El candidato de izquierda Manuel López Obrador encabeza las encuestas con un 37 por ciento. En segundo lugar se ubica el conservador Ricardo Anaya con el 20,3 por ciento, seguido del oficialista José Antonio Meade con el 17,1. Su triunfo significaría el fin de una larga hegemonía de la derecha.

No es la primera vez que Andrés Manuel López Obrador, más conocido como AMLO, es candidato a la presidencia de México. Tampoco es la primera vez que encabeza las encuestas. Incluso estuvo a punto de ganar en otras oportunidades, pero al final se impuso algún candidato de derecha, representante de las corporaciones, de los intereses económicos más concentrados, de EEUU y del establishment. A veces esto ocurrió por las buenas, otras por las malas, con fraude electoral.

Por eso, pese a que faltan apenas dos semanas para las elecciones presidenciales en México, hay un cauto optimismo entre los partidarios de AMLO. Muchos piensan que esta vez sí, finalmente, se podrá romper con la aplastante hegemonía neoliberal, que devastó los intereses populares, relegó el lugar del Estado y convirtió a México en uno de los países más violentos del continente.

López Obrador encabeza la alianza del Movimiento Regeneración Nacional (Morena) con los partidos del Trabajo (PT) y Encuentro Social (PES); Anaya va por una coalición formada por los partidos Acción Nacional (PAN), de la Revolución Democrática (PRD) y Movimiento Ciudadano (MC). Meade es candidato presidencial de la coalición del oficialista Partido Revolucionario Institucional (PRI) con el Verde Ecologista de México (PVEM) y Nueva Alianza (NA).

Esta última semana López Obrador acrecentó su ventaja en la intención del voto para con un 37 por ciento. En segundo lugar se colocó el conservador Ricardo Anaya con el 20,3 por ciento.

El elegido del actual presidente, el desacreditado Enrique Peña Nieto, José Antonio Meade, ocupa el tercer lugar según las encuestas, con una intención de voto del 17,1 por ciento según datos de la empresa Consulta Mitofsky dados a conocer este martes 12, antes del último debate televisivo entre los candidatos, en el que todos apuntaron contra AMLO.

La corrupción está entre los temas que figuran al tope de la agenda de campaña, junto con la violencia. AMLO es el único candidato que habla de “soberanía alimentaria” y que analiza las raíces sociales de la violencia y la inseguridad. Denunció además el bajo nivel de los salarios y prometió promover un más fácil acceso a las universidades.

Pero para tranquilizar a las franjas más conservadoras del electorado, y volverse menos demoníaco para los medios de derecha, se alió al Partido Encuentro Social (PES) evangelista y opuesto al aborto (como una buena parte de la población y los partidos políticos) y, además, le prometió al Ejército no revisar la ley de seguridad nacional, votada en diciembre de 2017. Esta norma, que permite la presencia de militares en las calles para realizar tareas de seguridad interior, es rechazada por amplios sectores de la población y organismos de derechos humanos. Incluso provocó la preocupación de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

Pero como suele suceder, estas concesiones no tranquilizaron al insaciable empresariado, que siguen viéndolo como un demonio “populista”. Por esas cosas de las culturas y los códigos particulares de cada país, los grandes industriales mexicanos demonizan a AMLO diciendo que es “populista como Trump”, a quien detestan con pasión.

Al mismo tiempo, también corren a AMLO por izquierda. En las redes sociales circulan posteos que dicen “Morena, la derecha disfrazada de izquierda” junto a caricaturas que muestran desconfianza hacia el candidato de izquierda y lo acusan de traicionar sus ideales.

El estudio también registra que, tras eliminar a las personas que no declaran su intención del voto, López Obrador reúne un 47,8 de preferencia efectiva de voto contra un 26,1 por ciento de Anaya, y 22 por ciento de Meade.

Entre principios de mayo al 4 de junio, López Obrador pasó del 33 al 37 por ciento y Meade creció 2,6 puntos porcentuales, ambos incrementos provenientes de la renuncia de la candidata independiente Margarita Zavala y la reducción del porcentaje de personas que no declaran en el sondeo, citaron medios locales y la agencia de noticias EFE.

El sondeo destacó que el 71 por ciento de los que apoyan a López Obrador dicen estar seguros de su decisión, frente a un 64 por ciento de votantes de Meade y de Anaya, variables que abren la posibilidad de que haya un voto estratégico de ciudadanos que pueden cambiar de idea.

En el tramo final de la campaña presidencial para elegir al sucesor de Enrique Peña Nieto, que terminará el 27 de junio, el 46,7 por ciento piensan que López Obrador ganará las elecciones.

La encuesta fue realizada entre el 3 al 5 de junio a mil personas con credencial para votar a través de entrevistas presenciales y un rango de error que no sobrepasa el 3,1 por ciento.

Más allá de cuál sea el resultado de las elecciones, y aun en el caso de que AMLO logre triunfar y ganar en las urnas, pronto quedará bien clara la diferencia entre acceder al gobierno y tener el poder. En México, el Estado está muy lejos de ejercer el monopolio de la violencia. Se lo disputan el narcotráfico, la mafia, grupos parapoliciales y paramilitares. Y está el gran vecino del norte, que juega fuerte en todo ese entramado ilegal, financiando, armando y acompañando las fuerzas de seguridad estatales y para-estatales según su conveniencia. Además, todas las otras instituciones del Estado, administrativas, electorales y fiscales, sufren un gran descrédito.

La estructura económica de México, sobre todo desde la década de 1980, está al servicio de proveerle mano de obra barata a EEUU. Cambiar esa estructura será un gran desafío para el que se necesitará un poder que AMLO difícilmente tendrá.

Por ahora, la salida de la larga y violenta noche neoliberal es apenas una luz, titilante e insegura, al final de un largo camino.

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