El FMI mete la cola camino a las Paso. Massa anunció medidas económicas para acercar posiciones con el organismo en busca de un nuevo acuerdo. Se encarecen distintos tipos de dólar, con riesgo de impacto inflacionario, pero se elude una devaluación generalizada.

Después de largas semanas de negociaciones (no del todo cerradas), donde quedó en evidencia que el Fondo Monetario Internacional al momento de prestar o pulsear se pone más duro con el peronismo que con los neoliberales, el ministro de Economía y precandidato a presidente de Unión por la Patria, Sergio Massa, apuró el anuncio sobre un nuevo preacuerdo con el FMI, tras el incumplimiento de metas fijadas por el organismo. Así, Massa presentó un conjunto de medidas fiscales y cambiarias con el objetivo de aumentar la recaudación impositiva y encarecer distintos tipos de dólar, aunque sin conceder una devaluación generalizada como venía reclamando el Fondo, lo que haría mella en las chances electorales del ministro-candidato. Si bien se alertó por el posible efecto inflacionario de las últimas medidas, desde el gobierno minimizaron el impacto sobre precios del mercado doméstico.

El decreto 337 de la Ley de Solidaridad Social y Reactivación Productiva fechado el 24 de julio en el Boletín Oficial presentó las siguientes modificaciones: el dólar solidario (ahorro) subió de 460 a 495 pesos, es decir se unificó con el dólar tarjeta, el billete verde utilizado para compras en el exterior que se paga con el impuesto Pais y la retención a cuenta de la deducción de Ganancias.

También subió el dólar un 25 por ciento para importar servicios, con lo cual ese dólar mayorista oficial se va de 270 a casi 340 pesos. Al mismo tiempo, las nuevas disposiciones contemplan un aumento del tipo de cambio para importar bienes del 7,5 por ciento, de 270 a 290 pesos, exceptuados alimentos, combustibles y medicamentos. Y como cuarta medida se dispuso una actualización del denominado dólar agro (otrora dólar soja) que regirá hasta el 31 de agosto para quienes exporten maíz, trigo, girasol (las grandes cerealeras) o productos de economías regionales, de 300 a 340 pesos por cada divisa estadounidense.

Sobre las dos últimas medidas mencionadas, el encarecimiento de determinadas importaciones y la subida en el precio del trigo, girasol y maíz, cuya cosecha se vio muy afectada por la falta de lluvias, se posaron las advertencias de empresarios y consumidores, que ven un impacto colateral en el índice inflacionario en el corto plazo, que terminaría distorsionando cadenas productivas y limando más aún el bolsillo de las mayorías, salvo que se tomen medidas compensatorias. En este sentido, se advirtió sobre el aumento del costo de reposición en importaciones con el consecuente golpe que podría acarrear en precios internos. En tanto, el dólar agro incrementó un 25 por ciento el valor del trigo, girasol y maíz, un insumo esencial en los costos de producción de alimentos, como la popular polenta, y las producciones de carnes y derivados (lechería y huevos). En el caso del trigo repercute en harinas, pastas y panificados, y la suba para el girasol se refleja en aceites comestibles.

Aunque datos claves sobre la inflación se conocerán recién después de las Paso, ya que tanto el Indec como el Banco Central decidieron postergar los relevamientos para después de los comicios. El último dato de inflación de junio fue del 6 por ciento y marcó apenas una desaceleración, que queda desdibujada en un costo de vida que corre al 115 por ciento anual. Según la última estadística que publicó el Indec, los salarios formales (ni hablar de trabajadores en negro) continúan retrasados frente al aumento de la inflación. El acuerdo con el Fondo es inflacionario y sus dictados (acatados) terminan castigando sobre todo a los sectores más empobrecidos de la población. 

Contraposiciones

Tras la decisión del gobierno de lanzar un nuevo dólar agro y elevar el dólar ahorro y la divisa para importaciones, se generó expectativa en la respuesta que daría el mercado cambiario, con potente influencia del poder económico concentrado. “Las remarcaciones de precios y la suba del dólar ilegal son elementos de presión, sobre todo en el marco de la campaña. Pero con estas medidas cambiarias que se anunciaron, el impacto en los precios internos sería indirecto y no tendría que haber fuertes aumentos de precios en productos de la canasta básica”, evaluó el economista y docente universitario Juan Valerdi.

“No hay justificación para las remarcaciones. Si bien se encarece un 7,5 por ciento el dólar para insumos importados, los productos de la canasta básica no están incluidos, con lo cual la porción no importada no tendría por qué aumentar. Además, el dólar blue, cuya cotización viene siendo tema central en medios hegemónicos para echar más leña al fuego, aumentó bastante menos que el nivel de inflación comparado en términos interanuales: 68 por ciento de suba en el blue contra 115 de inflación”, indicó el economistas Hernán Letcher, del Centro de Economía Política Argentina (Cepa).

Con una mirada bastante crítica de la situación, el economista Claudio Lozano señaló que las medidas económicas anunciadas por Massa “pretenden desesperadamente lograr los desembolsos del FMI que permitan afrontar los próximos vencimientos. Se practica una devaluación sectorial que impactará sobre el precio de los alimentos y se incrementará por vía impositiva, tanto el dólar de importación para bienes como para servicios, medida que también tendrá un efecto alcista sobre el nivel de precios. La tesis de mantener la buena onda con el FMI sigue sin dar resultado”.

Lozano, que fue director del Banco Nación hasta el año pasado, agregó: el gobierno “validó una estafa, no investigó ni identificó a quienes fugaron divisas. Es más, los premió dilapidando reservas con dólares baratos para pago de importaciones y deudas corporativas. Así llegamos a un acuerdo que se fundamentó en avanzar en la estabilización de la economía y cuyo resultado ha sido duplicar la tasa de inflación, aumentar la pobreza , incrementar el endeudamiento y perder el control de la política económica”.

Señales

Con estas disposiciones en danza como parte de un plan de emergencia, Massa, hasta el momento sin foto de campaña en Washington junto al staff del organismo que entra en vacaciones de verano, hizo un guiño al FMI para que destrabe y adelante los desembolsos pactados hasta fin de año, permita la intervención en el mercado cambiario para contener los dólares financieros y de esta forma despejar el panorama electoral.

El acuerdo técnico con el Fondo estaría encaminado. “Los equipos del Ministerio de Economía y Banco Central de Argentina y el staff del FMI han finalizado los aspectos medulares del trabajo técnico de la próxima revisión. Se han acordado los objetivos y parámetros centrales que serán la base para un Staff Level Agreement que se espera finalizar en los próximos días para luego avanzar hacia la revisión del programa de Argentina. Dicho acuerdo busca consolidar el orden fiscal y fortalecer las reservas reconociendo el fuerte impacto de la sequía, el daño a las exportaciones y los ingresos fiscales del país”, señalaron desde el organismo.

El anuncio oficial sobre el principio de acuerdo, avalado con tres tuits del Fondo, se hizo el domingo 23 de julio por la mañana y enseguida dejó un poco viejos los análisis políticos y económicos que se publicaron ese día. Aunque parezcan imágenes repetidas del canal Volver, con la misma trama de ajuste de siempre, la novela negra con el Fondo Monetario Internacional mostró durante los últimos días nuevos capítulos. Estuvieron acompañados, claro, por la dinámica de la campaña electoral en ciernes y las presiones dolarizadoras de ocasión, en medio de condiciones financieras de debilidad y un Banco Central con reservas en rojo.

El acuerdo definitivo, ni letra chica ni letra grande, no estaba cerrado, hasta el cierre de esta nota. El FMI, que aprieta pero no ahorca porque no le conviene empujar otra vez a la Argentina al precipicio, viene pidiendo una devaluación generalizada, o sea un salto importante en la cotización del dólar oficial, y un ajuste fiscal más fuerte. Massa venía cumpliendo las metas del Fondo, con recortes en el gasto público, hasta que se topó con las consecuencias financieras de la mayor sequía de los últimos setenta años, que desplomó las exportaciones argentinas de granos y derivados. La pérdida en la recaudación se estima en unos 20 mil millones de dólares.

Massa presentó, como se detalló más arriba, medidas cambiarias e impositivas para acercar posiciones con el Fondo. El ministro-candidato se niega a los últimos pedidos del FMI por el alto costo político que pagaría, menos en plena campaña rumbo al primer test electoral que hará de gran encuesta nacional, después de los reiterados pifies de consultoras y sondeos de opinión que quedaron en evidencia con las elecciones en distintas provincias.

Massa, con cara de tener todo bajo control, quiere aire para llegar mejor posicionado a las primarias del 13 de agosto. Dijo que se busca “despejar la discusión sobre el Fondo en la campaña”. El nuevo acuerdo sería hasta fin de año y los desembolsos llegarían en agosto y noviembre, después de las Paso y de las elecciones generales de octubre.

“El preacuerdo anticipó que hay puntos de convergencia entre la Argentina y el organismo, lo cual da cuenta o evita el escenario que algunos apostaban a que no se llegara a buen puerto con el organismo”, sostuvo Letcher. En declaraciones radiales, el economista del Cepa recordó que se está llevando adelante la quinta etapa de revisión, después de que la Argentina incumpliera las metas fiscales, monetarias y de reservas por la sequía. “Falta saber si habrá un cambio de metas o lo que se denomina un waiver (perdón). Si se adelantan los desembolsos de todo 2023 permitirá bajar las tensiones cambiarias y sería una gran victoria del equipo económico”, opinó.

Mauricio Macri abrochó un acuerdo stand by con el FMI por la friolera de unos 50 mil millones de dólares, el préstamo más grande la historia Argentina y el más grande que otorgó el Fondo desde su conformación en 1944, a devolver en tres años. La vuelta de la Argentina al Fondo fue anunciada en mayo de 2018 en un video de poco más de dos minutos. El gobierno de Alberto Fernández negoció un nuevo convenio para ampliar los plazos de devolución de la deuda, que entró en vigencia en marzo de 2022. Es un acuerdo de facilidades extendidas, que regirá por diez años, desde 2024 hasta 2034. Mientras tanto Argentina sigue cumpliendo con los vencimientos, con nueva deuda. El Fondo manda el dinero (o hace que manda) para que la Argentina le pague al propio Fondo.

El 30 de junio pasado, el organismo internacional de crédito no envió el dinero porque Argentina incumplió las metas pautadas, básicamente por efecto de la sequía y de la falta de liquidación de exportaciones (el cálculo oficial es de entre 8 y 10 millones de toneladas de granos retenidas) por parte de los grandes jugadores del agronegocio. Para cumplir con el compromiso de pagar la cuota de 2.700 millones de dólares, el gobierno echó mano a los DEG (la canasta de monedas del Fondo) que le quedaban en la cuenta (1.700 millones) y al swap (intercambio de monedas) con China, y pagó con yuanes (algo inédito) por el valor del restante millón de dólares. Este lunes 31 de julio hay otro vencimiento y todo indica que Argentina volvería a pagar con yuanes, la moneda del gigante asiático.

Foto: Télam

Las negociaciones actuales entre la Argentina y el organismo que dirige Kristalina Georgieva tuvieron idas y venidas, demoras, meses de charlas, en contraste con la velocidad que el organismo de crédito, un jugador de peso en la geopolítica que controla Estados Unidos, le imprimió entre gallos y medianoche al momento de dar el préstamo al gobierno de Cambiemos, violando incluso los propios estatutos del FMI al prestar más de lo permitido. En el medio, Massa viajó a China y también se reunió con el ministro de Finanzas de Egipto, el otro país gran deudor del Fondo. Gestos que parecieron tensar un poco la cuerda en medio de las negociaciones, que quizá en la demora de la firma definitiva del nuevo acuerdo el FMI le está facturando a Massa.

El día después de anunciar el conjunto de medidas como parte del preacuerdo con el Fondo, el ministro-candidato fue a la tradicional exposición organizada por la Sociedad Rural. Desfilaron toros de raza y candidatos. El paquete de medidas no conformó a nadie, ya que tanto el sector agropecuario como los empresarios nucleados en Idea salieron a rechazarlo. Massa destacó el dólar más alto para las exportaciones de granos (menos soja) y economías regionales y dijo que no quería prometer nada que después no pueda cumplir.

En la Expo Rural, Patricia Bullrich puso el carro delante de los caballos y aseguró que en un potencial gobierno suyo el país recibiría “una cantidad impresionante de dólares”. La precandidata de Juntos dijo que para salir del cepo (regulación cambiaria) haría un “blindaje” (que se traduce en nueva deuda) con el Fondo Monetario Internacional. El término blindaje es un pasaje directo a la crisis de 2001, un revival del gobierno de Fernando de la Rúa –del que ella fue parte y recortó haberes jubilatorios–, que anunció un “blindaje” que aumentó la deuda con el FMI, luego vino el corralito de Domingo Cavallo y, por último, el helicóptero.

Los burócratas del Fondo no votan pero igual buscan dirigir la orquesta. Y siempre con la misma milonga, hasta el hondo bajo fondo. Encima, en el tango feroz entre la Argentina y el FMI, algunos insisten en hacernos bailar con la más fea.

Nota publicada en la edición impresa del semanario El Eslabón del 29/07/23

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