Mientras el genocida indultado Alberto Fujimori amaga con volver a la política, el gobierno de Dina Boluarte intenta sortear investigaciones judiciales por represión y corrupción. Y le abrió la puerta al Ejército de EEUU.
Mientras el genocida indultado Alberto Fujimori amaga con volver a la política, el gobierno de Dina Boluarte intenta sortear investigaciones judiciales por represión y corrupción. Y le abrió la puerta al Ejército de EEUU.
Los despidos en el Estado, el achicamiento de la clase media, la exclusión total de los sectores más vulnerables, la desindustrialización, son el fin último de un plan que apunta a desintegrar a la Argentina.
Con ayuda de trolls y voceros de los medios de comunicación hegemónicos, el gobierno nacional reforzó la estigmatización del cooperativismo mientras hace la vista gorda frente a irregularidades de otros sectores de la economía.
Fantaseábamos con ellas. Nos parecíamos en que éramos tres y teníamos quince años. La historia era sabida. Las habían secuestrado en la ruta al volver de una fiesta a la madrugada.
Yo no sé, no. Estábamos reunidos junto al sendero de bicis, pegado al arco de cilindro que daba al oeste. De pronto, con el relato de Manuel nos comenzó a invadir una sensación de derrota.
La presunta “guerra contra el narcotráfico” promueve lo que dice combatir. Es una excusa para la injerencia de EEUU. Sólo militarización, sin poner la lupa sobre bancos que lavan, puertos privados y sociedades anónimas opacas.
Ni soluciones mágicas ni desesperanza. Así se presenta el escenario que indefectiblemente conduce a la caída del régimen anarcocapitalista. ¿De qué factores depende ese derrumbe que millones ansían y otros tantos niegan?
Marzo no es un mes cualquiera en la Argentina. Desde 1976, su día 24 tiene un significado enorme en la historia nacional, en tanto jornada en la que se concretó un golpe de Estado que entronizó en la conducción del país a los jefes de las Fuerzas Armadas y que fue inicio de un genocidio casi sin precedentes y sin …
Me despierto todo meado y lleno de resaca. Me duele hasta la uña del pie. Tomo aire y el olor me da una arcada. Tengo que levantarme. Pongo los pies en el suelo, está frío.
Yo no sé, no. Manuel llegó esa tarde de marzo hasta la esquina de Riva y Crespo a decirnos que tanto su limonero como los dos que estaban frente a la Santa Isabel estaban cargados de limones. Para él eso era un buen augurio.