Biblioteca Irulana

“Hacía mucho tiempo que los animales deseaban averiguar a qué sabía la luna. ¿Sería dulce o salada? Tan solo querían probar un pedacito…”. Así comienza la historia que se cuenta en ¿A qué sabe la luna?, de Michael Grejniec (Kalandraka). El libro es una de las estrellas de los viernes de lectura que se arman en la Biblioteca Popular Irulana, ubicada en el barrio Cabín 9, de Pérez. Un espacio que se sostiene con la fuerza de la alegría y en el que cada libro que se propone se ha pensado con infinita amorosidad porque, como afirman desde Irulana, “la lectura es un derecho”. 

Son las nueve y media. La puerta de la biblioteca de Perito Moreno 292 está abierta. Están Uriel y Sofía haciendo tareas y repasando algunos temas de la escuela; más tarde llegarán Facundo, Joaquín y Luján a este espacio de apoyo escolar. También esa mañana están Griselda Gómez, que es artesana; Desiré Cáceres, Fernanda Alegre y Rubén Petrocchi, que son docentes.

Sofía tiene 7 años y es la que toma la palabra sin mucha demora para relatar qué pasa a diario en Irulana. Vive a dos casas de la biblioteca y eso le permitió ser una de las primeras vecinas en acercarse al espacio que se abría en su barrio. Estuvo allí el primer día, cuando Alejandra Palavecino, la impulsora de la iniciativa, llegó con su valija cargada de libros. “Hacemos la tarea, hay ajedrez y con las «tichers» aprendemos números en inglés. Me llevé un libro de princesas”, dice Sofi –como la llaman–, haciendo referencia a Diario de una Princesa Revolucionaria, de Fernanda Felice (Sudestada)

Biblioteca Popular Irulana
La Biblioteca Irulana tiene libros para todas las edades. Foto: Redacción Rosario

La actividad convocante es la lectura y casi todos los talleres están vinculados con la literatura. Lo aclaran a cada rato, cuando cuentan qué se hace cada día de la semana, en los que se reparten en apoyo escolar, trabajos de artesanía y de recuperación de materiales reciclables para volverlos en objetos decorativos. “Este es un taller importante, el más difícil de sostener, porque nos costó que las mamás vengan solas”, comenta Griselda, respecto del valor que tiene que descubran tiempos y lugares para ellas, que den ese derecho.

En la biblioteca también se dan charlas abiertas, encuentros con las mujeres del barrio, como los previos al 8 de Marzo, del Día Internacional de la Mujer. En cada día de la semana, hay una actividad. Los sábados y domingos los reservan para alguna actividad extra cuando es posible, como pasear en El Perecino por la ciudad, conocer el cuartel de Bomberos, llevar la valija con libros a la Calle Recreativa que funciona en Pérez y también a la plaza que está a pocas cuadras. “Queremos apropiarnos del espacio público, mostrar otras alternativas”, apunta el profe Rubén.

La charla se traslada a la sala de lectura de la biblioteca. Un espacio que invita a sentarse en el suelo. Los estantes pintados en colores pasteles están repletos de libros, mayormente de literatura infantil y juvenil. Una rápida mirada permite corroborar que son de los mejores, en autores y autoras, en ilustración y en diseño. Entre otros títulos se leen La gran fábrica de las palabras, de Agnès de Lestrade y Valeria Docampo; Árboles de pan, de Julia Rossi y Nicolás Arispe; El destino de Fausto, de Oliver Jeffers; La costura, de Isol; Con cuerpo de elefante, de Gaby Thiery; ¡Más te vale, Mastodonte!, de Michaela Chirif e Issa Watambe y, por supuesto, Irulana y el ogronte, de Graciela Montes, el cuento que le pone nombre a la biblioteca de Cabín 9.

Griselda, Rubén, Fernanda y Desiré se entusiasman en contar qué pasa cuando las chicas y los chicos son convidados a leer. “Los talleres de lectura explotan, elegimos un cuento y lo vamos leyendo entre todos en ronda. Supera todas las expectativas”, dice Rubén más que satisfecho por la respuesta.

Desiré y Fernanda dicen más sobre cómo funciona ese taller: “Al principio era más fácil que eligiéramos (las personas adultas) el libro para leer y ellos esperen su turno. Pero llegó un momento en que querían arrancar. Es más, nos sorprende que hacen una ronda y van pasando el libro. El que no quiere lo deja seguir de largo. Por lo general, en la primera vuelta algunos dejan pasar el libro, y cuando ven que no hay una calificación de la lectura sino que se escucha lo que se lee, terminan leyendo todos”. 

“Buena, bonita y barata”, repite hasta el cansancio el escritor Mempo Giardinelli al valorar la lectura en voz alta como estrategia para la formación de lectoras y lectores. En esa tarea están en la Biblioteca Popular Irulana, sobre todo porque –como insisten– “leer es un derecho”. 

Biblioteca Irulana
En una de las salas de la Biblioteca Irulana, donde se ofrecen talleres y apoyo escolar. Foto: Redacción Rosario

Militar la alegría

Alejandra Palavecino también es docente de la primaria pública de Cabín 9, de Pérez, y vecina de esta ciudad. También recuerda que fue Sofía junto con tres chicos de la cuadra los primeros que se acercaron cuando llegó a la casa de Perito Moreno al 200. “¿Te mudás acá?” le preguntaron. La sorpresa creció en interés cuando empezó a sacar los libros: “Fueron los primeros que me recibieron. Lo que pasó es lo que me da la pauta de que es por acá”.

Alejandra repasa el recorrido hecho hasta conseguir el espacio para la biblioteca y ponerla en marcha. “Lo vengo soñando desde hace años. Era necesario ofrecer en el barrio un alimento cultural distinto. Tenemos muchos comedores, copa de leche todo bien. Pero tenía la convicción de que faltaba algo más”, dice. 

Pidió una entrevista con el intendente municipal de Pérez, Pablo Corsalini. El pedido inicial que le hizo fue extender los talleres que el municipio ofrece en el centro a los barrios de la ciudad. Pero el intendente la desafió con una propuesta mayor: crear algo en el barrio. La idea de la biblioteca popular no se hizo esperar.

Alejandra Palavecino, impulsora de la iniciativa de la Biblioteca Popular Irulana.

Alejandra preparó el proyecto y tenía en mente a las personas a quien quería convocar para empezar: “Todos los barrios tienen esa gente invisibilizada. Mi objetivo era buscarla, encontrarnos. Fui con cada una y uno contándoles el proyecto. Coincidimos con aquel deseo que no podíamos materializar. Eso facilitó las cosas”.

El 2 de octubre que viene la biblioteca de Cabín 9 cumplirá un año. Actualmente están buscando un lugar más grande, porque les ha quedado limitado por la buena convocatoria que lograron. Además de Desiré, Fernanda, Rubén y Griselda, trabajan en la biblioteca: Silvina Franzutti, Abril Yaskievicz, Leonela Sánchez, Paula Garay, Yamila Nicolas y Lorena Velázquez.

El alquiler, la luz y el servicio de Internet lo sostiene el municipio. También dos talleres que se ofrecen en el lugar. El resto es trabajo voluntario de docentes, vecinas y vecinos. La biblioteca ya tiene su personería y en poco tiempo podrá integrarse a la Comisión Nacional de Bibliotecas Populares (Conabip).

¿Por qué se llama Irulana? El nombre tiene que ver con Alejandra y su formación lectora. “Este cuento lo escuché por primera vez en la Cachilo. Nuestro norte es la Cachilo”, dice en referencia a la famosa biblioteca popular de Virasoro y Teniente Agneta de Rosario. Emocionada reconoce ese espacio como una oportunidad para formarse, pero también para “animarse a soñar”.

Cuando llegó el momento de pensar un nombre, Alejandra no dudó en proponer el del personaje del cuento de Graciela Montes. La primera vez que escuchó esa historia “de miedo” asoció al gigante con las adversidades que hay en la comunidad, y a Irulana con la posibilidad de desafiarlas. Hubo varias propuestas para denominar a la biblioteca de Cabín 9, ganó el del personaje del cuento infantil.

Una y otra vez Alejandra vuelve a lo que aprendió en la Cachilo. Esta vez para hablar de los libros ofrecidos. “Si hay algo que aprendí ahí es que las infancias merecen lo mejor, calidad. Entonces cuando compraba pensaba en mis hijos y en mis alumnos, y no podía comprar cualquier cosa. No tenemos cualquier autor, autora. Todo fue amorosamente pensado”, dice para marcar el cuidado puesto en ese trabajo.

Para que no queden dudas de esa decisión, a cada bebé que nace en el barrio le regalan un cuento. “Queremos que las infancias reciban libros desde la más tierna edad, por eso nos sumamos a la iniciativa de Jesica Diorie, escritora y poetisa de la localidad de Álvarez, quien impulsó la ley provincial 13.685 Un niño, un cuento, que contempla que cada bebé recién nacido o nacida en la provincia de Santa Fe tiene el derecho de recibir un libro de regalo”, detalla Alejandra sobre una idea que define como “otra manera de militar el derecho a leer”.

El frente de la Biblioteca Popular Irulana está pintado de un verde llamativo. Resaltan el nombre de Irulana, un pizarrón con un pañuelo de las Madres y Abuelas y la consigna por la Memoria, la Verdad y la Justicia. Alejandra celebra la alegría de “las chicas”, como llama a sus compañeras maestras y talleristas. “Más allá de que nos falten espacios, recursos, la alegría las delata. Como decía Almudena Grandes: «La alegría nos va haciendo fuertes»”.

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