Más que una entrevista parece una despedida. La intendenta Mónica Fein está a punto de cerrar su segundo mandato frente al Palacio de los Leones y su próximo ocupante ya no será Socialista por primera vez en 30 años, elementos suficientes para que la charla tenga un fuerte tono de memoria y balance. La actual candidata a senadora por el departamento Rosario recibió a este medio el martes pasado en la Municipalidad y realizó un pormenorizado recorrido por su trayectoria política, desde su cuna peronista hasta la presente campaña, analizó lo que dejaron las Paso y aseguró: “Al intendente que venga, espero que sea Pablo Javkin, le voy a dejar todas aquellas cosas que me parece que podría haber hecho mejor, para que por lo menos cometa otros errores”.

—¿Dónde ubicás el inicio de tu vida política?
—En la universidad, cuando ingresé en el ‘75. Al año siguiente fue el golpe de Estado. En ese ‘75 era un momento de mucho debate, muy complejo. Me sumé al Movimiento Nacional Reformista. Ese año perdimos el centro de estudiantes. Después vinieron las cosas terribles durante la dictadura. Nosotros nos reuníamos clandestinamente, en casas, para pensar, para estudiar la realidad, y realmente fue una etapa de mucho miedo. Creo que no entendíamos la dimensión de lo que estaba pasando, pero lo veíamos muy de cerca. Yo me tenía que recibir, en el ‘82 vino una etapa maravillosa, del debate hacia la democracia, y fui parte de la organización del pro-centro de estudiantes, porque lo habían cerrado. Me acuerdo que quemamos los aranceles, las cuentas, en la puerta de la universidad. Extendí un poco las dos materias que me faltaban y en el ‘83 fui electa presidenta del centro de estudiantes. Fue una etapa en la que entre el miedo y la esperanza, la clandestinidad y la convicción de un futuro mejor, entendí que mi vida estaba unida a la política para siempre.

—¿En tu casa había una identidad política o partidaria presente?
—Si. Mi mamá y mi papá, ambos peronistas. Mi papá estuvo preso en la Revolución Libertadora en el ‘57, se tuvieron que ir de Santa Fe. Él estaba trabajando en la ciudad de Santa Fe, en el gobierno, lo metieron preso y se fue a la casa de la familia, que  era de Luján. Yo nací en Luján, por la Revolución Libertadora. A mi papá lo dejaron en prisión domiciliaria, con un policía en la puerta, que le contaba que él también era peronista y le decía: «Si usted se va avíseme, para no hacerme quedar mal». Así que en mi vida la discusión política estuvo siempre. Me acuerdo cuando empecé a participar en el Socialismo, que yo le decía a mi papá: «Ustedes los peronistas son muy desordenados, nosotros somos muy ordenados», y él me decía: «y porque ustedes son pocos». Ahora lo recuerdo mucho porque es verdad, cuando un sector político, un partido se desarrolla y crece, obvio que no es tan ordenado como cuando es una agrupación estudiantil. Mi papá murió joven, había estado proscripto y cuando en el local del partido yo vi que estaba en el ‘83 en la lista para votar, y le avisé que ya podía volver a votar, me acuerdo de su alegría. Me dijo: «Bueno, los voy a votar a ustedes». Sacamos cuatro mil votos en toda la provincia.
Mi mamá era una enamorada de Evita, con todas las críticas que le podía hacer también. Mi mamá se llamaba Pilar y fue un pilar de mi vida hasta hace muy pocos años. Si bien era una ama de casa, también era una libertaria en su concepción. Fue un pilar en mi inserción en la política, que yo hiciera lo que sentía que tenía que hacer, Cuidaba a mis hijos para que yo pueda ir a reuniones. Fue de esas mujeres que les tocó ser amas de casa porque la historia las puso en ese lugar, pero estoy segura que en este tiempo hubiera estado en la calle conmigo en “Ni una menos”, sin dudas.

—Después de la presidencia en el Centro de Estudiantes, ¿cómo sigue tu recorrido político?
—Siempre en el mismo espacio político. Después me recibí, ahí fue también el avance de la democracia, se normalizaron las universidades, fui secretaria estudiantil de la facultad en la que había estado luchando del lado de los estudiantes. Fue muy linda esa etapa, con un decano normalizador, León, el papá de Daniela, que venía de un pueblo, que era radical y que nos planteó que yo, que había sido presidenta del Centro de Estudiantes, me sumara a su equipo. Yo ya trabajaba en la universidad, desde 4to año empecé a trabajar en el viejo Clemente Álvarez porque la verdad tenía necesidad, mis padres eran trabajadores. Ahí me puse de novia, por supuesto con un militante del Movimiento Nacional Reformista (MNR), de medicina. Mi hermano estaba ahí, era de medicina. Cuando nos dicen «la familia» y sí, militábamos en la dictadura, nos veíamos entre nosotros, en un tiempo ni sabía dónde él vivía para resguardar nuestra seguridad, eran épocas difíciles. Con él me casé, tuve hijos, milité y sigo, toda la vida.

Imagen: Mónica Fein

—¿Cuándo das ese paso de la militancia en la universitaria a la política más institucional?
—Yo estaba de licencia sin goce de sueldo en la Municipalidad. Seguía en la universidad, en extensión, ya con Millet como rector, también en un acuerdo del radicalismo con el socialismo. Y me llama Hermes Binner, que era secretario de Salud, y me plantea que quiere hacer un laboratorio de medicamentos y me encantó, me pareció fantástico. La verdad que iba a ganar menos, me re-incorporaba a mi cargo porque yo estaba en licencia, así que hable con mi marido, en esa época no sobraba nada, pero los sueños eran más importantes, me reincorporé a la municipalidad en el LEM a construir un edificio que compramos en remate, donde teníamos que construir un laboratorio de medicamentos. Fue un sueño hermoso, hacer medicamentos públicos, soñar que el medicamento era un bien social, que tenía que estar al alcance de todos. Hace muy poquito lo fui a ver y realmente es un ejemplo nacional de laboratorio. Soñamos desde la cajita, la blistera, como llegar a cada lugar. De ahí se me ofreció estar en el Instituto del Alimento, la vieja Dirección de Bromatología, que tuve la oportunidad de transformarla en lo que es hoy: el moderno Instituto del Alimento. Después fui secretaría de Salud Pública, que fue creo el desafío más importante de todos. Me fui preparando. Después fui concejala, dos 2 años. Gana Miguel Lifschitz y me plantea volver a ser Secretaria de Salud. Luego fui diputada nacional y después intendenta, que por lejos es lo más lindo que me pasó en la vida.

—¿Qué balance hacés de tus dos gestiones como intendenta de Rosario?
—No me imagino que otro cargo pueda ser más desafiante que ser intendenta de una ciudad como Rosario. Ayer justo hicimos un balance de mil obras en 8 años. Pero mil obras, algunas de las cuales uno podría decir extraordinarias, que le cambiaron la vida a la ciudad, desde 26 obras hidráulicas donde la ciudad ya no se inunda y uno podría estar orgulloso de eso, o podría decir 39 barrios de cloacas, o podría decir seis avenidas. Pero a mi me parece que el sentido más profundo, y ayer yo lo decía, es que quizás nos marcó mucho el 2001, fue el convencernos que no existe proceso político, sobre todo en un gobierno local, sin participación ciudadana, sin construir junto a los vecinos y las vecinas. Ese diálogo que interpela el poder, que nunca está conforme, que siempre va por más, no es ese diálogo del aplauso, de la felicitación, que a veces está también y que a uno lo llena de satisfacción.
Rosario es una ciudad única, no es una ciudad conformista, siempre piensa que está para construir la gran historia de este país, se siente protagonista, sabe que está en la provincia de Santa Fe, pero no es lo que más le importa, le importa ser Rosario. Es una ciudad emprendedora, innovadora, que integra, que integró a los inmigrantes europeos, a los latinoamericanos, a los que nacieron acá, a los pueblos originarios. Que sabe integrar con derechos, por supuesto, con desigualdad porque como todas las ciudades latinoamericanas tiene una profunda desigualdad que se ha profundizado en este último tiempo. Rosario sabe que tiene que construir una página importante de la historia. Quizás nos dejó eso (Manuel) Belgrano cuando decidió hacer acá a bandera. No tenía el permiso del gobierno nacional y, rebelde, lo hizo igual. Eso nos dejó un legado rebelde de saber que aunque no nos den permiso vamos a construir una página de la historia. El espíritu del Che, que se fue tan jovencito, un bebé pero nos quedó como esa rebeldía dando vueltas en la ciudad. O quizás la de tantos artistas, de tantos militantes sociales.
Es una ciudad que está empoderada, con mucha calidad institucional. Estoy convencida que la democracia tiene que ver con la calidad de las instituciones y Rosario tiene muchas instituciones. Las de base, desde esos comedores y copas de leche, hasta instituciones empresariales, comerciales, de buena calidad institucional. No absorbidas por políticas partidarias en general, sino representando intereses legítimos. Una ciudad universitaria que abrazó todas las luchas populares y que supo, y sabe, sentirse que esto de estar al lado del Paraná la hace también global, se siente parte de una aldea global.

—El próximo intendente, que puede llegar a ser del Frente Progresista, ya no será del Partido Socialista por primera vez en 30 años. ¿Por qué pensas que se dió este resultado en las PASO, te sorprendió?
—Pablo (Javkin) compitió hace cuatro años conmigo y solo con su acompañamiento pudimos ganar las elecciones. Hace dos años fue nuestro candidato a concejal, lo llevamos a Pablo, lo instalamos como candidato también, más allá de los resultados. Fue mi secretario general durante dos años, así que Pablo era un candidato si se quiere natural para nosotros. Pero también pensábamos que como frente político teníamos que aportar nuestra mirada a ese frente, y Verónica Irizar, una mujer joven, con uno punto y medio de conocimiento, era como una apuesta al futuro, también en un tiempo de mujeres, era apostar a que acompañara ese proceso una mujer luchadora que también representa parte del Frente Progresista. Sabíamos que Pablo empezaba desde un conocimiento público muy grande. Así que sorpresa no fue. Obvio, una expectativa en esa interna que realmente fue una muy linda interna, muy buena interna. Me parece que le aportamos esa dosis necesaria para llegar a un muy buen resultado del Frente Progresista, porque sin interna posiblemente no hubiéramos podido poner en escena la diversidad de este frente, que me parece que madura teniendo también un integrante no socialista. En mi gabinete hay muchos integrantes del GEN, del Radicalismo, de Creo, que es el partido Pablo, del PDP, es decir que nosotros gobernamos como frente.
Pablo siempre estuvo en el Frente Progresista, en los buenos y en los malos momentos, fue candidato en el momento más difícil, hace dos años atrás, así que creo que va a representar muy bien los valores con los que venimos construyendo todos estos años, porque espero y trabajo para que el próximo gobierno sea del Frente Progresista.

Imagen: Maia Basso

—¿Qué referencia políticas o históricas sentís que te han marcado en tu formación?
—Guillermo Estévez Boero sin duda. Era esa persona que además de transmitirnos los conceptos políticos ideológicos que me marcaron en la vida, en toda la época de la dictadura, nos compraba libros en Buenos Aires clandestinamente, los traía para que pudiéramos estudiar la historia argentina, nos hacía estudiar en serio. Hermes Binner también, fue ese intendente que mirándolo a la distancia realmente cambió la forma de hacer política. Obvio que desde la democracia hasta hubo buenos gobiernos, con sus claros y oscuros, tanto (Horacio) Usandizaga en la primera etapa, como (Héctor) Cavallero después. Pero Hermes Binner ya en esa época constituyó la Dirección de la Mujer, integró la diversidad sexual, transformó y descentralizó el Estado. Nos llevaba a las asambleas del 2001 donde la gente en la calle decía “que se vayan todos”. Él nos enseñó que había que sentarse con la gente, escuchar lo que te decían, que era mucho enojo por lo que pasaba y construir con ellos el futuro.

Y obviamente además de mi madre y mi padre, me marcaron muchas mujeres. Hubo mujeres luchadoras que me marcaron, sobre todo en la lucha de las mujeres, que yo fui comprendiendo también más tarde lo que hoy la revolución de las hijas nos cuenta, esta dificultad que tenemos como mujeres para enfrentar todos los días los desafíos. La verdad que me emociona ver a las mujeres luchando para que no las maten, por sus derechos, Siento que mi hija, que las hijas nuestras van adelante de esa lucha y eso me llena de orgullo y satisfacción.

—Ahora sos candidata a senadora, ¿cuáles crees que son los principales problemas que tiene el departamento Rosario?
—Soy una de las pocas mujeres candidatas. La de San Martín y la de Rosario, solo dos mujeres para ese senado. Espero que la vicegobernadora junto a Antonio Bonfatti sea Viky Tejeda, que nos permita también tener una mujer ahí. Tuve la gran oportunidad de presidir el Ente Coordinador Metropolitano de Rosario. Si bien lo constituyó Miguel Lifschitz a mi me tocó construirlo, formarlo y entender la importancia de esta región. Recorriendo cada localidad, cada pueblo, hablando con cada presidente comunal, logramos hacer un plan estratégico metropolitano, siete directrices de ordenamiento territorial nos permitieron comprender que las grandes obras o las obras medianas, aquellas que la provincia no veía, las veíamos desde la región: cómo conectábamos nuestros pueblos, cómo el transporte debería ser metropolitano, cómo el ferrocarril nos podría unir, cómo con la producción no podíamos pelearnos entre Pérez, Soldini o Rosario, sino coordinar y complementar; cómo la gente iba decidiendo ir a vivir a otra ciudad por planes de vivienda o por necesidad, pero seguía trabajando o estudiando en otro.
Rosario es un departamento pero esa una gran región, y aprendí como presidenta del Ente la importancia que tiene, en lo económico, en lo cultural, en la cantidad de personas. Somos el departamento más importante, así que espero poder ser la senadora que le lleve a cada presidente comunal y a cada intendente más herramientas para resolver sus problemas, que pelee por los recursos de este departamento, que sea en cada ley que se discuta en la legislatura, como espero discutir la reforma constitucional, poder estar hablando de las cosas que nos importan a los que gobernamos, a los intendentes y a los presidentes comunales. Espero llevar esa voz, la que todos los días escucha a alguien que no tiene trabajo, la que todos los días sabe que hay una mujer que se quedó sola con sus hijos y que es víctima de una violencia de género, la que todos los días sabe que hay un niño/a que pasa hambre, espero en el senado no perder esa visión de intendenta porque creo que le hace falta a la legislatura estar más cerca de la gente y creo que puedo aportar esa mirada.

—Durante la campaña se han realizado fuertes críticas a la gestión Socialista, tanto por las tres décadas de gobierno en la ciudad como los doce años en la provincia. ¿Se hacen alguna autocrítica?
—Muchísimas. Uno cuando gobierna todos los días, yo voy caminando, recorriendo, uno siente, por qué no pudimos hacer esto, por qué nos faltó esto otro, esto lo podríamos haber hecho mejor, vos aprendes de la gente escuchando, gestionando. Lo mejor es escuchar a la ciudadanía. Obviamente que los actores políticos hacen críticas generales pero, más crítico es el vecino, que lo hace con mucho respeto, porque eso también tiene la ciudad. Camino esta ciudad, puedo hacerlo con total tranquilidad, voy sola, nunca nadie me ha faltado el respeto, eso es un valor maravilloso y que me he ganado por sentirme que estoy en un cargo de responsabilidad. Yo “estoy” de intendenta, no “soy” intendenta. Soy una ciudadana luchadora, una mujer luchadora y creo que lo vivo cada día.
Siempre se lleva la sensación de que podría haber hecho más y siente que en algunas cosas podría haberlo hecho mejor. En momentos electorales está la oposición para criticarte, yo si creo que al intendente que venga, espero que sea Pablo Javkin, le voy a dejar todas aquellas cosas que me parece que podría haber hecho mejor, para que por lo menos cometa otros errores. Le voy a dejar aquellas cosas que creo que también hay que cambiar, porque la ciudad cambió, porque no es lo mismo que hace diez u ocho años atrás.

Hay muchas críticas válidas, quizás ninguna de las que hace la oposición, que se para en un lugar de la no gestión y dice «habría que hacer esto», «habría que dar gratis todo». Ahora están todos planteando todo gratis, yo creo que gestionar es distribuir y hay mucha gente que hay que acompañar en una Salud extraordinaria que tiene esta ciudad de Rosario, que hace que nadie en esta ciudad necesita un medicamento y no lo tenga al alcance de la mano, en la que hace ocho años que no tenemos muertes por abortos clandestinos, donde garantizamos muchísimos derechos. Cuando uno dice algo gratis tiene que saber que alguien le va a decir que ese medicamento no está, que esa atención no está, que esa cultura no está, o que posiblemente muchas de las cosas que hoy están garantizadas no estén. Creo que hay que ser muy serios, no es esa la crítica o la autocrítica que me hago, la mejor es la que me hacen los vecinos y esa sí que la escucho.

 

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