Los neoliberalismos que imperan en la región se desmoronan porque son económica y socialmente inviables y desiguales para las grandes mayorías populares. 

En una suerte de efecto contagio que se propaga por América Latina, el pueblo, en las calles y en las urnas, enfrenta en diferentes circunstancias y con particulares características al neoliberalismo y sus efectos económicos devastadores. Mauricio Macri en Argentina, Sebastián Piñera en Chile, Lenin Moreno en Ecuador, Bolsonaro en Brasil protagonizan los nuevos fracasos de los nuevos experimentos neoliberales que fueron y son desplegados en la región después de varios años de gobiernos populares o progresistas, que, contrapuestos a los actuales, guiaron vivencias políticas más igualitarias, de crecimiento económico y ascenso social. Basta repasar la historia reciente, con números lapidarios. 

Los sectores populares, estudiantiles, trabajadores y tantos otros de cada país buscan frenar el desorden en sus vidas que generaron gobiernos conservadores. La nueva ola neoliberal que salpicó en los últimos años a este rincón del mundo llamado Latinoamérica entró en crisis. En algunos países, terminal.

Se trata de procesos políticos ajustadores, idólatras de los mercados y el establishment empresarial (incluso algunos presidentes salen de ahí), desindustrializadores, privatizadores, rectores del disciplinamiento laboral, generadores de graves consecuencias sociales, fabricantes de pobreza, inculcadores del odio, represivos, arrodillados ante el Fondo Monetario Internacional y el Imperio. Todos con coraza mediática y un sistema judicial a sus servicios que les permite hacer cualquier cosa. Y cualquier cosa, es cualquier cosa. 

Pero no. No va más. Paren la mano. Fuera. Ya fue. Estas políticas aplicadas por gobiernos de derecha hartaron a los pueblos de la región, por el simple y doloroso motivo de que son económica y socialmente inviables y desiguales. En Argentina, Ecuador y Chile, aunque el país trasandino lleva como tres décadas de gobiernos neoliberales, la protesta puso límites a tanto atropello y quita de derechos y conquistas. En Argentina, con recesión e inflación al palo, y después de cuatro años de resistencias y marchas contra el feroz ajuste macrista, el enojo popular se hizo votos. 

La crisis económica que atraviesa la Argentina no comenzó el 12 de agosto, el día después de las Paso, como repite la mentira organizada del gobierno y los medios hegemónicos. La debacle es consecuencia de políticas de ajuste y la creciente desigualdad social. En Argentina, en Ecuador, en Chile, en Brasil y en diferentes partes del mundo donde el neoliberalismo cruje. 

“Crisis final de la globalización neoliberal. USA: proteccionismo; Inglaterra: Brexit; Francia: Chalecos; Ecuador: no a combustibles caros; Chile: no a la desigualdad social”, resumió la socióloga Alcira Argumedo en su cuenta de Twitter.  

Los gobiernos neoliberales de la región, elegidos por el voto popular en medio de campañas sucias, generaron caos social y económico. Se presentan como modernos pero aplican viejas recetas. Tienen por objetivo, como pasó acá, achatar la estructura productiva, tomar deuda a troche y moche, llevar la economía a la fase recesiva y dolarizar tarifas y precios de productos alimenticios, fomentar despidos y, sobre todo, hachar salarios. 

Macri aplicó el tradicional modelo ortodoxo de derecha, con indiscutibles puntos de contacto (para no decir que es casi calcado) con el plan económico de la última dictadura cívico militar. Pero tras cuatro años, y en busca de la reelección, el modelo ajustador se chocó de frente contra una montaña de votos en las Paso, resultado que podría repetirse en las elecciones generales de este domingo, según diferentes sondeos de opinión. 

La bronca, en la Argentina, se canalizó en la opción electoral que presentó el Frente de Todos, que, con el kirchnerismo a la cabeza, reagrupó a sectores centro y centro-izquierda que se opusieron al macrismo. Desplome del consumo, tasas de interés elevadisimas, un promedio de cierre de 40 pymes por día. Además, la actividad industrial lleva 16 meses consecutivos en caída libre, según datos del Indec, y con la mitad de las máquinas apagadas. Bombazo al mercado interno. 

La hecatombe económica, financiera y social que deja el macrismo en Argentina es infernal. En cuatro años, los salarios cayeron en promedio 20 puntos en su nivel adquisitivo. Lo mismo para las jubilaciones y los ingresos por ayuda social. La inflación y el desempleo se duplicaron. Al finalizar la gestión M, la pobreza llegará al 40 por ciento (en 2015 rondaba el 25) y la indigencia al 8 por ciento. Para cuando los globos amarillos terminen de desinflarse, habrá 5 millones más de personas en condiciones vulnerables. En tres de los cuatro años de gestión macrista cayó la actividad económica. La deuda externa creció de manera exponencial, buena parte de ella contraída con el FMI. 

“Estamos cerrando un ciclo histórico, para que la Patria nunca más caiga en manos del neoliberalismo. Nunca más estas políticas”, pidió Alberto Fernández, candidato del Frente de Todos, al cerrar la campaña en Mar del Plata.

Las penas abiertas 

“Neoliberalismos ultraviolentos, nunca más”, parece ser la consigna que retumba en América Latina. 

“Lo de Chile no es una protesta social, es una insurrección cuasiterrorista” (Patricia Bullrich).

“Lo que vemos en Chile son incursiones venezolano-cubanas” (Micky Pichetto). 

“Estamos en guerra” (Piñera). “Es como una invasión de alienígenas” (Cecilia Morel, esposa de Piñera). 

Si no fuera todo tan trágico y tétrico, daría mucha risa. 

Macri aseguró que su modelo era Chile. Y después dijo que el “Sí se puede” tiene que llegar hasta Bolivia, donde Evo Morales consiguió una nueva reelección en medio de denuncias por intentos desestabilizadores de parte de la oposición que llamó a desconocer el resultados de las urnas. 

Ayer nomás, el modelo chileno era “ejemplo a seguir”. Mauricio y Sebastián se parecen bastante, tienen discursos afines, retrógrados. Son neoliberales a ultranza, vienen del mundo de los negocios, hacen paparruchadas frente a las cámaras, se tiran flores, y les gusta la resaca dictatorial. El modelo de ajuste que ejecutó el macrismo es el mismo o parecido al que viene aplicando Piñera al otro lado de la cordillera de Los Andes. 

La paliza que sufrió Macri en las Paso trastocó el mapa neoliberal de la región. El movimiento indígena y otros sectores populares de Ecuador le dijeron no al “paquetazo” de Lenin Moreno, con la negativa a la suba de los combustibles como estandarte. Las protestas callejeras en Quito fueron muy intensas durante varios días y fueron duramente reprimidas (con muertos, igual que en Chile). 

Así y todo, los reclamos consiguieron que el gobierno ecuatoriano dé marcha atrás con el aumento en las naftas. A los pocos días, estallido social en Santiago, con sucesivas protestas que ponen en jaque al gobierno de Piñera.   

La rebelión popular en Chile explotó con la suba del costo de la tarifa del tren subterráneo metropolitano. Pero lo cierto es que lo que saturó es el modelo, el plan económico que acrecienta la desigualdad social entre chilenos, que sufrieron represión a manos de fuerzas de seguridad donde aún perdura el pinochetismo, como seguramente sucede en otros sectores de la sociedad chilena que apuntalan a estos gobiernos. 

En Chile, las políticas neoliberales encarecieron tarifas de servicios, los créditos se transformaron en usureros, el transporte entró en crisis, salarios y jubilaciones miserables, lucro incesante en educación y salud. Tanta desigualdad genera violencia, enojo, en Chile, en Argentina, en Ecuador y en otros países bajo el yugo de estos mismos sistemas antipopulares, que siempre, no por casualidad, terminan de la misma manera, generando mucho daño y malestar entre quienes lo sufren.

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