El 2020, tras un par de meses de aparente “normalidad” –si es que este concepto significa todavía algo– se convirtió en un año inolvidable. “Annus horribilis” (“año terrible”) según la expresión latina. A partir de marzo, la pandemia hegemonizó todas las noticias y todos los comentarios. Acaparó todo el discurso de los medios, borrando o marginando las otras informaciones. A la hora del balance, se puede decir que el año se inició con el dolor de una tragedia con pocos precedentes y terminó con otro dolor, más leve y esperanzador: el pinchazo de la tan esperada vacuna, que podría significar, si todo sale bien, el principio del fin de la pesadilla.

Los que se animaron a pronosticar que la conmoción producida por el virus iba a tener algún impacto positivo sobre el “comportamiento humano” –otra expresión para revisar– quedaron varios metros en offside. El Covid-19, lejos de atacar y debilitar al capitalismo en su etapa actual, caracterizada por niveles de injusticia en el reparto de la riqueza pocas veces vistos, mostró, una vez más, que todo lo fortifica: los más ricos ganaron más que nunca, y los más pobres se llevaron la peor parte. Nada nuevo bajo el sol, con o sin coronavirus.

Las crisis derrumban caretas, exponen en carne viva lo que ya existía y va a seguir existiendo de no mediar cambios profundos, que no dependen de la biología.

Facundo Vitiello

El virus y las mentiras de los medios hegemónicos

Cayeron muchas máscaras y falsedades del discurso del poder económico concentrado y los medios hegemónicos a su servicio. Pero su posición monopólica les permite, sin embargo, repetirlas una y otra vez, con total impudicia y con un poder de daño intacto.

La diferencia entre gobierno y poder quedó más marcada que nunca. Los gobiernos del mundo debieron tomar medidas urgentes bajo la torva mirada patronal del poder concentrado, que impuso la falsa dicotomía entre salud y economía. Y a nivel global, y más allá de excepciones puntuales, triunfó lo segundo.

Porque mientras los ricos se hacen cada vez más ricos, trabajadoras y trabajadores, pymes, pequeños comerciantes y quienes viven de la economía informal sufrieron el desempleo y el hambre. Y sólo el Estado pudo ir en ayuda de estos sectores.

Los millonarios pusieron el grito en el cielo cuando se les pidió, por única vez, que cedieran unas pocas migajas de sus inmensas fortunas. La angurria infinita de los más ricos quedó al desnudo. El único derrame que propicia y produce el capitalismo es el de la sangre de los explotados, y de los que resisten y protestan.

Clarín, La Nación e Infobae, entre otros, llevaron sus engaños y manipulaciones a niveles delirantes. Y mostraron, una vez más, todo el daño que pueden producir a la salud física y mental de la población. Lejos de informar con responsabilidad y racionalidad, lo hicieron con la impunidad criminal que los caracteriza.

 

 

Lo público y lo privado

La pandemia dejó claro que, en principio, el Estado como concepto relacionado a lo público es lo único que tenemos a mano para paliar la devastación que produce una tragedia global. El mercado, aun en medio de la desgracia, la enfermedad, el desempleo y la muerte, aprovecha la situación para sacar ventaja. El lucro lo define.

También salió a la superficie la concepción que cada gobierno tiene de lo público. Y la capacidad de cada gestión para resistir los aprietes de los grandes laboratorios y el embate de los medios. La era de la posverdad y las realidades alternativas configuran un mundo paralelo, de fantasía, alimentado por odios y prejuicios propios e inducidos. Allí todo, sin excepción, es posible.

Los gobiernos de derecha y ultraderecha –EEUU y Brasil son los ejemplos más extremos– gestionaron la pandemia en forma criminal. No sorprende: está en el núcleo duro de su ideología. En la sociedad neoliberal la mayoría sobra, son descartables. Y más allá de estos casos extremos, hubo de todo, según cada país, pero siempre en el marco del tironeo entre las autoridades elegidas por el pueblo, por un lado, y los que tienen todo, menos votos, por el otro.

27/12/2020; Buenos Aires: El Plan Estratégico de Vacunación contra el coronavirus, que se iniciará el martes próximo, buscará cubrir a unos 24 millones de argentinos de la población priorizada, de manera gratuita, equitativa e igualitaria, en un esquema que se materializará en etapas, en articulación entre el sector público y el privado y en consenso con las provincias.
Foto: Prensa/Télam/VIC


Los que luchan para cambiar la sociedad cada día

Se necesita más que un asesino invisible para cambiar la sociedad. Gran parte de las ciudadanas y ciudadanos, los que ya antes del azote venían trabajando y luchando todos los días con un sentido comunitario, de pertenencia a un colectivo, con la convicción de que nadie se salva sola ni solo, lo siguieron haciendo. Incluso se comprometieron más, trabajaron en forma incansable, aun a costa de su salud y arriesgando sus vidas por los demás.

En las antípodas de estas actitudes, hubo quienes arriesgaron las vidas de los demás por individualismo, desdén, o bajo los devastadores efectos de los medios hegemónicos, los mismos que hace años vienen formateando subjetividades individualistas, anti-históricas, anti-políticas y anti-comunitarias.

Estos sectores, pequeños en número pero sobre-representados en los medios, conciben la “libertad” de una manera perversa y destructiva. No puede ser de otra manera si se separa este concepto de la idea de lo comunitario. En comunidad, la libertad es la libertad del otro y de la otra; no una excusa narcisista para buscar el propio bienestar a costa del dolor –y hasta la muerte– del prójimo.

Ser implica ser con otro u otra. La subjetividad es, en realidad, inter-subjetividad. El ser aislado, que compite por salvarse solo, es una figura creada por el capitalismo para conseguir el apoyo de sus propias víctimas.


Una versión zafia y grosera de la guerra fría

El 11 de agosto, cuando Rusia se convirtió en el primer país del mundo en aprobar una vacuna, el sitio de Ámbito Financiero tituló “De la Guerra Fría a la pandemia: la carrera por la vacuna contra el Covid-19, un nuevo capítulo del escenario geopolítico”, y afirmó en la bajada que el hecho “marca un nuevo hito en la puja histórica con EEUU”.

El enfoque del diario no fue un brote demencial aislado. Muy por el contrario, fue tendencia. Y, también sobre este punto en particular, Clarín y La Nación –entre otras corporaciones mediáticas– demostraron que en la realidad paralela que crearon –donde mantienen como rehenes a una parte de la población– no hay límite imaginable.

La derecha, que no quiere ver ideología donde sí la hay, “politizó” un medicamento. Los mismos sectores que mienten autodenominándose anti-políticos o “independientes” –como presunta forma de “pureza”–, le pusieron ideología, en un gesto torpe, desesperado, a una vacuna.

Tanto en la Argentina como en la región, la derecha se encuentra sin rumbo, desunida y sin proyecto. Los gobiernos neoliberales se sostienen con mucha dificultad, y con distintos grados de represión a la protesta social que crece en las calles de América Latina.

En los casos en que, como en la Argentina, la derecha está en la oposición, solo les queda hacer daño, impedir gobernar, obstruir todas las políticas del gobierno en forma brutal: con la excusa de hacer fracasar “al gobierno”, atacan con saña los derechos de las mayorías.

Y, como suele suceder –de allí la peligrosidad de esta estratagema–, de las fake news se pasa a la acción. Los sectores más retrógrados, en la Argentina y en el mundo, salieron a negar la existencia del virus, quemaron barbijos e insultaron al personal de salud. “Médicos traidores”, decía una pancarta.
En la Argentina, muchas de esas movilizaciones incluyeron explícitas reivindicaciones del terrorismo de Estado perpetrado por la última dictadura cívico-militar.

Y recorrió el mundo la farsa de una farsa del fantasma de la Guerra Fría. Porque la verdadera ideología, y los intereses ocultos, están en otra parte: en la sucia puja entre las distintas corporaciones farmacéuticas, que se encuentran entre las más grandes e inescrupulosas del mundo capitalista.
Comenzó un sainete surrealista, que forma parte de la batalla cultural, en torno a la producción de la cura contra el virus. Entre las que participaron de esta ópera bufa se cuentan, entre otras, la vacuna que produjo el laboratorio Moderna (EEUU); Astra Zeneca (Reino Unido); BionTech/ Pfizer (Alemania-EEUU); Sinopharm (China), y la maldita, la sospechosa, denominada “la rusa”, sin mencionar –como con las otras– al laboratorio Gamaleya.

Se realizó con la vacuna rusa la misma operación de demonización que se utiliza para convertir en Satanás a dirigentes que no son sumisos a los dictados de los poderes fácticos. Solo que en este caso se superaron a sí mismos en el grado de absurdo y, sobre todo, de menosprecio y falta de respeto a las ciudadanas y ciudadanos que necesitan información veraz sobre un asunto, literalmente, de vida o muerte.

Y toda esta payasada se sobreimprimió sobre el mismo Eje del Mal que trazaron EEUU y los poderes fácticos: hay países “malos” y otros “buenos”, como los personajes de las películas con guiones obvios.
Porque si vamos a entrar, aunque sea por un momento, en esa degradada versión del TEG viral, se podría mencionar que ninguno de los otros países productores de vacunas son territorios impolutos de autoritarismos y aberraciones. Nada se dice, por ejemplo, del imperialismo yanqui y los crímenes de lesa humanidad que viene produciendo. Podría mencionarse también, las atrocidades cometidas por el colonialismo inglés, sin olvidar Malvinas, claro. En cuanto a Alemania, si la idea es remontarse muchos años atrás, poco antes de la Guerra Fría, en la década de 1930, por ejemplo, pueden encontrarse niveles de autoritarismo en altas dosis.

Pero no. Rusia, y también China y Cuba –que produjo una de las primeras vacunas pese al bloqueo–, están dentro del Eje del Mal, y punto. Pese a que cientos de médicos, médicas, enfermeros y enfermeras cubanos viajaron a decenas de países para brindar ayuda, todo lo que venga de la isla es, de por sí, sospechoso. “El modelo de brigadas clínicas por el mundo no es nuevo para la isla e incluso ha sido acusado de ser un alfil político del gobierno comunista. Aun así, muchos países han solicitado ayuda de estos profesionales ante la pandemia que afecta a más de 185 países y que ha puesto a tambalear a los sistemas sanitarios más fuertes”, informó el sitio de noticias francés France 24, con el título “Covid-19: Cuba exporta médicos y enfermeras sin dejar las tensiones políticas”.

Los laboratorios de los países del Eje del Bien, en cambio, especulan, buscan el lucro sin escrúpulos y acaparan vacunas a costa de los demás. Sin tensiones políticas.

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