“La primera en llegar es Zaira. Faltan unos minutos para las ocho menos cuarto y que se abra la puerta de la escuela. La niña ya está allí, parada frente al portón de rejas verdes. Llega con su mamá. Es 4 de marzo, el primer día de clases para Zaira y para las chicas y los chicos de toda la provincia”. Así comenzaba una crónica publicada en marzo pasado. Para entonces nadie podía imaginar lo que comenzaría a transitarse 16 días después, con el inicio de la cuarentena obligatoria decretada por el gobierno nacional ante la pandemia mundial de coronavirus. Lo que llegó para la educación es un tiempo tan inédito como doloroso. Y que a la vez mostró lo irremplazable que es la escuela.

Días previos al 20 de marzo –cuando se decretó la cuarentena sanitaria–, la docencia ya se había puesto el sistema educativo al hombro. Hacia mediados de marzo, en una escuela del sur santafesino, su directora organizaba una clase abierta para enseñar el lavado de manos, apelando al cuidado solidario y responsable. Un cuidado que en pocas horas fue mutando en un sostén afectivo y pedagógico generalizado, para acompañar y hacer presencia como sea.

En esa misma semana de marzo, y mientras las escuelas se organizaban para asegurar la comida y la copa de leche, comenzó a visualizarse en las redes una movida de docentes para ayudar en las tareas: “Soy maestra y con mucho gusto voy a resolver tus dudas a distancia”. El #QuedateEnCasa ya estaba presente con formas de arco iris en los dibujos infantiles.

Desde el inicio de la cuarentena, las escuelas se organizaron para asegurar la entrega de alimentos. Foto: Manuel Costa

El 19 de marzo, y luego de haber ofrecido un mísero 3 por ciento de aumento a los docentes, el gobernador Omar Perotti levantaba la mesa paritaria pautada con los sindicatos del sector. Recién en septiembre se retomó, y luego de presentaciones legales y apagones educativos. En el medio, llegó un bono de tres mil pesos como un cachetazo más al magisterio. Y ahora, entre Navidad y Año Nuevo, Perotti podrá expresar en términos salariales qué valor le da al trabajo docente. Y está claro que para el ciclo lectivo 2021, además de salarios dignos, será indiscutida la vacunación a la docencia, la infraestructura escolar asegurada, los comités mixtos funcionando y un plan educativo debatido con quienes enseñan.

Mi casa, un aula

Llegó la cuarentena y enseguida se comenzaron a conocer las estrategias que diseñaban las y los docentes para – como repiten hasta el cansancio- sostener el vínculo pedagógico. Desde maestras que se filmaban leyendo y cantando cuentos, hasta quienes armaron una radio escolar, repartieron en bicicleta tareas impresas antes que cualquier cuadernillo oficial o instalaron en el comedor de su casa un aula. Sí, literalmente un aula. Y hasta se preocuparon en hacer memoria el 24 de Marzo. Para ese entonces, ya se diluía la idea de regresar a las aulas para el 1° de abril.

Los meses que siguieron mostraron las desigualdades en las que se enseña y aprende, el real estado de las escuelas en infraestructura y recursos, y que Santa Fe no era una Finlandia educativa. “Lo que pasó en la pandemia no nos sorprendió. Lo que hizo fue sacar a la luz lo que ya estaba: la falta de conectividad y la falta de inversión”, decía un docente de la educación de adultos. También la relevancia del Plan Conectar Igualdad, arrasado por el macrismo.

“Al regresar a la escuela, ¿se va a terminar el coronavirus? ¿Vamos a tener recreos? ¿Podremos correr o jugar?”, les preguntaron las chicas y los chicos de una escuela rosarina a sus maestras cuando los invitaron a compartir qué les inquietaba del tiempo que vivían. No se dejó de escuchar a las infancias.

A lo largo del año escolar, tanto la Ctera como Sadop relevaron qué pasaba con la enseñanza. Los datos reunidos hablaron de la triplicación de la jornada de trabajo, una tarea sin tiempos ni espacios, con abuso de las patronales (“trabajamos como en un call center”, comparaba un profesor); dejaron en claro que las mujeres son las más afectadas en el sector. Y nuevamente el compromiso social con la escuela y la comunidad se hizo visible.

“Tuvimos que reinventarnos, aprender del ensayo y error”, se escuchó en varios testimonios. En ese reinventarse figura en primer lugar familiarizarse con las tecnologías, y con situaciones poco imaginadas como las decenas de mensajes por WhatsApp a las horas más insólitas, “sabiendo que hay que responder porque si a esa hora el chico se conectó, es porque es a la hora que pudo”.

A la par, la pobreza alcanzó al 40,9 por ciento de la población argentina en el primer semestre de 2020 (datos del Indec). Y en esas cifras, las infancias figuran entre el sector más afectado. Estaba claro que la pandemia golpearía de lleno en la economía. Las familias sin trabajo también eran noticias en las aulas a la distancia. Y, entre ellas, las y los docentes reemplazantes.

Para el 16 de septiembre, los centros de estudiantes se preparaban para “marchar” por la Noche de los Lápices. Una alumna repasaba las luchas del presente y advertía que la pandemia había pegado fuerte en las escuelas secundarias, que muchos ya no estaban “conectados”.

clases presenciales santa fe
Una de las escuelas del departamento San Justo a las que, en octubre pasado, se regresó a la presencialidad.

Después de varias idas y venidas con los anuncios oficiales –muchos corridos por la agenda porteña neoliberal–, a mediados de octubre las clases presenciales volvieron en 56 escuelas del norte y centro provincial. Un mes antes habían comenzado a lo largo y ancho de todo el país las campañas del macrismo pidiendo Escuelas abiertas Ya!, en una real pérdida de memoria del desastre que dejaron en la educación pública cuando fueron gobierno. Igual, nada superó las declaraciones persecutorias de la ministra de Caba, Soledad Acuña.

María Elena Hechen es la autora de Escuela pública, un fotolibro que explora la Normal N°1 de Rosario, a través de imágenes tomadas entre 2015 y 2018. Dice que “la pandemia pone en evidencia la necesidad de la escuela”, porque “con todo lo controvertido que tiene ese espacio, no está cubierto por nada”. La vuelve irremplazable. “Es el lugar. En lo virtual, todavía no llegamos a construir un espacio como tal. Hace falta que nos encontremos, la presencia del cuerpo. En la videollamada una siente que se acerca un poco a eso. Pero falta el cuerpo. Lo vivencial. No estamos compartiendo la atmósfera, el clima, lo que se crea”.

De algo de eso hablaba la directora de un jardín a principio de año, cuando casi como en un suspiro doloroso y contenido, decía: “Ahora estoy en el patio del jardín, todos los días que vengo me provoca esto: el silencio. El silencio es el impacto más fuerte”.

Habrá que seguir creciendo en solidaridad, en humanidad, escuchar más a la docencia y sus estudiantes, para reencontrarse entonces en las aulas.

 

Fuente: El Eslabón

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