Mauricio Macri osó decir que la primera ministra británica, Theresa May, dejó abierta la posibilidad de discutir soberanía. No hizo caso a los argentinos que le recomiendan “pará la mano”, y cebado, mintió. Las desmentidas llovieron, más copiosas que el diluvio que hizo huir a Noé y sus mascotas.