Daniel Ortega, del Frente Sandinista de Liberación Nacional, fue reelegido para un quinto mandato de cinco años, el cuarto consecutivo, con el 75,92 por ciento de los votos. El candidato del Partido Liberal Constitucionalista, el diputado Walter Espinoza, obtuvo un 14,4 por ciento.

Las elecciones en Nicaragua muestran con claridad el espíritu de estos tiempos, en el que las realidades se multiplican y los hechos verdaderos se tornan inasibles. Las noticias falsas crean una realidad paralela y los medios hegemónicos hace tiempo que dejaron de informar para ponerse al servicio de los poderes fácticos.

De esta manera, los grupos económicos más concentrados, coordinados por EEUU y la UE, privan a las ciudadanas y los ciudadanos del derecho fundamental de conocer la verdad y estar informados. Y lo hacen, con cinismo, en nombre de la “democracia” y la “república”.

La decidida acción de estos sectores en el campo cultural produce profundas divisiones en las sociedades. Pero no son las inevitables divisiones de toda comunidad, que por definición es disensual y no consensual, sino que crean un número limitado de relatos (muchas veces sin fundamentos), que trazan una línea divisoria a veces real, a veces fantasmática.

La violencia de las mentiras de la campaña internacional para demonizar a Nicaragua, y sumarla al eje del mal junto a Cuba, Venezuela y Bolivia, creó una no menos violenta división en la sociedad nicaragüense, con dos bloques bien diferenciados pero complejos y no exento de tensiones internas y matices.

La trampa es siempre la misma. Se acosa, sanciona y bloquea a un país y después se le exige que su democracia sea perfecta y sus instituciones impolutas. Pero el mayor atentado contra la democracia y las instituciones son las sanciones, que pisotean la soberanía internacional y el principio de no injerencia.

La intervención yanqui se basa siempre en mentiras. El rechazo, la no aceptación del resultado de las elecciones y las sanciones que EEUU viene aplicando desde hace tiempo no tienen como objetivo combatir los presuntos errores u horrores del gobierno del reelecto Ortega. El problema del imperio es por lo que Ortega hace bien, no por lo que hace mal.

Porque el pueblo de Nicaragua, su libertad, su bienestar y la vigencia de los derechos humanos no les importa un bledo al país que apoyó las más sangrientas dictaduras en Nicaragua y en todo mundo. No resulta creíble, a esta altura de la historia, ni siquiera en esta época de noticias falsas y afirmaciones sin pruebas, que EEUU vele por la democracia y la institucionalidad de algún país. Lo que es evidente es el injerencismo y la falta de respeto de la soberanía que define la prepotencia imperial.

Además de presidente y vice, se eligieron 90 diputados y diputadas de la Asamblea Nacional y 20 para el Parlamento Centroamericano. Ortega, del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) que ya fue único candidato presidencial en 1984, 1990, 1996, 2001, 2006, 2011 y 2016, fue reelegido para un quinto mandato de cinco años, el cuarto consecutivo, con el 75,92 por ciento de los votos, según datos del Consejo Supremo Electoral (CSE) con el 93,6 por ciento del escrutinio.

El candidato del Partido Liberal Constitucionalista (PLC), el diputado Walter Espinoza, obtuvo un 14,4 por ciento de los votos. Le siguen Guillermo Osorno, del Camino Cristiano Nicaragüense (CCN), con el 3,44 por ciento de los votos; Marcelo Montiel, de la Alianza Liberal Nicaragüense (ALN), con el 3,27 por ciento; Gerson Gutiérrez Gasparín, de la Alianza por la República (APRE), con el 2,20 por ciento; y el diputado Mauricio Orué, del Partido Liberal Independiente (PLI), el 1,70 por ciento.

Según el CSE la participación alcanzó al 65 por ciento. Pero Urnas Abiertas, un observatorio electoral civil, señaló que los índices se sitúan entre el 79 y el 84 por ciento.

La versión oficialista

En la nota titulada “Elecciones generales libres, plurales y transparentes en Nicaragua”, publicada en Radio La Primera y firmada por Juanlu González y la organización Bits Rojiverdes, se destaca el interés político y mediático que despertó la elección fuera del país y los ímprobos esfuerzos que se están realizando para desacreditarlas y, a posteriori, desconocerlas. “Desde luego, esto contrasta con el clima de tranquilidad, normalidad y convivencia que se vive en el país. Son como dos realidades paralelas que discurren a cierta distancia de manera independiente. Un proceso electoral reglado, normalizado, transparente que discurre paso a paso por donde le marcan las leyes electorales, frente a una agenda externa prefijada, con guion y actores conocidos, que tratan de enturbiar lo que acá suelen denominar como fiesta de la democracia”, señala el medio nicaragüense en las horas previas al acto electoral.

La nota se refiere también a uno de los argumentos más fuertes esgrimidos por los que atacan a Ortega: la proscripción de partidos de la oposición y el encarcelamiento de dirigentes opositores. “Lo que los medios internacionales repiten es que la oposición no participa en las elecciones y que gran parte de los votantes no tienen quién los represente. Desde luego, considerar como funcionales al sandinismo a partidos profundamente liberales, que gobernaron el país en varias ocasiones (coligados o en solitario), que pusieron en práctica políticas privatizadoras y demoledoras del estado del bienestar y de derecho conseguidas por Daniel Ortega y el Frente Sandinista de Liberación nacional) FSLN es, lisa y llanamente, falso”, agrega al tiempo que describe la “narrativa mentirosa” que difunden los medios hegemónicos.

“Para cualquier observador que se informe a través de las noticias de los medios de comunicación corporativos o escuche las declaraciones de los líderes occidentales (o sus vasallos regionales) creerá que se ha impedido participar en las elecciones a la mayoría de partidos opositores con capacidad de hacerse con el favor popular. Nada más lejos de la realidad, como es fácil comprobar”, agrega.

“Es en este mismo sentido –injerencista y neocolonial– donde hay que enmarcar los movimientos recientes de la Organización de Estados Americanos (OEA) que, en una resolución promovida por EEUU y varios de sus socios, exige la liberación de los supuestos líderes opositores detenidos que –afirman– no han podido presentarse a las elecciones, a los que define como “precandidatos” (figura que no existe en la legislación electoral nicaragüense)”, señalan Juanlu González y la organización Bits Rojiverdes.

Los autores explican que los detenidos por el gobierno lo han sido en función de la legislación vigente del país, especialmente la “Ley de Agentes Extranjeros” que trata de impedir que países como EEUU creen una manipulación política y mediática para desestabilizar Nicaragua y la “Ley de Defensa de los Derechos del Pueblo a la Independencia, la Soberanía y Autodeterminación para la Paz”, que criminaliza a quienes trabajan en coordinación con enemigos externos del país para provocar sanciones económicas.

“Pedir que se desconozcan las leyes democráticas propias de un estado por motivos de no afinidad política, dice muy poco en favor de la OEA, denostada por una trayectoria al servicio de las políticas colonialistas norteamericanas, cuyo culmen reciente fue la cooperación con el golpe de estado fascista perpetrado en Bolivia con ayuda estadounidense y de la internacional liberal latinoamericana contra la victoria electoral de Evo Morales que, a la postre, provocó decenas de muertos y miles de heridos y represaliados”, agrega la nota.

Por su parte, el presidente de la Asamblea Nacional, Gustavo Porras, señaló tras las elecciones: “Los nicaragüenses queremos la paz. En segundo lugar estamos sellando no una victoria hoy, sino una victoria sobre aquellos que están a favor de la guerra, aquellos que están a favor de la violencia, sobre aquellos que están en contra de la democracia. Aquellos que quisieron trastocar este proceso natural de vida de los nicaragüenses. Los que quisieron dar un golpe y que fallaron y que además no pudieron ni podrán jamás”, aseguró en declaraciones a Radio La Primera.

“Como nicaragüense estoy orgulloso de haber depositado mi voto por la paz y por la prosperidad de nuestro pueblo. Eso es lo que estamos haciendo, estamos sellando las rutas de prosperidad del pueblo nicaragüense”, dijo Porras.

“Además el pueblo nicaragüense está diciendo que este voto es fundamentalmente por la defensa de la soberanía, por la independencia, por la autodeterminación de Nicaragua sin injerencia extranjera. Acompañado con quien nos quiera acompañar, pero sin injerencia”, agregó Porras, que también se refirió a la OEA.

“El ministerio de colonias de EEUU es parte de los instrumentos del imperio para impedir el ejercicio de la soberanía de los pueblos de Nuestra América. La imparcialidad que deberían demostrar hace mucho que se truncó en sumisión a los intereses estadounidenses. Su tiempo ya ha pasado”, consideró el presidente de la Asamblea Nacional.

Las versiones de los opositores

El presidente de EEUU, Joe Biden, dijo que “la elección que el presidente nicaragüense, Daniel Ortega, y su esposa, la vicepresidenta Rosario Murillo, orquestaron fue una elección de pantomima que no fue ni libre ni justa, y ciertamente no democrática, fueron una la farsa de las elecciones de Nicaragua”, según reproduce Ámbito Financiero.

Pero dentro de la propia Nicaragua, un amplio espectro de opositores (un universo variopinto que va desde agentes de la CIA, periodistas pagados por EEUU, pero también sandinistas y ex sandinistas que defienden la soberanía nacional pero critican a Ortega) vienen deslegitimando las elecciones desde hace meses.

Por ejemplo, en el sitio nicaragüense Confidencial, la nota de Héctor Schamis, titulada “Votar para no elegir. Elecciones en Nicaragua” (publicada el 1 de noviembre) está en línea con Biden: “Con más de diez rivales encarcelados, exiliados, forzados a renunciar o inhabilitados (…). Sin campaña electoral, con partidos opositores inhabilitados y sin observación internacional, no existe ni la apariencia de integridad en dicho proceso”, asegura Shamis.

Pero también hay opositores que surgieron del seno del sandinismo: de los nueve miembros de la antigua dirección colectiva, solo Bayardo Arce apoya abiertamente a Daniel Ortega, señala Página 12. “A 42 años de la revolución en Nicaragua, Daniel Ortega vuelve por octava vez a ser candidato a la Presidencia en su país. Sus viejos compañeros guerrilleros ya no lo acompañan y en muchos casos lo acusan de haberse convertido en un dictador”, señala el diario.

No son lo mismo

Si algo queda claro es que no todas las críticas son producto de la propaganda yanqui. Porque hay cuestionamientos que se emiten desde otros lugares, desde otros sectores de la sociedad insospechados de aceptar la injerencia de EEUU. Los casos más claros son las ex guerrilleras y guerrilleros que arriesgaron su vida por la Revolución.

Sería deseable poder diferenciar, claramente, las críticas desde el campo popular y los movimientos sociales, por un lado, de las críticas de la derecha golpista alineada con EEUU, por el otro. Tienen intenciones, objetivos y fundamentos distintos. El gran problema es que los nicaragüenses y las nicaragüenses no tengan el derecho de dirimir sus diferencias y sus internas sin injerencia extranjera. Es decir, como sucede en los países que no están en el eje del mal, dentro de una Nicaragua plenamente soberana y no bajo ataque de los más poderosos del mundo. Y que se mida a este país, sus instituciones, la situación de los derechos humanos, con la misma vara que se usa para otras circunstancias.

La integración regional, y la formación de un bloque de países que defienda la soberanía y rechace el injerencismo imperial, es el mejor escenario para que los ciudadanos y las ciudadanas de cada país puedan ejercer la soberanía popular.

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