La recomendación de lavarse las manos con agua y jabón en medio de la pandemia de coronavirus es imposible de cumplir para casi un tercio de la población mundial, porque carece de acceso al agua.

De una población mundial de 7 mil millones de habitantes, más de dos mil millones no tienen agua. Y una cifra similar tiene un acceso limitado, debe caminar kilómetros para conseguirla, o  bien pagar precios abusivos para comprarla. El mercado lucra con las necesidades más básicas. Y el agua no es la excepción.

El informe de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), titulado “No dejar a nadie atrás” agrega que “existen importantes diferencias de acceso, especialmente entre ricos y pobres”.

Los que menos tienen están obligados además a pagar el agua más cara que el resto de la población. “En las ciudades, los pobres que viven en asentamientos informales que no cuentan con servicios de agua corriente, a menudo pagan de 10 a 20 veces más por el agua que sus vecinos de barrios más ricos, por un servicio de igual o menor calidad prestado por vendedores o camiones cisterna”, señala el estudio publicado en la página oficial de la ONU.

El estudio asegura que las personas que sufren discriminación por motivos de género, edad, condición social o pertenecen a una minoría religiosa, étnica o lingüística tienen menos probabilidades de tener acceso a los servicios de agua y saneamiento.

Los pobres no cuentan con servicios de agua y a veces tienen que recorrer distancias muy largas para conseguirla.

En América Latina y el Caribe, millones de personas carecen aún de una fuente adecuada de agua potable, mientras que un número aún mayor sufre la carencia de instalaciones seguras y dignas para la eliminación de las heces.

En 2015, el 65 por ciento de la población de América Latina y el Caribe tenía acceso a servicios hídricos gestionados de forma segura.

Muchas personas sin acceso a servicios se concentran en las periferias urbanas, principalmente en los cinturones de pobreza que surgen en torno a muchas de las grandes ciudades. Los niveles de cobertura son significativamente más bajos en las zonas rurales.

En muchos países, la descentralización ha dejado al sector de abastecimiento de agua y saneamiento con una estructura altamente fragmentada formada por numerosos proveedores de servicios, sin posibilidades reales de lograr economías de escala o viabilidad económica, y bajo la responsabilidad de ayuntamientos que carecen de los recursos e incentivos necesarios para hacer frente con eficacia a la complejidad de los procesos involucrados en la prestación de servicios, agrega el estudio.

El informe “No dejar a nadie atrás”, revela que, a nivel mundial, África alberga a la mitad de la población que bebe agua de fuentes no protegidas. En África subsahariana sólo el 24 por ciento de las personas tienen acceso a agua potable y el 28 por ciento a instalaciones de saneamiento básico, no compartidas con otros hogares.

Las mujeres y niñas soportan la mayor parte de la carga de recolección de agua, y dedican a ello más de 30 minutos al día, en detrimento a su educación.

El acceso al agua y las instalaciones sanitarias es también un reto para los refugiados y los desplazados, que alcanzaron los 68,5 millones de personas en 2017.

En el 2010, la Asamblea General de la ONU adoptó una resolución histórica que reconoce que el acceso al agua potable y al saneamiento es un derecho humano. El texto establece que los Estados deben crear condiciones para brindar acceso universal al agua y al saneamiento, sin discriminación y dando prioridad a los más vulnerables. Esta meta, es también uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible.

Sin embargo, a pesar de los progresos alcanzados en los últimos quince años, este objetivo sigue fuera del alcance de una gran parte de la población mundial. En 2015, tres de cada diez personas (2.100 millones) carecían de acceso a agua potable y seis de cada diez (4.500 millones) de instalaciones de saneamiento (que producen agua potable, sin contaminar) gestionadas de forma segura.

“El acceso al agua es un derecho humano vital para la dignidad de todos. Sin embargo, miles de millones de personas siguen privadas de él. La nueva edición del Informe Mundial de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo de los Recursos Hídricos muestra que es posible hacer realidad este derecho siempre que exista una voluntad colectiva de avanzar y se hagan esfuerzos para incluir a los que «se quedan atrás» en los procesos de toma de decisiones”, declaró la directora general de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), Audrey Azoulay.

“Las poblaciones pobres y marginadas se verán afectadas de manera desproporcionada, lo que agravará aún más las desigualdades. El Informe destaca la necesidad de tomar medidas tanto en las políticas como en la práctica para abordar las causas de la exclusión y la desigualdad”, expresó Gilbert Houngbo, presidente de ONU-Agua.

La investigación asegura que la inversión en infraestructuras de agua y saneamiento es rentable y el retorno es alto, especialmente para los más vulnerables. Cada dólar invertido en agua potable se duplica, y se multiplica 5,5 veces en el caso del saneamiento.

El informe recalca que se necesitan políticas inclusivas para lograr el agua y saneamiento para todos, y recuerda que ya existen conflictos entre diferentes partes por este recurso vital. Desde 1980 la demanda de agua ha aumentado un 1 por ciento anualmente. Entre 2000 y 2009 se produjeron 94 conflictos por agua, y entre 2010 y 2018 se alcanzaron los 263.

Este año el Día Mundial del Agua, que se celebra cada 22 de marzo, tiene como tema “No dejar a nadie atrás” y se conmemora desde 1993 para llamar la atención sobre la importancia del agua dulce y la defensa de la gestión sostenible de sus recursos.

El objetivo 6 dentro del plan de Desarrollo Sostenible de la ONU, titulado “Agua limpia y saneamiento” está lejos de ser cumplido.

“El agua libre de impurezas y accesible para todos es parte esencial del mundo en que queremos vivir. Hay suficiente agua dulce en el planeta para lograr este sueño. Sin embargo, actualmente el reparto del agua no es el adecuado y para el año 2050 se espera que al menos un 25 por ciento de la población mundial viva en un país afectado por escasez crónica y reiterada de agua dulce. La sequía afecta a algunos de los países más pobres del mundo, recrudece el hambre y la desnutrición”, señala la página oficial de la ONU.

“Esa escasez de recursos hídricos, junto con la mala calidad del agua y el saneamiento inadecuado repercuten en la seguridad alimentaria, los medios de subsistencia y la oportunidad de educación para las familias pobres en todo el mundo”, agrega el informe sobre Desarrollo Sustentable.

 

Fuente: El Eslabón

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