Sobreviviente del tantas veces golpeado diario El Ciudadano, desde su fundación hasta su actual versión cooperativa, su actual jefa de redacción Silvina Tamous dialogó con Biopolítica sobre su recorrido, sus amores y sus broncas con el periodismo de ayer y de hoy: desde los primeros talleres literarios hasta el ingreso a La Capital, de la facultad de Comunicación Social al presente de algoritmos, redes sociales y usuarios digitales. “La Negra” –como la conocen amistades y colegas– compartió, sin filtros, el desafío que implica llevar adelante todos los días un medio autogestionado por 60 personas que “no se eligieron entre sí” sino “las que están”. “Me hubiese gustado tener diez años menos para esto”, reconoció en un tramo de la entrevista –registrada en el set audiovisual que el periódico montó en su redacción de Ovidio Lagos y Brown–. También se entusiasmó con lo que viene: “Me parece que es un momento en que nosotros (los medios autogestionados) tenemos que mostrar que podemos hacer calidad, que no somos los tipos que te están pidiendo una limosna. Somos medios que pensamos y queremos hacer periodismo de calidad, y estamos capacitados para eso”, aseguró.

—¿Dónde y cuándo comienza tu historia?
—Nací acá en Rosario, tuve una infancia linda, un poco rara, porque vengo de una familia paterna de inmigrantes iraníes. Usaba palabras que yo creía que todo el mundo sabía lo que querían decir, por ejemplo “chai”. En mi casa se decía «haceme el chai», o cosas por el estilo. Mi abuela, cuando yo era muy chiquita, me contaba cuentos en persa y cosas por el estilo, yo creía que era muy normal eso. Por parte de mi vieja, una familia de obreros del Swift, laburantes y músicos. Mi vieja era bailaora y cantaora de un conjunto de gaitas que se llamaba “Los Alegres Orenzanos”, que cuando yo era más grande, adolescente, ya eran viejitos y hacían la publicidad de “Los dos Chinos”.  2333Y mi vieja, me acuerdo que me daba mucha vergüenza, porque íbamos caminando por la calle, ella los veía a los gaiteros, tiraba la cartera, se bailaba dos jotas y seguía caminando. Mi abuelo también, un tipo que sobrevivió a la década del ‘30 tocando la guitarra. Mi tío fue un bandoneonista groso, murió hace poco, tocó con todas las grandes orquestas. Pero mi hermano y yo nacimos con un alfajor en cada oreja, cero música pero con una memoria privilegiada para las letras. Soy muy fascinada del tango, me encanta el tango, lo estudio, lo conozco, en mi casa de chica cuando tocaban en Rosario todas las orquestas caían en casa.

—¿Había una identidad política marcada en tu familia?
—Mi viejo venía de una familia más apolítica teóricamente, o más gorila si querés. Mi mamá venía del peronismo, eran obreros del Swift, te hablaba de Perón, de Evita y siempre era como una guerra entre ellos. Sí me acuerdo la dictadura, porque yo viví casi toda mi infancia, luego de mudarme de zona sur, vivía a la vuelta del palomar, y de ahí salían operativos donde se chupaba gente. Me acuerdo de salir al patio que daba al palomar y ver todos los fusiles apuntando y pedirle explicaciones a mis viejos. Y mis viejos daban las mismas explicaciones de mierda que daba toda la gente de mierda que te decía que las embarazadas hacían bombas. Tengo el recuerdo de una embarazada, de vestido marrón con florcitas, a la que la suben a un celular, yo tendría 8 años o 9, y ese recuerdo no se me borró más. A pesar de eso, mi hermano y yo construimos otra historia política.

—¿Tus viejos tenía alguna afinidad por informarse a través de algún medio en particular, se identificaban con algún diario en especial?
—Mi viejo compraba muchos diarios, me acuerdo a la madrugada La Capital, a la tarde La Razón. Después tenía las típicas revistas, todas esas historietas que consumía mi papá. Nosotros comprabamos la Anteojito o la Billiken. Y se escuchaba muchísima radio. Yo me acuerdo jingles de radio de Radio Rivadavia. Mi vieja hacía los jingles en la radio de acá, entonces estaba todo como muy mezclado con ese tipo de comunicación.

—¿Tuviste en la adolescencia o juventud alguna militancia?
—No, tuve militancias más barriales o sociales. Más allá de que, de más grande, tuve un compromiso, mi única militancia fuerte fue en el Sindicato de Prensa, donde fui secretaria gremial. Pero siempre fue una cosa más de colaboración lo mío, de colaborar en una cosa, en la otra y sí una militancia más arraigada a la pelea por los medios. A mí me tocó trabajar en un momento donde había una crisis terrible, donde todo se iba a la miercoles, mi militancia fue más desde ese lugar.

—¿En qué momento de tu vida aparece el periodismo?
—Primero, lo que aparece es la literatura y la escritura, desde muy chica, lo que a mi me fascinaba. Tuve una manera muy particular de leer porque mi vieja veía que yo leía un libro, que descubría por alguna cosa, iba y me compraba todos los libros de ese autor, porque no sabía qué comprarme. Entonces, yo empecé a leer Sábato y leí todo Sábato, o todo García Márquez, porque era lo que ella me compraba. Me da mucha ternura pensar eso. De muy chiquita empecé a ir a talleres literarios, al de Alma Maritano, que fue una gran amiga, una persona que yo quise muchísimo, a pesar que tenía la edad de mi vieja. Fue mi gran amiga y la persona que me formó. Yo me maravillaba mirando su biblioteca cuando tenía 14 años, cuando empecé a ir. Sacaba los libros y ella te contaba más allá de lo que te daba, todo el contexto político de la literatura y a mi me fascinaba. También entro a lo político ahí, un poco leyendo. Leía a Dostoievski y venía la revolución rusa, o cuando leía a Flaubert venía la revolución francesa, cosas que me fueron llegando a mi vida a través de la literatura y todavía me siguen llegando.

—¿Y del periodismo? ¿Tenés referencias que sientas que te marcaron?
—Si, Rodolfo Walsh, pero también de chica García Márquez que leía muchísimo, todo en este filón de la no ficción. A mi me costó mucho conciliar el periodismo con la literatura porque yo venía de eso, de leer literatura, de escribir literatura. No de publicar, pero sí de escribir mucho y me gustaba. Y el lenguaje periodístico, como que los divorciaba a los dos lenguajes, hasta que llegó la crónica a mi vida y ahí pude conciliar esos dos mundos tan diferentes, en el lenguaje.

—¿Dónde hiciste la primaria y la secundaria?
—La primaria la hice en la escuela Sarmiento de Buenos Aires y San Luis, a donde fue también mi papá y ahora va mi sobrino. Después, primer año lo hice en el Nacional 1 y en el segundo me pasé al Huerto, solita, sin autorización de mis padres. Y me tuve que quedar ahí porque me dijeron, ahora bancatela, hasta quinto, terminé ahí.

Imagen: Maia Basso

—¿Después de la secundaria?
—Comunicación Social en la UNR.

—¿Qué recuerdo tenes de esa etapa?
—La primaria fue hermosa, la recuerdo con mucho cariño, y la secundaria la recuerdo muy conflictiva, fue muy chocante la escuela de monjas, a la que yo decidí ir y mis viejos se negaban a anotarme. Pero sí rescato por ejemplo, una profesora que se llama Cristina Renart. Y en primer año del Nacional 1, mi profesora de historia que era Lida Bielsa, la madre de los Bielsa, que en ese momento para mi era “mi profe”, tenía una manera maravillosa de enseñar, fue muy importante para mi vida.

—¿Qué reconcés que te aportó la experiencia de la Facultad?
—Fue lindo a nivel compañeros, esa cosa de ebullición de conocer lo nuevo, de sentirte joven y todo eso. De mi camada, el 70 por ciento trabajan en medios, en Buenos Aires o acá. Recuerdo a Alicia Acquarone como alguien importante.

—¿Cuál fue tu primer laburo en el periodismo?
—En Radio 2 hice un programa a la noche. Después trabajé en la Municipalidad, en el departamento de discapacidad, y hacíamos programas de radio por las radios comunitarias. Hasta que después entré en La Capital, con 24 o 25 años. Ahí estuve cuatro años hasta que abrieron acá (El Ciudadano), y me vine para acá.

—¿Cómo fue esa experiencia en La Capital?
—Fue una experiencia en un proyecto que se llamaba Capitel, que es lo anterior a internet, un sistema de audiotextos. Éramos todos pibes jóvenes que habíamos entrado a hacer eso, fue mucho aprender sobre eso, pero bueno, después cuando más o menos lo habíamos consolidado cerró esa sección y pasé a policiales en La Capital, que fue algo que me encantó. Primero le tenía terror, por muchas cosas, pero después me gustó, y después era lo que menos me aburría del periodismo.

—¿Por qué te atrapó la sección policiales, que entiendo que es algo que te acompaña hasta hoy?
—Porque era la historia real, era lo que estaba pasando, es lo que le pasa a la gente todos los días. Lo único que te puede cambiar la realidad de una manera trágica o tajante o lo que sea. Después, a mi me gusta mucho el lenguaje y me gusta esto de cuántos mundos caben en una ciudad, cuántos lenguajes, y el policial te lo permite, te permite escuchar otra cosa. No es el mismo lenguaje de acá que el lenguaje de un barrio, que el lenguaje de un pibe. Te están dando cuenta de distintas cosas, tampoco es lo mismo que el lenguaje carcelario. Me parece que hay una manera de contar una ciudad diferente y el delito también es una manera distinta de contar una ciudad. 

Si yo tuviese que decir cuál es el gran tema de mi vida, son las cuestiones clasistas, pocas cosas me dan tanta bronca o asco como las cuestiones clasistas, y me parece que en la manera de medir socialmente el delito hay una cuestión clasista donde no se mide todo con la misma vara. Hay una determinada porción de la sociedad que es considerada matable o inexistente, que es la que comete los delitos de los cuales dan cuenta los medios. No los otros, que por ahí le cagan la vida a una sociedad entera y de eso no da cuenta nadie.

—En El Ciudadano estás desde el principio, ¿cómo describirías el proceso que hizo el diario?
—Estoy desde el día uno. Pero yo, a diferencia de la mayoría, no soy nostálgica de la primera época. Era una época donde estaba el tema de la excelencia periodística, muchos estábamos estresados, yo no la pase bien en esa época. Sí en la segunda etapa, cuando querían hacer un diario amarillo y nosotros terminamos haciendo, con Manolo Robles a la cabeza, un diario popular donde cubríamos las marchas, cubríamos los problemas de la gente en un formato feo ponele. Pero cubríamos todo eso, empezamos a agarrar una identidad como laburantes. Nosotros nunca llegamos a la tapa del diario pero como siempre nos debían algo los patrones, es como que de algunos contenidos si nos apropiábamos. Yo de esa época estoy orgullosa, porque es la época de más contacto con la gente. 

—¿Qué lectura hacés acerca de lo que implican los procesos de concentración de medios, que tanto signaron la vida de la ciudad y del propio diario en el que hoy seguís trabajando?
—Por un lado, es lo mismo que pasa con todas las empresas. Yo me acuerdo una vez que mi hermano tenía unos clientes que le debían una casa a Lehman Brothers, era una gente de Villa Gobernador Gálvez que tenía una casita y la deuda la habían vendido y ya no sabían ni a quién. Es un poco lo que pasa, vos antes tenías un patrón, te gustaba o no, pero sabías quién era. Con estos sistemas de concentración llega un momento que ni sabés quiénes son, no es gente cercana que le importa o que tiene algo que ver con el periodismo. El periodismo es una manera de hacer negocios para muchos, y me parece que puede haber otra mirada. Nosotros peleamos por un diario que le sirvió a un dueño para ingresar al mundo de un multimedios y seguimos peleando durante mucho tiempo porque eran épocas duras donde no había laburo afuera. Nos empecinábamos por mantener el diario abierto, pero también lo vivíamos con mucha angustia, porque imaginate que no te podés comprar un calzón en cuotas porque nunca sabías si cobrabas o no. Estaba todo tu parte de tratar de hacer un producto más o menos digno, no podías hacer paro, porque a nadie le importaba que vos pararas. Y el tema de pelearla, de decir bueno, sí, otro medio es posible y transformar un poco en un mito el diario. Pero es muy cansador.

—¿Cómo caracterizás la actual etapa, la que el diario se transformó en cooperativo?
—Creo que es la parte más difícil. Primero porque son 60 personas que no se eligieron entre sí, que son las que están, y que no son las más aptas cada una. Yo no soy la jefa de redacción óptima, soy la que hay. Y bueno, así en cada lugar. Entonces, te tenés que armar de paciencia para tratar de esperar el punto de cada uno para llegar a un determinado lugar, no pensar todo el tiempo lo que harías sino lo que podés hacer. Tratar de consensuar todo lo que puedas pero tampoco podés estár en deliberación permanente, porque encima hacemos papel todos los días y web todos los días. Tratar de dividir los recursos es muy complicado, pero aparte empezar a entender de administración, tener responsabilidad de pagar sueldos, tener la responsabilidad de que el baño está sucio y lo tenes que limpiar. Es un combo de cosas. A mi me hubiese gustado tener diez años menos para esto, estoy jovata para esta cuestión, pero trato de ponerle. Aparte, el periodismo cambió, cambió el diario. A mi me pasa esto, el diario abrió en el 98, éramos todos jóvenes y felices, todo el mundo creía que el diario era de ellos, y no era de ellos, era de un patrón que un día cerró la persiana y dijo chau. Y ahí nos dimos cuenta que no era tuyo y ahora que el diario es tuyo no todo el mundo lo asume como propio, es muy difícil darte cuenta que es tu diario. Por ahí hacemos reuniones, donde decimos bueno, ¿qué queremos contar?. Viste esa historia de “el día que yo tenga un diario”…. Bueno: ¿contame ahora qué querés hacer?. Es difícil, y es difícil compatibilizar toda esa historia. Y esto: no tenés más lectores, tenés usuarios, que te putean, te dicen. Tenés que hacer un montón de cosas por ese usuario, ofrecerle otra cosa. Lo escrito está bueno, pero hoy viene lo audiovisual, es todo tan diferente, tan distinto y todo lo que aprendiste hoy ya cambió, o sea: estás aprendiendo cosas viejas encima. Toda mi vida hice un millon de cosas a la vez, ahora no puedo hacer nada, solo diario. Escribo algo cuando puedo, pero yo llego a mi casa quemada. Es complicado.

—Un poco ya le entraste pero, ¿cómo definís el periodismo hoy?
—El periodismo, en este momento es algo en mutación. A mi me parece que en el formato en el que vos escribas, te expreses o digas, siempre tiene que partir de una búsqueda de contar una historia desde el lugar más honesto que se pueda. No creo ni en la objetividad, ni en todas esas boludeces ¿no las vamos a seguir discutiendo no? Y contar porque también está todo ese verso del periodismo de investigación, que consiste en que el señor X te tiró una carpeta arriba del escritorio y vos hiciste una investigación. Hermano, a ver…eso no es una investigación, hay muy poco periodismo de investigación, por no decir nada. Pero sí vos podés investigar una historia o saber cómo mataron a un pibe, quién fue, todo eso. Y crear o recrear esa historia desde la honestidad, de decir, esto es lo que yo creo y esto es lo que te ofrezco porque lo creo realmente, eso me parece que es un buen periodismo.

Me parece que los medios que tiene dueños además están en una situación compleja, por esta mutación del periodismo, por esa concentración que hay, y a su vez, a diferencia de antes, por ejemplo, decías: «Yo trabajo en este medio chico y me gustaría hacer esta nota pero no hay recursos». Hoy no hay recursos para nadie, nadie invierte recursos en periodismo. Entonces crear, buscar temas, armar agenda es muy complicado. Y me parece que a su vez los medios más chicos, más cooperativos o autogestionados como los nuestros sí tienen esa obligación, porque tienen una agenda y tienen sus nichos. Me parece que los medios más chicos o los autogestionados somos medios de nichos, tenemos determinados temas que tratamos y nos dedicamos a esas temas, y nos cagamos en otros. Y esos temas de nicho tienen que ver con el periodismo que se viene, vos podes tener 20 si querés, pero hoy hay un periodismo de nichos y me parece que hacia eso vamos.

—Hay un debate sobre el destino del periodismo gráfico, de la cuestión del papel, ¿Te parece que va camino a la extinción como plantean algunas visiones?
—Primero es carísimo, a nosotros no nos queda otra que hacerlo, pero es muy caro. Me parece que otro de los problemas que tenemos es con Papel Prensa. Si yo mañana tuviese una impresora donde imprimir, puedo no tener cupo para el papel, y aparte tengo un tipo que me cobra el papel lo que se le canta la gana. Hay un montón de medios chicos que desaparecieron. Por otro lado hay determinada cuestión todavía con la pauta y el papel. Mucha gente todavía te pone pauta por el papel, pero al precio que está el papel es tremendo poder sostenerlo. 

El papel tendría que ser pensado como otra cosa. Como cuando vino la televisión y plantearon que no iba a haber más cine, o no más radio. No, todos tienen que ocupar un lugar y el papel tiene que ocupar ese lugar. Yo a veces digo: una cosa más de opinión. Pero es también lo que tendría que tener la web. Si vos me preguntás ¿qué es lo que te consumen en la web? Es eso: el análisis, la explicación de porqué, qué pasa en Bolivia. Me parece que hoy tenes un periodismo más exigido, más de buscarle respuestas al usuario, que a veces no la puedo responder. El papel tendría que tener algo de eso y también como objeto fetiche. El papel tendría que ofrecer alguna ilustración, alguna foto, algo que te enamore como objeto. Me parece que si uno pudiera responder a la demanda de lo que es el papel, claro, todas esas cosas salen guita, porque vos tenes que buscar firmas, tenes que buscar temas, tenes que buscar alguien pensando todo el tiempo qué es lo que vas a ofrecer. Ya no estaríamos hablando de un diario grande, porque no sé si es necesario. Pero me parece que ésos temas tendrían que estar y exigiría a alguien que los piense, que los piense mucho.

Hoy me parece que el periodismo está planteado con un rol de editor en otro lugar. Yo cuando empecé a escribir mandaba una nota, alguien me la corregía, después me la corregía otra, que jamás se comunicaban conmigo. Hoy el rol del editor es debatir con el periodista qué es lo que va a hacer y cómo lo va a encarar, más que ver cuántas comas se comió, eso de poder darle forma y pensamiento a una idea.

—¿Cómo ves que condiciona o impactan las nuevas tecnologías, las redes sociales, en las formas de hacer periodismo?
—Eso está en crisis y es una crisis mentirosa. Te dicen «las redes sociales son sumamente populares», como que vos largaste algo a la red e inmediatamente se viraliza. No. Le tenés que poner plata, tenés que pensar cómo tener una determinada cantidad de usuarios y una determinada cantidad de trolls o replicadores para que eso ocurra. Lo que sí vemos es que hoy se lee a través de las redes, salvo los medios que tienen marca, o los usuarios que entran directamente. Pero la mayoria te lee desde las redes, entonces tenés que ver cómo pones la foto, etcétera, y dependes del humor de las redes. Te cambió el algoritmo y cagaste. A veces te lo hace, de golpe una noticia tiene un alcance y cuando estás aprendiendo más o menos como es el algoritmo, y le encontraste la vuelta, te lo cambia. Sobre todo Facebook, que es donde te leen. Aparte tenés que aprender a qué público va cada red, porque son todas distintas, no podés ofrecer lo mismo en Instagram, que en Facebook, o Twitter. Es un laburo, pero no podés estár fuera de eso. 

—¿Qué pensás sobre el debate a cerca de la relación de la política con los medios?
—Nosotros debatimos política, en muchos sentidos. Sabemos cuál es la posición del diario sobre el aborto, el diario tiene su posición, y nosotros cuando sabíamos que no iba a salir la ley, a las 5 de la tarde hicimos la tapa “Clandestino”, que fue uno de los mayores éxitos que tuvimos. Pero ya estaba debatido. Hay un montón de cosas que están debatidas, somos obviamente un diario de izquierda o más afín a la ideología de izquierda, ahora vamos a hacer una exposición de tapas anti-Macri, que fueron las que hicimos en el último tiempo, porque creemos que por ahí pasaba la cosa. 

Nosotros tomamos definiciones políticas de acuerdo a lo que pensamos o lo que debatimos. Pero hay como una línea del diario que se mantiene en los 20 años que tiene que ver más o menos con lo que piensan los trabajadores, que no se cuestiona. Sí tenemos, obviamente, una línea política en todos los temas, porque somos políticos y porque creemos que el rol del periodismo es otro. Después del penoso rol que tuvo el periodismo en la última parte del kirchnerismo y en los cuatro años de macrismo, hay que tomar alguna definición de decir «bueno, que le saquen la careta a estos tipos», sobre todo cuando están tan involucrados en delitos como lo están ahora, que recién ahora se ve. Y me parece que vino todo ese criterio de post-verdad que se aplicó directamente a los medios, entonces los programa eran post-verdad. No hay un criterio, esta cosa de que nadie leyó un expediente pero todo el mundo opina, sobre todo cuando tuvimos esos intentos de golpe más tranquilos que lo que vino en Bolivia, que tenía que ver con las causas judiciales más al estilo de lo que se hizo en Brasil. Me acuerdo que cuando vi lo de Nisman, primero la denuncia y después el suicidio dije «esto se viene». Cómo se van hilando todas esas cosas y cuál es el rol que toma el periodismo en todo ese tipo de casos. 

Por otro lado me parece que es una buena etapa para los medios cooperativos en Rosario Salvo los medios que estamos por fuera, que somos los cooperativos, todos los demás están dentro de un mismo patrón. Me parece que es un momento en que nosotros (los medios autogestionados) tenemos que mostrar que podemos hacer calidad, que no somos los tipos que te están pidiendo una limosna. Somos medios que pensamos y queremos hacer periodismo de calidad, y estamos capacitados para eso. Me parece que va por ahí y que va por un momento de mostrar lo que somos, con viento más a favor. Yo no creo que tengamos pauta de Nación, pero al menos no tendremos la guasada que pagamos de IVA y un montón de cosas que estamos pagando ahora que nos dieron por la cabeza a las cooperativas y que a lo mejor estos vientos nos dan más chances o se hace algo para que el papel no salga lo que sale, que es una locura. Y que podamos sobrevivir todos, me parece que ese es el objetivo. 

—¿Para qué te parece que debería servir el periodismo?
—Para informarse, para saber, para conocer, también como servicio. Yo me acuerdo cuando era chica y me gustaba leer literatura y leía el diario y me enteraba que había tal autor. Me parece que tiene que tener una empatía con el pueblo a su vez, con el lector. Hoy el periodismo brinda un poco lo que los otros están esperando, los temas y demás. Vos seleccionas el medio que vas a leer, no lees cualquier cosa, ni siquiera cuando mirás la tele. Pero cuando uno hace zapping hay canales que no ves porque no te interesan, esa empatía que genera buscar un medio que tenga que ver con vos. También la gente busca informarse a través de esa mirada y me parece que no los tenés que defraudar, si prometiste que te ibas a parar de determinado lugar, no te podés correr. 

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