraguay y Brasil, son motivo de orgullo para los que habitamos estas tierras. En esas enormes paredes de piedra itaquí, está condensada parte de nuestra identidad regional, nuestra historia y nuestra cultura. Ud. debería saberlo, por lo menos debería tener cierta idea sobre la importancia y el sentido que tienen «esos lugares de los jesuitas» para los misioneros. Digo, si es que realmente le importan los habitantes de esta tierra. Si es así, señor presidente, si algo le importa esta gente, la próxima vez que nos visite muestre un poco más de respeto por nuestra historia y nuestra cultura. No le pido mucho, tan solo un poco de dignidad”, remarcó.

Al consultarlo sobre el episodio, el historiador sostuvo: “Creo que Macri hace culto a la ignorancia porque se siente impune para decir cualquier cosa. No le importa el interlocutor, porque sabe que después los medios lo traducirán”.  

Para Macri la historia no es relevante

En tanto, Oscar Daniel Canero, también historiador misionero, advirtió que “el uso político de la historia que realizó el kirchnerismo, fue preocupante. Pero la actitud de Macri me parece que lo es aún más: hablar de los «lugares» de los jesuitas, pedirle perdón al rey de España por la «angustiante» revolución, erradicar la historia de los billetes… todo lleva a lo mismo: Macri no sólo es ignorante absoluto respecto al pasado, sino que no le importa que se note. Para él, la historia no es relevante, por eso la quiere sacar de la escuela secundaria”.

Canero, resaltó que “la única memoria que le interesa es la de estricto corto plazo, sobre todo si se trata de la jugosa corrupción K, que resulta funcional para distraer a una sociedad lanatizada de cualquier otro tema”.

Lo de los “lugares” de los jesuitas fue una burrada lisa y llana, con perdón del noble y laborioso cuadrúpedo. Un blooper que demuestra, una vez más, que Macri podrá ser un regular empresario, pero que en historia y retórica hace agua. Al igual que poner “bicentenario de la independencia” para el 25 de mayo. Ese tipo de cosa no da para mucho más que para un chiste de Facebook. Pero convengamos que hay otros aspectos de la, a esta altura, tormentosa relación de Macri con el conocimiento del pasado, que son mucho más preocupantes, como por ejemplo, todo lo que tiene que ver con los derechos humanos. Ya no es chiste minimizar el número de desaparecidos, resucitar la idea de «guerra sucia», recibir al presidente de Estados Unidos un 24 de marzo, hacer desfilar a Aldo Rico como un héroe de Malvinas, el intento de liberar a los genocidas, etc. Todas esas cuestiones deberían, por lo menos, resultarte incómodas como militante de la UCR, porque como bien se dice por ahí, los Derechos Humanos no fueron un invento del kirchnerismo y fueron una bandera del gobierno de Alfonsín. Y finalmente, sacar a la historia de los billetes y de las escuelas, forma parte de un evidente trasfondo ideológico muy afín al del neoliberalismo de los noventa: es ni más ni menos que el regreso de la idea del fin de la historia, porque ya no importan las ideologías. Importa sólo el futuro”.

Sin una pequeña ayuda de su amigos

“Cualquier orador serio se asesora previamente sobre la idiosincrasia del lugar donde va a hablar. Por lo menos, que eche a algunos asesores o que consulte a algún historiador oficialista, que, aunque contados, los hay. No del PRO, por supuesto, pero sí radicales desclasados. No hay forma de disimularlo. Es la ignorantocracia imperante”, concluyó Cantero.

Ante todo ello, el compañero Rodolfo Walsh, desde el rigor y compromiso con la verdad y la ética, sigue advirtiendo como en los años 70, aquello de: “Nuestras clases dominantes han procurado siempre que los trabajadores no tengan historia, no tengan doctrina, no tengan héroes y mártires. Cada lucha debe empezar de nuevo, separada de las luchas anteriores: la experiencia colectiva se pierde, las lecciones se olvidan. La historia parece así como propiedad privada cuyos dueños son los dueños de todas las otras cosas”.

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