El ex presidente de EEUU y paradójico premio Nobel de la Paz, Barack Obama, llevó adelante una política exterior muy agresiva, a la altura de la historia genocida del Imperio. Obama pasará a la historia por el uso y abuso de aviones no tripulados (drones), aparatos teledirigidos que matan a la distancia, a miles de kilómetros, sin soldados en el terreno.

Muchas de las víctimas de los drones fueron los denominados “daños colaterales”, es decir: población civil no combatiente, gente común que camina por la calle. Pero esos crímenes no son calificados de “terrorismo”, pese a que cuadran perfectamente en la definición. Por esos muertos nadie se lamenta, ni hace marchas, ni dibujitos tiernos en las redes sociales, ni dice “Todos somos…”. Entre las víctimas de los drones de Obama se cuentan cientos de niños.

Con el gobierno de Donald Trump, todos los horrores de la administración Obama continúan, pero en una versión aumentada, empeorada, al menos en los casos en que un empeoramiento es posible.

En cuestiones de guerras, invasiones, bombardeos y destrucción de países, la gestión de Trump parece querer continuar y profundizar los conflictos heredados de la era Obama y, además, agregar otros, propios. Trump quiere dejar su marca, su impronta. Quiere su propia guerra. Desea superar a su antecesor. Ser mejor. Más fuerte. Más duro.
Por eso, además de Irak, Afganistán, Pakistán, Yemen, Trump provoca a Corea del Norte, y amenaza a Venezuela, y rompe los acuerdos con Cuba. Además de Medio Oriente, no quiere descuidar África, ni el Extremo Oriente, ni América latina.

En esta línea, el lunes 11 por la noche, en horario central para los medios de comunicación, el presidente de EEUU anunció que “hará cambios drásticos” a su estrategia en Afganistán. La idea es no retirar tropas de ese país, porque tendría “efectos inaceptables” en la región. Por el contrario, la nueva estrategia es enviar más soldados a esa zona.
La decisión de Trump, además, da marcha atrás con la política de Obama en esa zona, que hace dos años y medio había declarado el fin de la guerra y había comenzado el retiro de personal militar.

Hace 16 años que se libra una guerra en Afganistán. Los expertos aseguran que EEUU no tiene ningún interés en retirarse de allí en las próximas décadas, más allá de las cuestiones estrictamente militares, la presunta guerra contra el terrorismo y otros intereses que se esgrimen a la hora de justificar la presencia imperial.

Afganistán tiene un valor geopolítico, geoestratégico y económico. Hay recursos naturales en ese país, entre los que no debe excluirse la heroína, y para muchos analistas, el Imperio jamás abandonará esa región, más allá de los circunstanciales flujos y reflujos.

EEUU invadió Afganistán tras los atentados del 11 de septiembre. Fue un hecho bastante insólito. Acusó a este país de proteger a los terroristas que perpetraron el atentado. Pero la mayoría de los que cometieron el ataque eran de origen saudí y es un secreto a voces que Arabia Saudita financió durante años a diversos grupos terroristas.

Trump no dijo durante su anuncio cuántas tropas va a enviar, pero dejó claro que incrementará la presencia militar en ese castigado país. “No vamos a hablar de números, de tropas, ni sobre nuestros planes de actividades militares”, dijo desde la base del Ejército en Fort Myer en Virginia.

“Estados Unidos seguirá apoyando al gobierno afgano, pero ese apoyo no es un cheque en blanco”, dijo ante dos mil soldados, al tiempo que lanzó una amenaza: “Pakistán tiene mucho que perder si sigue acogiendo a terroristas. Le hemos pagado miles de millones de dólares. Es tiempo de que Pakistán muestre su compromiso con esta lucha antiinsurgente”.

Trump le reprocha a Pakistán que, pese a ser un gobierno aliado, sirve de base, según entiende el Imperio, a talibanes insurgentes. EEUU acusa a Pakistán de abrir sus fronteras a grupos terrorista y de darles refugio a los talibanes que combaten en Afganistán y que encuentran en Pakistán una vía de escape ante el avance de las fuerzas estadounidenses.

Fiel a su estilo, Trump sincera lo que otros decían con eufemismos. Lejos de hablar de “reconstrucción” para significar “destrucción”, el magnate llama a las cosas por su nombre. En la nueva estrategia anunciada desde la base de Fort Myer, en Arlington, Virginia, Trump centró su prioridad en la destrucción de los extremistas para impedir que se hagan con el control del país. “No volveremos a hacer reconstrucción, mataremos terroristas”, afirmó.

“Las represalias serán rápidas y poderosas”, dijo, y agregó que aumentarán las competencias del ejército sobre el terreno, porque no cree en las negociaciones, ni en el diálogo, ni el management, simplemente “porque no se ganan batallas desde Washington”.

“Un día, tras operaciones militares efectivas, quizás sea posible conseguir un acuerdo político con algunos elementos de los talibanes, pero nadie sabe si va a pasar, o cuándo va a pasar esto”, destacó el presidente, quien dejó en claro que, antes de ese día, son necesarias las balas y las bombas.

También el secretario de Defensa estadounidense, James Mattis, viene presionando por incrementar la presencia militar en Afganistán, donde el imperio mantiene más de 8 mil soldados.

Ya desde la campaña, Trump criticó la política de Obama en Afganistán, por ser demasiado blando. El ex presidente inició un plan de retiro de tropas, y la mayor parte del contingente lo hizo hacia 2014. Desde entonces, en forma progresiva, los talibanes recuperaron el control de una parte del país.

Los talibanes prometen guerra santa

Tras el anuncio del presidente Trump, los talibanes prometieron una “guerra santa hasta el último aliento”.
“Mientras un soldado de EEUU permanezca en el país, continuaremos con nuestra jihad contra ellos, con la moral fuerte, con plena voluntad y más sobriedad”, escribió en un mensaje enviado a los medios el portavoz de los talibanes, Sabiullah Mudyahid.

Asimismo, Mudyahid aseguró que “los talibanes no están cansados de combatir” y que “si EEUU no se retira, Afganistán será su cementerio”.

Además, el portavoz agregó que “la liberación del territorio afgano de los invasores supone una obligación religiosa y moral para los afganos”.

Por su parte, el presidente afgano, Ashraf Gani, agradeció el anuncio imperial, “que apoya los esfuerzos del país por alcanzar la autonomía” y a la “lucha conjunta para liberar a la región de la amenaza del terrorismo”, según señaló en un comunicado.

Según Gani, la nueva estrategia de EEUU “pone un énfasis particular en el respaldo al ejército afgano: doblar el número de las tropas especiales, mejorar las fuerzas aéreas o un mayor asesoramiento”.

La patota de la OTAN, lista para el combate

Y una vez más Europa se mostró encantada con las políticas brutales del magnate neoyorquino. El secretario general de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), Jens Stoltenberg, saludó con entusiasmo la nueva estrategia y aseguró que la Alianza continúa totalmente comprometida con Afganistán. “Doy la bienvenida al nuevo acercamiento del presidente Trump basado en condiciones para Afganistán y la región. Los aliados de la OTAN y socios ya se han comprometido a aumentar nuestra presencia”.

Y hasta Angela Merkel, siempre tan crítica con relación a Trump en materia económica y de migraciones, esta vez, en cuestiones de guerra, a la hora de los fierros, se mostró más que enamorada por el hombre de dorado flequillo. “Es correcto y el gobierno alemán siempre ha abogado por que el final de la misión esté unido a las condiciones en el país”, indicó una portavoz del gobierno de Merkel.

Según datos de la OTAN, en la actualidad hay unos 12.400 soldados desplegados en Afganistán, para formar a las fuerzas de seguridad nacionales y asesorarlas. Debido al empeoramiento de la situación de seguridad se prevé que el año próximo aumenten a 15.800.

Fuente: El Eslabón

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