Progresistas y peronistas celebraron tras las generales locales como si hubieran crecido en votos o reavivado esperanzas populares. Pero la primera hipótesis no se verifica en los datos; y la otra suena más a técnicas de coaching que a realidad efectiva.

Más allá del acting que indican los sabiondos del marketing que también recomiendan siempre atender con un buen catering a “la prensa”, da para acentuar, desde el oficio periodístico siempre afecto a saborear canapés de búnkeres, una pregunta respecto de los resultados de la nueva jornada electoral vivida el 14 de noviembre más reciente de la historia: ¿Qué festejaron el domingo a la noche los “ganadores” de las elecciones para concejales en Rosario? Tanto la del Frente Progresista como la del Frente de Todos, que fueron en ese orden las más votadas de las cinco listas que figuraron en la boleta única, lograron en noviembre una cantidad de votos que debería generar más alerta que jolgorio en los dirigentes y candidatos y candidatas de ambas fuerzas. 

En las generales, la encabezada por Ciro Seisas apenas pudo sumar poco menos de 7 mil votos a los que habían obtenido en su conjunto las listas que habían pujado dentro del Frente Progresista en las primarias. En el caso de la que llevó al frente a Lisandro Cavatorta, el incremento respecto de lo obtenido por el Frente de Todos en las Paso fue un poco más, unos 14 mil sufragios. Pero en ambos casos, sirve señalar que fueron 37 mil más que en septiembre los ciudadanos y ciudadanos que acudieron a las urnas. Y que en septiembre hubo alrededor de 50 mil votos para los frentes y alianzas que no pudieron llegar al piso exigido para después participar de las generales. Así, de esos 87 mil “nuevos” votos que se pusieron en juego, las listas de Seisas y Cavatorta solo lograron 21 mil, pese a contar con los siempre influyentes respaldos de los gobiernos municipal uno, y provincial otro, lo que acentúa el contraste con lo sumado entre septiembre y noviembre por dos de las otras listas que participaron: la de Mejor, con Miguel Tessandori al frente, pasó de más de 33 mil a casi 85 mil; y la de Ciudad Futura con Juan Monteverde como primer candidato de 35 mil a 77 mil.

La quinta lista en discordia, expresión de Juntos por el Cambio, había logrado poco más de 84 mil sufragios en las primarias y llegó a 96 mil y chirolas en las generales, por lo que su evolución fue más similar a las de progresistas y peronistas que a las de mejoristas y futuristas. Con todo, es insoslayable que la nómina del macriradicalismo pudo sostenerse aunque haya sido de las más afectadas por circunstancias no forzadas ni esperadas, como la del episodio que involucró a familiares directos de su primera candidata, Ana Martínez, que el domingo 14 a la noche se mostró mucho más mesurada que los exultantes Seisas y Cavatorta.

Esos 96 mil y piquito de votos que logró Juntos por el Cambio en este turno electoral apenas superan en unos mil a los que la misma fuerza obtuvo bajo el nombre de Unión PRO en las también legislativas locales de medio término del año 2013. Después, en las del 2017 celebradas en plena ola amarilla, el mismo sector pero con el nombre Cambiemos saltó a poco más de 206 mil votos, por lo que puede concluirse que desde entonces hasta aquí las aguas de los neoliberales a la rosarina bajaron bastante. Tal vez tenga que ver con que eso de cambiemos no se verificó en los nombres de los principales candidatos: en 2013, la lista para el Concejo llevó en los dos primeros lugares a “Anita” y Carlos Cardozo, igualito que en este año. Y en 2017, Martínez y “Charly” ocuparon el segundo y tercer lugar en la nómina detrás de Rodrigo López Molina, que esta vez fue por más al postularse para diputado nacional, pero terminó venido a menos al ser derrotado en las primarias. 

Tanto en el 13, como en el 17 y en este 21, los vaivenes de la derecha argentina del nuevo siglo en las legislativas rosarinas impactaron principalmente en el caudal electoral del espacio que hoy se referencia en el intendente Pablo Javkin, que puede ufanarse de ahora haber crecido respecto de la compulsa inmediatamente anterior. Y ciertos es que en el 17, cuando “Roy”, “Anita” y “Charly” celebraron esas más de 200 mil adhesiones, el socialismo y aliados obtuvieron casi 35 mil votos menos que los juntados ahora con Seisas y compañía. El punto es que al compararse con las elecciones del 2013 la diferencia es más o menos similar pero a la inversa. En definitiva, todo indica que lo que va y viene entre unos y otros es ese entre 30 y 40 por ciento del electorado que tiene en común una atávica aversión por el peronismo.

En cuanto al devenir del peronismo en las disputas legislativas locales de medio término, se puede apreciar que cavar en las arenas mediáticas no sirvió para agrandar la torta. Con Cavatorta como figura incorporada para mejorar el rendimiento, la cosecha pesó apenas por encima de los 110 mil votos, que son 4 mil menos que los de hace cuatro años con Roberto Sukerman al frente de la nómina y solo 7 mil más que los de 2013 con la lista oficial encabezada por Héctor Cavallero, a los que cabe sumarle los también 7 mil logrados por la disidencia de entonces expresada en la candidatura de Sebastián Artola, que equipararían la cosa.

Con estos panoramas, resulta difícil atribuir a los caudales electorales generados el motivo de tanta celebración en los búnkeres de los frentes Progresista y de Todos. Tampoco es sencillo buscar por fuera de ese aspecto principal cuando de comicios se trata. Más bien al contrario. La algarabía de Ciro y Lisandro sonó a por lo menos extemporánea si se tiene en cuenta que entre quienes estaban del otro lado de las pantallas están mayoritariamente disconformes con la realidad que viven por razones por todos conocidas que no viene al caso volver a enumerar. Porque no se trata de salar las heridas ya ardientes ni el nuevo in crescendo de la embestida de los fogoneros de la antipolítica. Sí, de preguntar si a esta altura de la soiree los dirigentes de los partidos y movimientos políticos de raíz popular no deberían revisar tanta fe en los acting, marketing y catering. Porque la desmovilización, la desconfianza y las ganas de que baje el precio del asado que cunden por estos días entre quienes llenan las urnas, suenan bien reales.

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