El 13 de mayo se inauguró “La tragedia de la voluntad”, exposición individual de Ariel Costa que plantea un recorrido por el dibujo y el mundo del cómic atravesado por marcas de biografía personal.

La acción del lápiz sobre la hoja señala un ritmo frenético que parece dictado por una voluntad desatada. Una voluntad insaciable como esa que parece guiar la moto que maneja el personaje que se mezcla con el título de la muestra en una de las paredes de la sala. Se trata de Ghost Rider, el protagonista de un cómic de superhéroes que integra, junto a otros seres, el conjunto de 31 obras de la última muestra individual de Ariel Costa en Crudo Arte Contemporáneo.

Bajo el título de “La tragedia de la voluntad”, este grupo de piezas evoca un universo autorreferencial lleno de identidades secretas y antihéroes taciturnos. Un mundo cuyas escenas cotidianas parecen inmensas viñetas de historieta. Estampas de situaciones mínimas y abiertas en ocasiones disparatadas, fragmentarias o directamente enigmáticas. Son encuadres que no presentan una secuencia sucesiva pero sí habilitan historias múltiples. Hay calaveras flameantes con miradas amenazadoras pero también tapiales sencillos, cervezas y patios con árboles. Hay pájaros volando en círculos y tapires apoyados suavemente sobre nubes. También esqueletos y ramas entrecruzadas sobre paisajes, y monstruos portando guitarras. En muchas ocasiones encontramos fondos oscuros que delimitan el contorno de las figuras y generan ambientes nocturnos y misteriosos. 

En estos trabajos la marca intensa de los trazos se desborda y no encuentra frenos. Se traslada sobre el soporte hoja tras hoja en una labor al mismo tiempo voraz y paciente. Ariel cubre de grises y naranjas las superficies blancas. Incluso pareciera como si las texturas se transmitieran a la pared cuyo lijado evidencia la existencia de múltiples capas anteriores. La huella distintiva del lápiz provoca que el dibujo se despliegue como una herramienta primordial. Una poderosa arma que se rastrea en los primeros esbozos de la infancia y que en estos trabajos resignifican un gesto iniciático. Su dibujo es directo y mantiene esa frescura de las primeras ideas llevadas al papel. Su impronta está más bien ligada a un impulso físico y vital y su simpleza desnuda una estructura efectiva pero no por eso menos evocadora.

No es casual que Ariel haya querido versionar algunas figuras marginales del mundo de los superhéroes. Personajes cuyas historias los obligan a lidiar con las penurias del día a día. De todas formas, nos sorprendemos al encontrar en estos entornos solitarios a un Daredevil o a la Mujer Araña en posturas contemplativas, melancólicas o ensimismadas. Hablamos de posiciones muy diferentes a sus habituales movimientos marcados por una acción exagerada y teatral. Son antihéroes, despojados de toda investidura solemne que desandan estereotipos, lugares comunes y marcas distintivas. Con esto, Ariel consigue ligar lo extraordinario del acto épico a la simpleza poética de lo cotidiano mezclando al mismo tiempo ficción y realidad.

“La tragedia de la voluntad” puede visitarse hasta el 9 de septiembre en la sala 2 de Crudo Arte Contemporáneo (Italia 1044), de miércoles a viernes de 16 a 20.

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