El año de la peste. Cotidianidades por el traste. Costumbres alteradas. Con la muerte gambeteando entre nosotrxs. Maradona for ever. Encierro, tristeza, temor, incertidumbre, supervivencia. Mucha vida virtual, reflexiones y creaciones de cuarentena. Los sueños colectivos de un mundo más y mejor vivible, alegrías acotadas. Cuidados responsables y conspiranoias mediatizadas. Desigualdades exacerbadas por el coronavirus estallando frente a los ojos. Miserias, delirios, solidaridades. Nuevos individualismos, nuevas generosidades. En el extravagante 2020, cruzó una pandemia que nos puso al revés.

En el plano económico, el veintiuno llega con perspectivas de recuperación, escenario que habilitará una dura pelea por la equidad distributiva entre capital y trabajo. El resultado de la negociación con el FMI, organismo que cuenta con grandes grupos empresarios locales como escoltas, marcará tendencia con vistas a las urnas de octubre. A “tranquilizar”, diría el ministro de Economía Martín Guzmán.

La parálisis a raíz de la pandemia impactó en el mercado de trabajo y en los ingresos de la población. Hubo cierre de empresas y comercios, actividades planchadas, pocas y grandes compañías sacando tajadas. Con un Estado argentino y gobiernos provinciales presentes en medio de la tormenta. El 2020 será recordado por la crisis sanitaria y económica a escala planetaria, la más grave de la historia moderna. El veinte veinte quedó atrás entre el histórico plan de vacunación en marcha y amenazas de rebrotes, segundas y terceras olas, nuevas cepas del mal bicho.

En emergencia

El Frente de Todos cumplió un año de gobierno atravesado por emergencias y tensiones, pero lo surfeó bastante bien al momento de los balances, máxime ante la magnitud de la complejidad que le tocó afrontar. Primero, recesión económica y desastre generalizado heredados de la gestión macrista. Y trascartón, la irrupción y propagación del coronavirus que cambió planes y prioridades.

El rol que el Frente de Todos le imprimió al Estado fue diametralmente opuesto al que le dio Cambiemos. Otra visión de país. Desde el vamos, el nuevo gobierno se propuso sacarse de encima la pelota de la deuda externa y atender a los de abajo. A tres meses de iniciada la gestión, cuarentena mediante, el gobierno del FdT mostró capacidad de reacción, se ocupó de recomponer el sistema de salud pública y a la vez desplegó un paquete de intervenciones bombero para sofocar el fuego pandémico, entre Aspo y Dispo, aislamiento y distanciamiento.

El Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) y los ATP para empresas mitigaron la debacle, la tarjeta Alimentar ayudó a los últimos, mientras los primeros todavía se rehúsan a financiar la pandemia y pagar por sus grandes fortunas aunque sea ley. La discontinuidad del IFE y los precios en alza reavivan reclamos sociales.

Los refuerzos del gobierno para las fiestas de fin de año son valorados, contribuyen, contienen, comentan desde movimientos populares, pero no son suficientes: canasta navideña barata, cortes de carne rebajados de difícil hallazgo, bono alimentario para la AUH, duplicación de la Alimentar, aumentito en jubilaciones y nueva fórmula de actualización de haberes previsionales, promoción del trabajo joven y de la economía popular, envión a obras públicas.

Durante su primer y anómalo año de gobierno, el FdT se quedó corto en otras (no) medidas y tuvo algunos giros ortodoxos en busca de objetivos socioeconómicos que no se emparentan con el clásico ajuste. Reestructuró deuda con destreza frente a acreedores privados, dándole “sostenibilidad”. Entre idas y vueltas, parches de apuro, pudo calmar a las fieras devaluadoras en el frente cambiario.

Lo espera un 2021 de elecciones legislativas, de grandes desafíos económicos y sociales. Se intensificará el maltrato de medios de desinformación masiva y del poder real (económico y judicial). Será, otra vez, presionado a devaluar, será corrido por las subas de los alimentos que no puede domar con destreza criolla frente a los formadores de precios. Fernández & Fernández atienden necesidades, impulsan leyes progresistas en el Congreso para ampliar derechos, y hacen equilibrio para mantener la unidad de la coalición gobernante, asediada a diario por la derecha que anhela volver en 2023.

En apenas cuatro años y sin pandemia, el macrismo dejó un país en ruinas: mega deuda externa (renegociada por el FdT con autonomía), fuga de capitales, duplicación del desempleo y la pobreza, inflación del 54 por ciento (el actual gobierno la bajó a 35, pero igual sigue alta), tarifas dolarizadas (hoy congeladas), recesión económica y crisis productiva (agravadas por la pandemia). Cambiemos hasta se animó a degradar a secretaría el Ministerio de Salud y suprimir medicamentos a jubiladxs. Hoy en la oposición cuestiona todo y denuncia al gobierno por “envenenamiento” al inicio de la vacunación con la Sputnik V llegada de Rusia.

Golpe a golpe

Como resultado del sufrimiento social durante la recesión macrista y la desgracia sanitaria de la pandemia, la economía nacional caerá cuando se contabilice todo 2020 alrededor de un 10 por ciento. Los desplomes de los pebeíses se repetirán en todos los rincones del mundo. Pero al mismo tiempo, en Argentina se habla de paulatina recuperación de las actividades productivas, de un posible rebote económico en el Año Nuevo, que animará el forcejeo distributivo.

Directivos de grandes compañías pronostican un buen 2021, de reacción industrial. Todo parece atado a la suerte del proceso de vacunación para controlar la covid y la negociación con el Fondo Monetario por la deuda macrista de 44 mil millones de dólares. Sortear el programa neoliberal que buscará imponer el FMI junto al establishment local representado en AEA será indispensable para que el FdT mantenga su caudal electoral y le dé impulso a la economía doméstica.

En un contexto complejo, es algo alentador el dato del Indec (vaso medio lleno) que señala que más de la mitad de los empleos que se destruyeron durante el período más duro de la crisis derivada de la pandemia, unos dos millones, se recuperaron en los últimos meses. La desocupación descendió entre el segundo y el tercer trimestre del 13,1 al 11,7 por ciento.

Según un reporte del Instituto de Trabajo y Economía (ITE) de la Fundación Germán Abdala, en noviembre el indicador mensual de actividad registró una caída a nivel nacional de 2,6 por ciento anual, sin embargo, en términos mensuales sin estacionalidad, la economía creció 1,3 por ciento respecto a octubre. En once meses “la economía cayó 8,8 por ciento, aunque ya recuperó un 78 por ciento del terreno perdido en el peor momento de la pandemia”, destacaron desde el ITE.

En el año que expiró, los ingresos de trabajadores informales, jubilaciones, el salario promedio de los sectores privado y público, quedaron debajo de la línea de pobreza. “El poder adquisitivo del salario lleva siete meses consecutivos de caída, y no ha logrado reubicarse en los niveles previos a la pandemia”, se advirtió en el último informe del Instituto de Pensamiento y Políticas Públicas que comanda el economista Claudio Lozano.

En el calendario 2021 cobra centralidad la recomposición salarial para trabajadorxs en paritarias, situación no exenta de conflicto, como se vio en la huelga de aceiteros y portuarios del cordón industrial del Gran Rosario, donde a la vera del Paraná se plantaron ante los gigantones agroexportadores. Recomposición de ingresos familiares, de jubilaciones y pensiones, control de precios y tarifas, generación de empleo, reactivación de la demanda interna y el consumo, ayudarían a transitar una senda de crecimiento para salir de la recesión que deja la doble pandemia.

El 2020 se despidió entre penurias, zozobras y algunas buenas y celebradas noticias. Nos mudamos de año con emociones encontradas. “Mezcla rara de angustia y cañita voladora”, canta Divididos en La ñapi de mamá (versión quedate-en-casa). Son humores de época que sacuden la nueva anormalidad.

 

Fuente: El Eslabón

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