EEUU y los gobiernos de derecha de Europa y América latina apoyan al dirigente golpista que intenta derrocar a Maduro. Pero a la hora de poner la plata, la cosa es diferente y no hay acuerdo entre los banqueros, que ven que la oposición es poco seria. El Banco Mundial también dijo no.

“A la hora de decidir cuál es la legítima autoridad en Venezuela, nuestros socios tienen que adoptar una decisión”, reconoció la directora gerente del FMI, Christine Lagarde, al final de la asamblea de la semana pasada, en la que no se avanzó nada sobre el muy espinoso asunto de decidir si esa agrupación de bancos va a reconocer al legislador venezolano Juan Guaidó como “presidente legítimo” en lugar de Nicolás Maduro.

“Nuestros socios tienen que adoptar una decisión” es una forma elegante, evasiva, de decir que no adoptaron ninguna decisión, que no se pusieron de acuerdo y que dejaron en claro que no confían ni en Guaidó ni en la oposición venezolana, a la que solo van a bancar de palabra. Pero de plata, ni hablar.

Por su parte, el portavoz del FMI, Gerry Rice, señaló tras la reunión que “el panorama no está claro acerca del posible reconocimiento de Juan Guaidó” como presidente de Venezuela y agregó que no hay un voto previsto sobre la cuestión en el Directorio Ejecutivo. “Nos basamos en la comunidad internacional y los miembros que componen el FMI (…) y aún no hay claridad sobre Venezuela”, indicó Rice, según informó la agencia Efe.

“Todavía se están formando las posiciones, estamos escuchando cuidadosamente”, agregó, al tiempo que aclaró que, no obstante, el Fondo está “listo para actuar” dada la “difícil” situación económica de Venezuela, “una vez se aclare la cuestión del reconocimiento”.

Unos cincuenta países reconocieron a Guaidó, pero el FMI tiene 189 países miembros. Al igual que en la ONU, son minoría los que reconocen al dirigente opositor venezolano.

Queda claro que una cosa es el apoyo político de los presidentes de los gobiernos de derecha, los organismos multilaterales y los medios hegemónicos y otra, muy diferente, es cuando hay que recurrir a la billetera y destinar fondos para apoyar una aventura que tiene cada vez menos posibilidades de cumplir con sus objetivos.

Los banqueros suelen ser muy quisquillosos. Y si bien se benefician de la manipulación mediática, las noticias falsas y la campaña de demonización de Venezuela, ellos no necesariamente las creen. No prueban de su propia medicina.

EEUU, el principal impulsor de Guaidó, el país que lo inventó, el que presiona a los otros países para que lo reconozcan como “presidente encargado” de Venezuela, es el socio principal del FMI. Es el país que tiene más peso dentro del organismo. Sin embargo, el FMI no reconoció a Guaidó y no le presta un centavo.

Lo mismo ocurre con el Banco Mundial. Aunque su nuevo presidente, el neoconservador David Malpass, anunció durante la asamblea que el poderoso Banco de Desarrollo –históricamente un arma de la política exterior estadounidense– “se involucrará profundamente en Venezuela”, sus accionistas no están de acuerdo respecto a cuál de los dos “gobiernos” van a apoyar.

“Casi cuatro meses después del inicio de la operación de cambio de régimen que la Administración Trump pretende llevar a cabo en Venezuela, el apoyo internacional está fracturado. Así se pudo comprobar la semana pasada en la asamblea del FMI y el Banco Mundial. Mientras el nuevo embargo petrolero y los constantes cortes de luz hacen mella en la ya castigada economía venezolana, el FMI insiste en que está dispuesto a ayudar al país”, señala La Vanguardia de Barcelona en su edición del 15 de abril. La nota está firmada por Andy Robinson desde Washington y se titula con un benévolo “El FMI quiere pero no puede en Venezuela”

“Se calcula en Washington que haría falta un plan de rescate por unos 60.000 millones de dólares, unos 53 mil millones de euros. Pero, sin que se instale un nuevo gobierno, el FMI no puede hacer nada. Y el plan de Washington de forzar un cambio de régimen en Caracas con sanciones ha topado con múltiples problemas”, señala la nota de Robinson.

El autor lamenta que, “por catastrófico que resulte el embargo para la sufrida población venezolana, difícilmente va a propinar el golpe de gracia al gobierno de Nicolás Maduro en el plazo deseado”.

Y por eso, señala Robinson, es fundamental el apoyo de los banqueros: “Es más, no hay apoyo suficiente en el accionariado del FMI y el Banco Mundial para dar un nuevo respaldo financiero al atrevido asalto al poder de Juan Guaidó, el autoproclamado presidente de Venezuela”.

“Muy cuesta arriba se ha hecho recorrer el camino hacia la libertad en Venezuela. Si bien es cierto que se logró un gran apoyo a nivel internacional a fin de presionar para lograr los cambios que el país requiere, iniciando con la salida de Maduro del poder, la comunidad internacional se percibe indecisa de apoyar totalmente el reconocimiento a la presidencia de Juan Guaidó”, señala el diario venezolano y abiertamente golpista Venezuela al Día, que no puede ocultar su desconsuelo por la falta de apoyo del FMI.

“La administración Trump pareciera no poder alcanzar los objetivos trazados respecto al cambio de gobierno planteado en Venezuela. Si bien es cierto que ha acorralado a Nicolás Maduro con el tema de las sanciones petroleras, el remate ha quedado en suspenso y el tiempo sigue corriendo a favor de la dictadura en el país caribeño”, agrega el diario del país caribeño.

“Nada hacía prever que a esta altura Nicolás Maduro siguiera en el poder, todo indicaba incluso que ni siquiera pudiese pasar más allá de la primera quincena de marzo y sin embargo, el regordete usurpador sigue en Miraflores”, señala Venezuela al día.

“Y es esa condición de permanencia lo que al parecer ha refrenado al FMI para reconocer a Juan Guaidó de una vez como representante legítimo de los intereses del pueblo de Venezuela”, se lamenta la publicación golpista.

El FMI ya se cansó de los falsos profetas golpistas

En 2002, el FMI se declaró “dispuesto a trabajar” con el gobierno del empresario Pedro Carmona en el 2002, tras un breve golpe de Estado contra Hugo Chávez. El pueblo bolivariano salió a la calle, el legítimo gobierno fue repuesto y la intentona pasó a la historia del fracaso y la vergüenza. Quizás el FMI haya aprendido la lección.

Guaidó, que se autoproclamó “presidente encargado” de Venezuela el 23 de enero, viene incumpliendo una larga serie de promesas desde entonces. La “Operación Libertad” (el golpe contra la democracia de Venezuela), tantas veces anunciado, nunca llega. El legislador no logra derrocar a Maduro y ya está a punto de incorporarse al pelotón de dirigentes golpistas fracasados.

También se celebró una reunión sobre Venezuela convocada por el Tesoro de EEUU. Pero no hubo acuerdo. “No se ha planteado ninguna decisión específica sobre el reconocimiento [de Guaidó]”, señaló la ministra española de Economía, Nadia Calviño, en un encuentro con los medios celebrado en Washington tras la reunión.

El pulso geopolítico global ya plasmado en la crisis venezolana se comprueba en las diferencias de postura entre, por un lado, el FMI y el Banco Mundial, y, por el otro, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), que proporciona financiación para favorecer el crecimiento en América Latina. El BID sí reconoce a Guaidó. Ricardo Hausmann, prestigioso economista venezolano y catedrático en la Universidad de Harvard, fue nombrado en marzo gobernador venezolano en representación del gobierno paralelo de Guaidó, señaló el diario catalán La Vanguardia.

El gobierno chino, que se había negado a conceder un visado a Hausmann, explicó la decisión de suspender la reunión por la insistencia de “un grupo de países” en reconocer a Guaidó, “que no fue electo”. La operación de colocar al representante de Guaidó en el BID se elaboró a través del gobierno de Mauricio Macri en Argentina, un cliente del FMI que firmó un enorme plan de rescate el año pasado. Por todo esto, Venezuela empieza a convertirse en un punto álgido de la crisis del multilateralismo.

Bajo presiones de Washington, el FMI sí ha negado el acceso del gobierno de Nicolás Maduro a 400 millones de dólares pertenecientes al Estado venezolano depositados en el FMI en forma de derechos especiales de giro. Según las normativas del Fondo, un gobierno debe contar con el reconocimiento de la mitad de los países miembros para poder acceder a sus derechos.

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