Una vez más las Pruebas Pisa se realizarán en la Argentina. Será en septiembre próximo. Se trata de la evaluación educativa más famosa a nivel mundial que encara la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (Ocde). La novedad es que este año será en formato digital, reemplazando al lápiz y el papel. La prueba cosecha un histórico rechazo entre las organizaciones docentes, especialistas y educadoras.

Los detalles de la prueba internacional se trataron en la última reunión de mayo del Consejo Federal de Educación (realizada el viernes 27 de mayo pasado). Allí estaban las ministras y los ministros de Educación de todo el país, encabezados por el titular de la cartera nacional, Jaime Perczyk. 

La prueba Pisa Digital 2022 –como se la nombra ahora– alcanzará a unas 500 escuelas de las diferentes provincias y se realizará por primera vez en computadora desde una plataforma digital, utilizando un software específico provisto por el equipo de Pisa, que no requiere de conexión a internet, según datos que difundió el propio Ministerio de Educación de la Nación.

Pisa se aplica a las alumnas y alumnos de 15 años y se realiza “para medir su rendimiento académico” en matemática, ciencias y lectura. Su nombre lo recibe por su sigla en inglés: Programme for International Student Assessment (Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos). También deben completar un formulario sobre “su trayectoria educativa, y sus entornos familiar y escolar”. A los equipos directivos se les pregunta “sobre las condiciones de enseñanza y las prácticas educativas de la escuela”. 

Detrás de las Pisa

“La evaluación es un proceso para comprender otros procesos, en este caso el de enseñanza aprendizaje, para la mejora ¿Qué se puede comprender a partir de una prueba estandarizada? No hay comprensión, hay sólo resultados que se ranquean”, dice la doctora en educación Liliana Sanjurjo, consultada sobre la aplicación de la Prueba Pisa.

Sanjurjo dirige tres posgrados en prácticas docentes y es invitada por universidades de todo el mundo a dictar seminarios y participar en congresos educativos. En 2021, fue distinguida como Profesora Honoraria de la Universidad Nacional de Rosario (UNR).

La educadora defiende la evaluación como una práctica inherente a la vida cotidiana de las escuelas, del quehacer docente y de las directivas que se toman. Pero siempre para mejorar. “Si la prueba se hace internacionalmente es evidente que es para un ránking ¿O acaso el Banco Mundial y el FMI van a ayudar gratuitamente a aquellos países en donde salgan mal los chicos?”, se pregunta Sanjurjo, y remarca que las y los especialistas, pedagogos y quienes investigan en educación no acuerdan con las pruebas estandarizadas, que no tienen en cuenta ni el contexto ni todos los factores que inciden en la evaluación.  

“Lo más grave de estas pruebas de mediciones, estandarizadas y descontextualizadas es que desprofesionalizan al docente. Porque lo desmerecen ante la sociedad, están dando por supuesto que el docente no evalúa”, alerta Sanjurjo sobre la implementación de exámenes externos que no reconocen la realidad en la que se enseña y aprende. 

La profesora contrapone otra mirada, recordando hasta los mínimos detalles que inciden en las prácticas evaluativas de todos los días: “Los docentes evaluamos hasta la cara de los estudiantes. Un docente modifica su intervención en el aula evaluando las caras de comprensión de los estudiantes, evaluando lo que llamamos el clima del aula”.

Sanjurjo advierte también sobre las malas prácticas que alientan estos exámenes uniformados: no querer vérselas con los problemas de aprendizaje. Si a las y los docentes y sus escuelas las van a medir por los resultados que sus estudiantes saquen en estas pruebas -explica- no van a querer tener chicas y chicos con dificultades para aprender. “Entonces no reciben repetidores, hacen exámenes de ingreso y se vuelven malas pedagógicamente. O al menos no sabemos si son buenas pedagógicamente. Porque si una escuela no recibe chicos con problemas (de aprendizaje) y tiene buenos resultados porque hicieron examen de ingreso, no sabemos si es buena, porque lo que buscó son autodidactas”.

Liliana Sanjurjo
“También defiendo la presencialidad, pero la forma en que se la reclama es también una forma de negar lo que se hizo», expresa Sanjurjo.

Remarca que la idea de evaluar para comprender cómo se enseña, cómo se aprende y las dificultades que ofrece el contexto de trabajo, es siempre para ofrecer mejores oportunidades, no para establecer un ránking. “Estamos diciendo que la educación debe formar sujetos que se socialicen, sean cooperativos y después terminamos aplicando la evaluación más atroz”.

Sanjurjo enfatiza cómo estas pruebas como la Pisa derivan en la desprofesionalización de la docencia. Para graficar la idea usa este ejemplo: “¿Vas a ir a un hospital donde en la entrada diga «Sólo se atienden resfríos leves»? En la educación lo hacemos y creemos que es mejor porque se hace esa selección. Los hospitales más reconocidos profesionalmente, socialmente, son los que se hacen cargo de los problemas más difíciles. En educación, y mucho por estas pruebas estandarizadas, se hace lo contrario. No se pone sobre la mesa, por ejemplo, las condiciones económicas, materiales, edilicias, el sector del que provienen los chicos, si se toma o no examen de ingreso”.

No considerar todos los factores que intervienen cuando se enseña, se aprende y se evalúa, tal como hacen las pruebas que impulsan los organismos como la Ocde, llevan a responsabilizar por los resultados a quienes trabajan en el aula. “El responsable es el docente. Entonces, también esta es una política perversa porque cada vez se le restringe más, no sólo lo salarial sino hasta la capacidad de tomar decisiones, porque no se confía en él, y después cuando los resultados son malos se hace cargo al docente”, señala Sanjurjo. 

La especialista acuerda con la idea de pensar en una evaluación propia, integral, para la que el país –destaca– cuenta con excelentes especialistas para su diseño. Recuerda que incluso la Ctera ha impulsado investigaciones apropiadas sobre la problemática. 

“Las pruebas estandarizadas no sirven y son peligrosas porque tienen otra finalidad que no es la mejora”, reitera la educadora de la UNR y advierte sobre el carácter mercantilista de las Prueba Pisa, al recordar que detrás de los resultados llegan “los préstamos (internacionales) que después hay que devolver. Y con el préstamo vienen las propuestas de venta de libros, de equipos de investigación que van a «ayudar»; es decir, te prestan y después cobran ellos porque son quienes dan la solución también”. 

En la emergencia educativa

La decisión de la Argentina de participar de las Pruebas Pisa 2022 aparece al menos como contradictoria con otros convenios que se analizan y alcanzan con naciones de la región. 

A fines de mayo, se realizó en CABA la III Reunión de Ministras y Ministros de Educación organizada por el Ministerio de Educación de la Nación y la Oficina Regional de Educación de la Unesco. De ese encuentro surgió la Declaración de Buenos Aires, en la que -entre otros puntos- se acuerda en reconocer la “emergencia educativa” derivada de la pandemia de coronavirus y la urgencia de emprender acciones para garantizar el derecho a la educación. 

En esa reunión, en la que participaron representantes de más de 20 países de la región, se admitió también la necesidad de “fortalecer y diversificar los mecanismos nacionales y regionales de evaluación y monitoreo de la Agenda 2030 (de la ONU), de acuerdo con la realidad de los países, con el fin de contar con información confiable y oportuna para guiar nuestras acciones”.

Desigualdad y pandemia

La decisión de participar de las Pisa de este año ya eran conocidas en 2021, incluso se realizó una prueba piloto. En ese momento, la Ctera no tardó en reiterar su rechazo a estas pruebas estandarizadas y proponer otro Sistema Nacional de Evaluación Educativa, “que permita resolver los problemas fundamentales de la educación, partiendo de una evaluación del sistema educativo que sea integral, formativa, no-punitiva y que, en definitiva, contribuya con el mejoramiento de los procesos de enseñanza y de aprendizaje; que no se reduzca a una simple prueba de medición y control”, tal como lo expresó en un documento difundido en noviembre 2021.

Pruebas Pisa
Foto: EFE

Al rechazo histórico de estos exámenes, la confederación sindical docente le sumó la preocupación “por las grandes dificultades que han tenido las y los estudiantes para sostener sus procesos de aprendizaje durante el contexto de pandemia”. Además de marcar “las fuertes desigualdades existentes entre los distintos sectores de la sociedad”, donde los más pobres siempre llevan la peor parte. 

A esos cuestionamientos, la Ctera invita a preguntar por el sentido que tiene “plantear una prueba homogénea, que evalúe los mismos contenidos a una población estudiantil que ha transitado de manera muy heterogénea el año lectivo, y que ha sufrido tremendas diferencias y desigualdades agudizadas en tiempos de pandemia”.

Más sobre las Pisa

El programa Pisa busca -dice la página oficial Ocde.org– “evaluar hasta qué punto los alumnos cercanos al final de la educación obligatoria han adquirido algunos de los conocimientos y habilidades necesarios para la participación plena en la sociedad del saber” . “Pisa saca a relucir aquellos países que han alcanzado un buen rendimiento y, al mismo tiempo, un reparto equitativo de oportunidades de aprendizaje, ayudando así a establecer metas ambiciosas para otros países”, especifican de los metas que siguen.

Estas pruebas son aplicadas cada tres años, la primera se realizó en el 2000. Examinan “el rendimiento de alumnos de 15 años en áreas temáticas clave” (lengua, matemática, ciencias) .

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