La Justicia de Minas Gerais investiga la responsabilidad de la automotriz Fiat en la delación y persecución de trabajadores. La empresa había montado un esquema de espionaje en colaboración con militares dedicados a la represión ilegal.

El Ministerio Público Federal de Minas Gerais abrió un expediente para determinar la responsabilidad empresarial de la firma Fiat, filial Brasil, por la delación y persecución de sus trabajadores durante la dictadura militar (1964-1985), según informó el diario Página 12 en una nota firmada por Gustavo Veiga. 

La Justicia brasileña tomó el caso de la participación empresarial en la represión ilegal durante la dictadura luego de que el portal de noticias The Intercept –el mismo medio que reveló los manejos ilícitos del ex juez Serio Moro en el Lava Jato–, realizó un informe en febrero sobre la automotriz de origen italiano radicada en Belo Horizonte. 

“Iniciativas que rescatan la memoria del país son fundamentales porque un pueblo que no tiene memoria está condenado a repetir sus errores”, señaló acerca de la investigación en marcha, el fiscal a cargo, Tarcisio Henriques Filho. 

Según señala la nota de Gustavo Veiga en Página 12, la compañía italiana no es la primera que está acusada en Brasil de haber contribuido con el sostenimiento del régimen cívico-militar. “Volkswagen admitió su apoyo a la dictadura en 2017 y también fue denunciada por el MPF por violaciones a los derechos humanos. El caso de Fiat, incluso, tiene raíces que se hunden en el tiempo”. 

En este sentido, la nota de Veiga detalla que el ex fiscal de Turín, Raffaelle Guariniello, encontró a principios de la década de la 1970 un gigantesco archivo que da cuenta de la magnitud de las tareas de inteligencia y seguimiento que se realizaba sobre los empleados de la fábrica: “Un archivo con 354 mil fichas personales, todas almacenadas en el antiguo edificio de la empresa, en el centro de Turín. Ocupaban un piso entero”. 

Cuando The Intercept, el sitio brasileño que conduce el periodista estadounidense Glenn Greenwald publicó su trabajo sobre la empresa entrevistó a Guariniello: “El esquema de espionaje, corrupción y colaboración que involucra a policías, jueces y ex militares, había sido ideado por un ex militar perteneciente al servicio secreto italiano, hombre de confianza de Agnelli”, declaró el fiscal. 

La modalidad de espionaje utilizada en Italia fue replicada durante la dictadura cívico-militar brasileña. Según datos que le aportó a Página 12 el fundador del Movimiento de Justicia y Derechos Humanos de Rio Grande do Sul (Mjdh), Jair Krischke, el coronel Joffre Mario Klein era el responsable de centralizar el espionaje dentro de la automotriz situada en Betim, un municipio del área metropolitana de Belo Horizonte. Al militar “se lo consideraba el terror de los trabajadores y sindicalistas”, agregó el abogado del Mjdh, según indica en su nota Gustavo Veiga.

“Los documentos inéditos levantados junto al Archivo Público Minero indican conversaciones entre el aparato represor del Estado y una gigantesca estructura interna y secreta de espionaje, comandada por un coronel de la reserva del Ejército dentro de la automotriz”, señala la investigación del portal The Intercept. 

Klein hizo muchos viajes a Italia para formarse en la casa matriz de la familia Agnelli, en Turín. Lo corroboró su viuda, María Antonieta Klein, quien fue entrevistada en dos ocasiones por el equipo de Greenwald. “Nadie era contratado sin que mi marido supiera”, declaró la mujer. Su esposo murió en 2008 luego de retirarse y ser declarado inválido por el ejército y acogerse a los beneficios del estatuto militar de 1980, según detalla la nota de Página 12.

El espía Klein prestó servicios innumerables a la Fiat. Fue fiel al máximo responsable de la firma automotriz, Adolfo Martins da Costa, primer presidente de la empresa en Brasil. Y contó con su total beneplácito para perseguir y delatar obreros. 

Klein armó una compleja estructura de espionaje para vigilar dentro y fuera de la fábrica a todo el personal. Para lograrlo contó con la colaboración de los agentes infiltrados del Departamento de Orden Político y Social (Dops) que desparramaron el terror en el país a lo largo de veintiún años de dictadura. Según detalla la nota de Página 12, cuando The Intercept consultó a la Fiat para que hiciera su descargo, ésta le recordó que no tenía “memoria de los hechos y prefirió no pronunciarse”. 

La escalada represiva dentro de la Fiat comenzó en octubre de 1978, en vísperas de una huelga. La empresa quiso ponerle freno a la resistencia obrera que se avecinaba. La idea era no parar ni disminuir la producción. La de Brasil era la planta más grande que la firma tenía fuera de Italia. “Había sido construida en 1976 sobre una superficie que ahora supera los 2.250.000 m2 de superficie. Hoy la filial de Belo Horizonte produce más autos de la marca que cualquier otra fuera de Italia, de donde la compañía se batió en retirada con parte de su estructura cuando se fusionó con la estadounidense Chrysler en 2014. Fiat Chrysler Automóviles (FCA), tiene ahora la sede legal en Holanda, la fiscal en Reino Unido y cotiza en la Bolsa de Nueva York. Aunque en un tiempo más deberá dar explicaciones en Brasil por su complicidad con la dictadura”, señala Gustavo Veiga.

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