Motoqueros (capítulo 46)
Aparecen de golpe, frente a la hamburguesería. Deben ser una docena por lo menos, todos montados en sus motos.
Aparecen de golpe, frente a la hamburguesería. Deben ser una docena por lo menos, todos montados en sus motos.
Las motos detenidas componen una extraña figura sobre el césped de la plaza. Ellos están a un costado, recostados sobre el suelo verde donde se convocaron de urgencia después de recibir un mensaje de Joe citándolos.
¡Lo que olvida el compañero, expresa Joe con vehemencia, es que no pueden echarnos a todos, porque entonces se quedan sin trabajadores!…
Más que asamblea, eso parece un velorio. Son cientos de motoqueros, pero ninguno abre la boca: se limitan a esperar, en silencio, que sean los dirigentes los que hablen.
Al entrar en la sala donde se encuentran sus compañeros de la comisión directiva, Joe le espeta: ¡Eh, loco!… ¿Por dónde andabas?… ¡Hace una hora que empezamos la reunión!…
Las palabras de El Mencho siguen resonando en sus oídos: “Pensalo. O empezás a laburar ya mismo, o te pueden seguir pasando cosas como las de anoche”. La apretada es evidente y siente que cada vez le queda menos margen de acción c
De la cana va directamente al boliche donde se juntan sus amigos. Entra, y se encuentra con la mesa de siempre, donde se halla, indefectiblemente, El Mencho, que finge sorpresa al verlo llegar.
¡Brooomm!… ¡Pummm!… ¡Chrahhhh!… ¡Pam pam!… Unos ruidos infernales lo despiertan. Se levanta de la colcha donde duerme en el piso de la cocina y ve cómo una decena de policías, armados hasta los dientes, entran en la casa des
Las movidas sindicales y políticas, de todos modos, no logran sustraerlo de las cuestiones mucho más existenciales que lo aquejan. Su vida afectiva sigue siendo un verdadero despelote
¡A ver si te queda claro!…, exclama Joe, ¡sabemos lo que queremos, y no necesitamos que nos vengan a enseñar el camino!… El dirigente del Partido de los Obreros lo mira impávido, sin cejar en su intento.