docentes

Durante mucho tiempo tuve a mi cargo las visitas escolares al diario La Capital. Una tarea que realizaba con mucho cariño y que hacía como parte del programa El diario en el aula. Los turnos se daban para grupos de 30 chicas y chicos aproximadamente, por claras razones de espacio y aprovechamiento de la actividad. Más de una vez el número de alumnas y alumnos por curso superaba ampliamente ese cupo y allí comenzaba el tire y afloje con la docente a cargo. De ese tironeo me quedó grabada la firmeza en la que muchas maestras se plantaban y decían: “Yo tengo 38 y vamos a ir todos juntos”. Y una tenía que aflojar porque sabía que ese día estarían “todos entrando al diario”.

En este recorrido de hacer notas por las escuelas -una de las más lindas experiencias en el oficio- siempre buscamos tomar las voces de las alumnas y los alumnos. Como a veces era un poco complicado hacerlo con todo un curso, trataba de concretarlo con un grupo representativo. Más de una vez ocurrió que este pedido era casi inadmisible para la maestra y allí estaban las secciones completas dispuestas para conversar: A, B, C y D. Alguna vez a un querido compañero de trabajo le pasó llegar con similar intención -de entrevistar a dos o tres chicos- a una primaria, pero ya lo esperaban, en el patio escolar, todas las divisiones de los 4°, 5° y 6° grados listas con un micrófono “para facilitar la charla”.

Los congresos de educación tienen la maravilla de aportar tanta o más información que las exposiciones cuando se camina por el auditorio, los pasillos o se comparte un mate con las asistentes. Más de una vez me tocó presenciar que ante la entrega de “materiales” (desde folletos hasta bolsos en las épocas de bonanza o cuando los eventos tienen importantes sponsors) las docentes no quedaran conformes con el propio. “Deme para mis compañeras que no pudieron venir”, se las escucha pedir con tono firme.

En esos “más de una vez” -se repiten por cientos las anécdotas- se aprende también a reconocer el carácter colectivo y solidario de la docencia. Una distinción que se manifiesta en los reclamos para que no falte el agua en la escuela, por el gas, por las partidas para el comedor, por los cargos de bibliotecarias, de maestra de música o plástica que faltan, cuando hay que trabajar como sea en una inundación o en la pandemia. Y también en la lucha por el salario.

Eso ayuda a entender el ensañamiento de los sectores de derecha en descalificar y desarticular los sindicatos docentes, la expresión colectiva y organizada del magisterio. Lo hacen de las maneras más brutales y visibles como negar una paritaria (que es ley) hasta las más sutiles como fundar Observatorios o agrupaciones de Docentes o Padres “por la educación”. La meta es siempre la misma: desarmar las organizaciones sindicales docentes, impulsar el individualismo a través de la meritocracia en todos los órdenes de la enseñanza y los aprendizajes, o sea trabajar para el mercado educativo.

En esa línea de desconocer a las organizaciones gremiales docentes también se inscribe la sistemática negativa al diálogo del gobernador Omar Perotti y su ministra Adriana Cantero. Una decisión que solo promueve la profundización del conflicto. Porque es en su carácter colectivo y de unidad que el magisterio recuerda que las políticas educativas sin participación de las y los docentes no son viables (increíble que esto los gobiernos de turno no lo hayan aprendido después del fracaso de la reforma de los 90); se para a reclamar por la apertura de la paritaria, que no es otra cosa que una mesa formal de diálogo, y también a pelear por dignos salarios. Y esto es siempre.

 

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