Lucrecia tiene 24 años y sueña con ser tocoginecóloga para mujeres cis y corporalidades trans. Después, quiere seguir estudiando: ser una uróloga especializada en mujeres trans y personas no binarias. Lucrecia tiene 24 años y hasta no hace mucho su sueño era ser flaca. Contaba las calorías y los kilos acorde a su índice de masa corporal esperando el momento es que todo sea normal, es decir, que le entre la ropa que se había comprado para cuando sea flaca y que alguna vez no le re-pregunten si de verdad quiere repetir el plato de comida. Lucrecia dice que antes de soñar con ser flaca fue flaca, gordofóbica y homofóbica. Hoy es una persona no-binaria, gorda, feliz, transfeminista y, de golpe y porrazo, es también la voz de las gordas, los gordos y les gordes en Rosario, que desde el activismo, el empoderamiento y un evento que organizó Lucrecia, comienzan a hacer ruido. El sábado 8 de septiembre se realizará Gordura estruendosa, un encuentro que sobre todo quiere hacer romper esquemas y cambiar los roles: que quienes incomodan en la calle puedan incomodar a la normalidad.

“Es un evento donde todo va a rondar en la temática de las cuerpas gordas”. Lucrecia está en un bar céntrico. Toma una Pepsi y se inclina apenas sobre el grabador para hablar. Sus palabras son un desafío para esta crónica y este semanario. Lucrecia es una persona no binaria y habla con el famoso lenguaje inclusivo: pronombre e para todos, todas y todes. Sobre todo, para elle. Lucrecia, además, dice “cuerpas gordas”. Le gusta como suena y además abraza el concepto. “El cuerpo siempre fue lo hegemónico. Lo que nunca pude apropiarme, desear. Yo cuando tenía un cuerpo socialmente aceptable también la pasaba mal. Tenía inseguridades, malos hábitos. Todos esos mandatos son la palabra cuerpo. Por eso, para reivindicar mis vivencias, ahora me apoderé de la palabra cuerpas”.

No es fácil hablar o escribir de gordos. Mucho menos de gordas y gordes. La contrahegemonía de los cuerpos (y las cuerpas) también tiene su escala de privilegios. No se trata de quién cuenta más kilos o malestar, sino de incomodar y romper con las disciplinas. No es lo mismo una chica, mujer cis, gorda; que una persona trans gorda. No es lo mismo ser gorda y negra, que gorda y blanca; como tampoco gorda y pobre, que gorda de clase media. No es lo mismo un varón gordo, que una piba gorda. Y así. No es lo mismo cuando los parámetros están fundados en estereotipos médicos y sobre todo de belleza que se vuelve escala de valores. “No hay una medida universal o marca que constituya lo que es y lo que no es gordo; lo gordo existe en un contexto y experiencia. La gente gorda sabe lo que es, y así es reconocida”, cita la introducción al libro Cuerpos sin patrones, 184 páginas sobre la desmesura de las carnes que cambian vidas y formas de ver el mundo.

Las desmesuras vienen por todo

Lucrecia armó un evento para ya no ser la excepción. “Yo creo que voy a terminar llorando”, admite riéndose. “Va a ser una noche de mucha revisión personal, no sólo para las cuerpas gordas sino para el resto. La idea es justamente esa: interpelar. Porque sucede todavía que en espacios que parecen seguros, feministas y de sororidad, es posible sentirse incómoda por comentarios sobre la gordura, estigmatizándola, dejándola en el lugar de lo malo de nuevo”. El evento se realizará desde las 21 en Puerto de Ideas (San Luis 818) y contará con una muestra de fotos, lectura de textos y hasta un baile de twerk. Porque sí: las gordas mueven el culo. “Vamos a hacer todo lo que no nos dejan. Vamos a romper esquemas, que sea un lugar seguro y cómodo para las personas que la mayoría de las veces estamos incómodas, que no somos bienvenidas”.

Pero Gordura Estruendosa tiene también otra meta que además es un deseo, un ojalá: generar el encuentro y los lazos. “Es necesario. Hay energía, gente y material. Sólo resta tejer redes de contención. Se sabe que hay un activismo, pero no está sobre la mesa. No hay energía canalizada en Rosario. La idea es apropiarnos y hasta ir más allá de ser o no gordos. Podemos tener otras vivencias y eso pasa cuando te encontrás y activás con otras personas gordas y hablás del tema”. Lucrecia sonríe, y sueña. Mientras prepara tres parciales, organiza y lidia con la ansiedad de un primer encuentro de gordura en Rosario, imagina todo lo que está bien para el 8 de septiembre: la irrupción de las carnes.

Activismo para comerse el mundo

“De adolescente era todo lo que el sistema quiere: homofóbica, gordofóbica, odiante al palo. Proyectaba casa, hijos y marido. Y le tenía mucho miedo al cuerpo gordo”. Lucrecia acepta hablar de su historia personal: sabe que le ayuda al resto. Valga reiterar: sólo la gente gorda sabe lo que es. “Yo mambeé y tenía muy mala relación con la comida. Siempre tuve miedo de subir de peso. Ese fantasma de que si sos gorda perdes todo lo que tenés. Todo eso me agobió. Cuando fui feminista, rompí cadenas y aún así lo negaba. Todo siempre era priorizable. Recién el año pasado me apropié de este cuerpo”.

Imagen de la muestra de fotos que podrá visitarse en el Encuentro.

El momento del año pasado al que se refiere Lucrecia es el taller de Activismo Gordx en el Encuentro Nacional de Mujeres en Chaco. Fue la primera vez que se hizo en más de 30 años de encuentros y quienes fueron parte sostienen: fue hermoso, rompió esquemas, cambió vidas, calmó vidas. “Pude ver que no soy la única, que hay más violencia y mierda, y a la vez más empoderamiento”. Lucrecia no había planificado formar parte del taller. Cuando vio el nombre, pensó que podría anotarse. No que tenía que. En ese momento, Lucrecia estaba en medio de una ambigüedad: contaba sus kilos y esperaba adelgazar mientras se decía lo hermosa que es. Pero fue al taller. Y cuando volvió a Rosario, vino con el click: “Si algún día quiero adelgazar, va a ser por mí, no por el resto. No porque no hay ropa para mí o porque me cuentan la gaseosa que tomo. Yo antes quería bajar de peso por el agotamiento que genera que te interpelen siempre”.

La vuelta del Encuentro fue con mucha información y ninguna red de contención. Lucrecia llegó a Rosario e hizo borrón y cuenta nueva con la ropa. Fue su primer paso: no vestirse más así, como no le gusta. Cabe remarcar: la ropa para “talles especiales” es grande, oscura, aburrida. Y Lucrecia quería flores, polleras y tiros altos. Buscó nuevos locales de ropa, tuvo que comprar por Internet, armar un circuito nuevo. Pero valió. “Encontré gente gorda modelando y fue hermoso. Pude ver por primera vez como me va a quedar el vestido con unas tetas, un culo y una panza como la mía. Después empecé a armarme de valor e interpelar a la gente. Antes del taller estaba dispersa. Cuando volví me agrupé, me apropié de mí misma. Hay veces que es fácil y otras que no. Hay días que me como el mundo. Otros que no, que pesa. Pero yo aprendí a de a poco poner límites, a vestirme. Me adueñé de mi cuerpa gorda y ví que no tengo patologías, que soy una persona normal”.

El ruido de lo que está mal

A lo largo de la entrevista con El Eslabón, Lucrecia desliza ejemplos que terminan ejemplificando qué es ser gordo, gorda, gorde, hoy. Lucrecia habla de ir al médico por un resfrío y que le aconsejen adelgazar. Que te subís al bondi lleno y enseguida te miran mal porque ocupás más lugar y no va a entrar nadie. Lucrecia dice que la ropa es sólo ancha, que te tapa, con colores y estampas horribles. Que las personas gordas siempre van a tener que elegir la barrita y no el alfajor, y explicar por qué está tomando una gaseosa no light. “¿Sabes lo que es querer comprar un pantalón y que la vendedora te diga que se estira, cuando no, no se estira? Yo te juro que quiero que me digan que eso no me va a entrar. Decímelo. Porque si lo fuerzo y lo rompo, no sabes la humillación que me como”.

Imagen de la muestra de fotos que podrá visitarse en el Encuentro.

La movida “body positive” impulsa el aceptamiento: aceptarse, quererse y sentirse linda aunque seas gorda. El activismo gordo llegó para eliminar el aunque: que el cuerpo gordo deje de ser público, que no sea de opinión de todos y todas. “El activismo gorde dio esa vuelta de rosca y encontró herramientas para también el resto, para ver esas vivencias tan naturalizadas y silenciadas al mismo tiempo”, explica Lucrecia, que empezó con su camino de amor propio hace bastante. Dice, sin embargo, que el amor propio no se tradujo en vestirse como realmente quiere, sentirse deseada por otras personas. “Es que el amor propio a veces no alcanza cuando el sistema te dice permanentemente que sos lo malo. Lo propio no alcanza”.

El evento que organiza Lucrecia, que será el 8 de septiembre, va a ser la irrupción de ese activismo en Rosario. “Vamos a gederla”, dice sonriente. “Vamos a romper con el sistema: vamos a decir somos gordas, gordos y gordes; salgo a hacer ruido con esta gordura, con estas carnes, vestida como no me dejan porque soy gorda. Vamos a romper con los esquemas que imponen de todos lados. Eso es lo estruendoso”. A Lucrecia le encanta la palabra estruendosa para definir la gordura. Dice que explica lo que desea: el ruido, mostrarse, decir que está bien, que hace lo que se le cante. “Es como una palabra gigante”, remarca. Estruendosa, además, se parece a monstruosa. Y vale para citar a la cantante travesti Susy Shock: reivindico mi derecho a ser un monstruo. “Vamos a reivindicar los derechos de ser felices siendo todo lo que el mundo dice que está mal”.

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