Para atenuar el freno de la economía que conlleva la cuarentena obligatoria por la pandemia, el Frente de Todos despliega en simultáneo una red de contención con foco en sectores de bajos recursos, los más perjudicados. La herencia macrista complica las cosas.Quienes conviven bajo el umbral de la pobreza, agrandado por la devastación macrista, enfrentan a su manera el aislamiento social obligatorio para evitar la propagación del coronavirus. La pandemia no distingue estratos sociales, preocupa a casi todes, iguala ante el temor por la enfermedad. Pero los sectores de bajos recursos, más vulnerables después de Macri, dependientes de una economía activa y de circulación y consumo de la población, son los más perjudicados por el parate de la economía que conlleva la cuarentena total en la Argentina, escenario que podría complicarse a la espera del pico en la curva del brote.

La inmovilidad de las personas provocó el estancamiento de una actividad que ya venía retraída. Pero el gobierno de Alberto Fernández, con uñas de guitarrero, inyectó con prisa fondos públicos para aliviar la encerrona con una serie de medidas de contención. El estallido viral complicó más aún un panorama arduo para el nuevo gobierno, que recibió una economía en recesión, desborde inflacionario, aumento de la desocupación e informalidad laboral, endeudamiento externo desaforado.

El Estado volvió a mostrar capacidad de respuesta con el bono excepcional de 10 mil pesos para trabajadorxs informales. ¿Alcanza? Ni ahí: casi el 40 por ciento de la población está en la pobreza y la canasta familiar mensual ronda las 40 lucas. Pero es una ayuda ante una situación de crisis sin parangón y pone énfasis en derechos básicos. Para organizaciones sociales, este ingreso familiar de emergencia traerá algo de “oxígeno” para changarines, cuentapropistas, trabajadores independientes, monotributistas. Dirigentes populares coincidieron en que no hay posibilidad de aislamiento exitoso en el barrio sin apoyo social, alimentario y sanitario de parte del Estado.

Se calcula que poco más de tres millones y medio de familias en todo el país dependen de la economía informal. Algunxs perciben el salario social complementario o el plan Haciendo Futuro, otrxs cobran seguro de desempleo, tarjeta Alimentar, además de asignaciones familiares. Ante la pandemia, el gobierno ya había anunciado bonos por única vez de 3.000 pesos para jubilados y jubiladas que perciben la mínima y beneficiarixs de la AUH.

El gobierno, además de patear el pago de la deuda externa, atendió problemas más clase media, como el congelamiento de alquileres y créditos hipotecarios. Si bien la prioridad es con los que pasan hambre, repite AF, hubo también beneficios para la pequeña y mediana empresa. En igual sentido, se impulsó la obra pública (Procrear), se fijó lista de precios máximos, sanciones para los que especulan con alimentos y medicamentos, y para quienes osen desabastecer en medio de la crisis humanitaria. Después de disponer un congelamiento tarifario antes de la llegada de Covid – 19, el gobierno ordenó suspender por 180 días el corte de servicios públicos por falta de pago para los más vulnerables.

Los gobernadores asisten con recursos extra a sectores postergados, quienes ven disminuir sus magros ingresos por la cuarentena y por la voracidad de los formadores de precios. Por su lado, curas villeros alertaron que el problema de hacinamiento en barrios carenciados urbanos, donde varias personas conviven en espacios reducidos, se agrava durante la cuarentena y enciende alarmas de contagio.

El sociólogo e investigador del Conicet Gabriel Merino escribió: “El alcance de la pandemia precipitó la entrada a una fase de economía de guerra”. Y agregó: “Para no ser arrasado en esta guerra que se acelera se necesita mucho Estado, mucha intervención, mucha fuerza pública destinada a sostener la actividad, auxiliar a los trabajadores formales e informales que se quedan sin ingresos, a los desocupados y al entramado productivo. Y cuanto más fuerte y eficaz es esa intervención, expresando una alianza Estado-producción-trabajo, más pueden reducirse los efectos de la crisis y evitar desbarrancar desde la semiperiferia a la total periferia. Además, las características de esta crisis en la que se desarticulan los procesos de cooperación global, pone al mercado interno en primer plano”.

Cracs bursátiles, caída de acciones de empresas, pérdidas millonarias para el capital financiero especulativo, recesión global, descarrilamiento del capitalismo, retumban lejos del barrio. No hay teletrabajo porque no hay trabajo, ni conexiones banda ancha para pasar el rato, ni vida familiar virtual. El día a día para buena parte de los argentinos es bien real y difícil. El plato de comida es tan importante como el acceso a una salud pública y de calidad.

Las plagas acechan desde tiempos antiguos. La malaria, como el dengue, es una enfermedad transmitida por el mosquito. Aunque en el lenguaje coloquial de la Argentina, malaria remite a una “situación en la que no se cubren las necesidades básicas de supervivencia y no se tienen medios económicos para superarla”. El gobierno es consciente de la grave situación y por eso expande políticas para soliviar ese otro virus: la malaria.

 

Fuente: El Eslabón

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